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El origen exacto de esta oración está envuelto en capa de historia, incluso de misterio.

Nadie puede asegurar quién fue el primero en escribir esta oración, algunos dicen que los antiguos griegos, otros que un poeta inglés anónimo, que un oficial de la Marina americana.

El teólogo Rheing Nieburh y el piestista Friedch Octinger (1702 – 1782), también reclaman su autoría.

Esta oración de autor desconocido, impresa junto a la esquela mortuoria de un individuo anónimo, abrió el camino para el uso diario de la oración y empezó a utilizarse de una forma general desde 1942, y vino a ocupar su lugar junto a otras dos favoritas, el Padre Nuestro y la oración de San Francisco de Asís en la comunidad de alcohólicos anónimos que actualmente oran sus 2.085.125 miembros en los 181 países de diferentes idiomas, divididos en 116.773 grupos que se reúnen diariamente para tratar sus problemas de alcoholismo. Ellos inician y cierran sus reuniones con la oración de la serenidad y un Padre Nuestro quien así lo desea.

Sus miembros han quedado impresionados por el poder y la sabiduría contenido en la idea de esta pequeña y sustanciosa oración que literalmente dice: Dios concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Valor para cambiar las que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia.

Pedirle a Dios serenidad: es poder caminar con gran libertad en muchas direcciones distintas (trabajo, relación, sensaciones, realizaciones personales) y saber adaptar la vida a objetivos y necesidades y a las sutiles variaciones de los que nos rodean.

Del mismo modo se pide valor. La cual consiste en la fuerza que posee una persona para llevar a cabo una acción, a pesar de los impedimentos que generan miedos. Entonces, el valor es una virtud del ser humano, que con la ayuda de Dios se utiliza para sobreponerse de los miedos y perseverar en las acciones que se pretende realizar.

La última petición en la oración es la sabiduría: es una habilidad que se desarrolla con la aplicación de la inteligencia en la experiencia, obteniendo conclusiones que da un mejor entendimiento para poder reflexionar, y determinaciones que dan discernimientos de la verdad, de lo bueno y lo malo.

Entonces sentirse sereno: es el resultado de vivir adecuadamente con felicidad, pero ser feliz no significa estar siempre contento, no tener problema y vivir rodeado de constantes placeres.

Ser feliz significa sentir la tristeza y saberlo desahogar, encajar las frustraciones para aprender de ella y hacerse cargo de los problemas enfrentando con responsabilidad, saber vivir el dolor y el cansancio en su justa medida.

Delio Manuel Guerra Ibarra
C.C. 17.806.635 de Riohacha