Todos tus recuerdos
componen hoy
un coro que arma
a los hombres contra
la tristeza.
A las mujeres las has vuelto
un derroche de colores
para combatir el olvido
y las penas del día a día.
Esa hija que volvió
arrastrando
las maleta vacía
y una cruz de pródigo
tiene hoy
gracias a ti
su himno propio,
como el abrazo de la madre
que perdona y celebra
su regreso.
Barranquilla,
sola y amplia
permanece
por no contar con el río
de tus ojos,
esos que la inventaron
como única rival de tu luna
y refugio de tus secretos
de cumbia y palmeras.
Abre, pues,
Esthercita tus luceros
y cántanos otra tonada,
que el mundo no se crea
ni celebra
sin el fiel espejo de tus palabras
y nostalgias.
Robert Max Steenkist, Poeta
maxisimo@gail.com