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El técnico veterinario Edilberto Cordero Altamar llegó a Cartagena, en 1986, escondido en un camión repleto de plátanos. Arribó con $50.000 en los bolsillos, solo con la ropa que tenía puesta, después de negarse a las pretensiones del frente 34 de las Farc.

Cordero, dueño de un restaurante en Acandí (Chocó), era en aquel entonces presidente de la Junta de Acción Comunal Social del municipio y contaba con la simpatía de muchos. Por eso, según dice, los milicianos querían que fuera su candidato en las elecciones a la Alcaldía.

Se sentía entre la espada y la pared. El municipio, solo un par de días antes, el 23 de diciembre de 1986, había presenciado una masacre en la que dice fueron asesinadas 25 personas a manos de la guerrilla. Ahora la propuesta de aspirar a la Alcaldía estaba servida sobre la mesa y no tenía intención de aceptarla sabiendo de quiénes provenía. Por eso decidió huir.

Solo, de noche, partió en una pequeña embarcación desde el puerto de Titumate después de dejar a su esposa y sus tres hijos. Llegó de incógnito a Arboletes (Antioquia) y luego buscó un camión en el que se trasladó a Cartagena.

Según Cordero, la única forma que encontró para ganarse la vida fue como albañil en una construcción. Lo hizo recién llegado a Cartagena después de un largo viaje que le dejó maltrecho todo el cuerpo durante varios días.

Los comienzos

Cordero se asentó en Olaya Herrera, en una zona de relleno en el suroriente de la ciudad, donde encontró a varias familias que se las ingeniaban para ganarle terreno a la Ciénaga de La Virgen y así montar sus ranchos de madera y láminas de zinc. Sin embargo, se corrió la voz de que se forjaba un barrio de invasión al que llamaban Nelson Mandela, en honor al líder sudafricano que luchó contra la segregación racial en su país, y Cordero decidió mudarse después de ocho años porque se hablaba de unas mejores condiciones. Desde ese entonces su familia se quedó en Acandí y tuvo que rehacer su vida como comerciante.

El líder comunal Whailer Herrón Ayazo, quien reside en el sector Las Vegas, dice que, como le ocurrió a Cordero, fueron muchos los desplazados que comenzaron a llegar a la zona desde 1994. En su mayoría venían de Urabá, del sur de Bolívar y del Cesar.

Herrón llegó del corregimiento de San José de Oriente, en La Paz (Cesar), porque su padre temía que fuera reclutado por las AUC o por las Farc que se disputaban el paso por la Serranía de Perijá.

Por eso viajó solo a Cartagena en donde conformó su familia junto a su esposa y sus cinco hijos, tres de ellos hoy son profesionales.

Así nació el barrio Nelson Mandela, fundado el 7 de diciembre de 1994. Inicialmente conformado por 18 familias que vieron en el antiguo relleno sanitario de Henequén una oportunidad para construir sus techos. Uno de sus precursores fue Whailer Herrón.

En un abrir y cerrar de ojos las familias desplazadas se multiplicaron porque mientras que en Olaya Herrera y sectores aledaños como La Esperanza tenían que rellenar sobre una ciénaga, en el Mandela el suelo era apto para el cultivo y había material reciclable para construir sus ranchos.

En 1998 estaban asentadas 45.000 familias, según un censo de la Cruz Roja Internacional y Pastoral Social. Ahora las labores de campo pasaban a un segundo plano y predominaba el reciclaje, según explica Herrón.

Nelson Mandela se convirtió en un barrio de 24 sectores, con el predominio de familias desplazadas por la violencia, que pasaron a ocupar 172 hectáreas con algunas elevaciones que los vecinos bautizaron como las 'montañas' de Mandela.

Según Herrón, aunque quienes llegaron lo hicieron para dejar atrás la violencia, se toparon con una realidad distinta.

Entre la zozobra

En la década de los 90, Por el sector Las Vegas pasaba una tubería de petróleo y miembros de la banda criminal las Águilas Negras aparecieron en escena para robar el hidrocarburo y venderlo de forma clandestina. Imponían su dominio. Dicen que nadie se atrevía a cometer atracos por temor a hacer ajusticiado. Pero no era esa la percepción de seguridad que querían los moradores de la zona.

Además, los mismos delincuentes también controlaban el microtráfico de estupefacientes y extorsionaban a los comerciantes que comenzaban a forjarse después de los años en los que prevaleció el reciclaje.

Varios de los líderes que se levantaron en el barrio, que denunciaron ante las autoridades la zozobra que se vivía en la zona, fueron asesinados.

Teódulo Cibaja fue asesinado en 1994; Miguel López, ultimado en 2002; Libardo Hernández, en 2004; y Manuel López, víctima de sicarios en 2007.

Según Herrón, fue tanta la tensión que se generó en el barrio, que organismos como la ONU enviaron a delegados para que constataran lo que estaba pasando.

Él se vio obligado a irse a Bogotá y solicitar protección porque recibió amenazas como líder comunitario. Desde ese entonces lo acompaña un escolta de la Unidad Nacional de Protección y una camioneta blindada. 'No es la vida que quiero', asegura.

Sostiene que, tras la intervención de las autoridades, las Águilas Negras desaparecieron. Al menos con ese nombre, porque existen denuncias de que algunos grupos delincuenciales siguen haciendo presencia en uno de los barrios más poblados de la ciudad. Según cifras la Secretaría de Planeación, en Nelson Mandela residen 19.995 personas en la actualidad, de las que 10.112 son hombres y 9.883 son mujeres.

Nelson Mandela es una zona de difícil acceso debido al mal estado de las vías aledañas e internas, a pesar de estar rodeado por el sector industrial de Mamonal.

El barrio solo dispone de una estación de Policía y otras falencias de carácter básico que reflejan la preocupación diaria de la comunidad.

Solo hay una calle bien pavimentada, falta el 10% de acueducto y alcantarillado y disponen de un solo centro asistencial en precarias condiciones.

Explica que, como víctimas de la violencia, en Nelson Mandela han creado un grupo de líderes que le apuestan a la paz. Sienten que han afrontado muchas dificultades. Pero no aceptan rendirse.

Apuesta a La paz

Ahora se centran en lo que le deparará al país el fin de 52 años de conflicto armado, aunque reconocen que han sentido temor de hacer campaña de forma abierta en las calles y han preferido la discreción.

'Es muy importante que se haya escogido a Cartagena para firmar la paz. Tenemos muchas expectativas y esperamos que haya una reparación colectiva e integral. Necesitamos que tantas necesidades que tiene el barrio se hagan visibles y por eso esperamos que así ocurra en el posconflicto'.

Edilberto Cordero también analiza con buenos ojos la firma de la paz desde que llegó oculto en un camión cargado de plátanos por culpa de la violencia.

'Estoy muy de acuerdo con la paz. Los que hemos vivido la guerra, sabemos que lo mejor que ha podido pasar que la guerrilla deje las armas. Esperamos que el posconflicto nos cobije a todos con buenos resultados e inversión', dijo Cordero.

Gladis Montes Manjarrés, ama de casa desplazada por la violencia en San Bernardo del Viento (Códoba), también espera la paz. 'Allí tenía mis cultivos y mis animalitos, me vine para una parte que no conocía'.

Aunque ya no tiene predios suficientes para sembrar frente a su casa ha cultivado algunas cebollas y otras hortalizas.

Espera, como lo hacía en su tierra, tener nuevamente terrenos para sembrar mucho más amplios.

Igual que lo reflejan tres sobrevivientes de la guerra, en Mandela son muchos los que han puesto sus esperanzas en la firma de la paz este lunes 26 de septiembre.

Algunos lo anhelan desde el anonimato porque sienten temor de hacerlo en público. Otros ya no viven en Nelson Mandela porque en los últimos años han partido hacia proyectos de vivienda de interés social. Sin embargo, la esencia del barrio sigue siendo la misma.