Saben de su calidad, de su espíritu de lucha, le inventan a sus contendores opciones muy remotas, pero insisten, y se arden porque clasificó a la final que seguro ganará, así que podemos imaginar la ardidez porque Abelardo puntea, y también clasificará a la final que lo llevará a la presidencia de la República.
Oposición verdadera no hay. Lo que hay es un hipotético debate presidencial entre un grupo de aspirantes cuya profesión es ser candidatos, con la expectativa de que les sirva de trampolín.
Urgente necesitamos a los gringos para, una vez tumben a Maduro, nos entreguen toneladas de Dramamine y, como son los únicos confiables, desbaraten el escandaloso tramado y nos ayuden para que haya elecciones y para recuperar la dignidad perdida. Y necesitamos también presidente: Un tigre como el Núñez de ayer o como el Abelardo de hoy.
La ciudad se ha convertido en la solicitada sede de los eventos nacionales e internacionales, y ha demostrado capacidad técnica y logística para satisfacer los más exigentes cánones de promotores y financiadores.
Sobresaliente lo de Abelardo, hombre caribe, decidido y frentero, que anuncia acabar con todos los vicios que nos acosan, y sobre todo con tanta posición pusilánime.
La consulta era simplemente una fuente de recursos que los bobales de este país creyeron que financiando debates limpiarían el proceso, cuando en realidad lo que lograron fue encarecer las campañas: mientras más dinero tengan, más gastan. Cepeda el malo es el más ideologizado, peligroso y detestable de sus fichas. Peor para Petro, y Dios nos ampare de semejante personaje.
Hoy, amén de lo jurídico, hay una pugna entre las autoridades porteñas y los habitantes del corredor portuario quienes, viendo todo lo que hace Álex por Barranquilla, piden ser parte del Distrito, porque se sienten abandonados, requieren con urgencia se les adelanten unas obras, y además temen que terminado el deprimido de La Gran Vía repercuta negativamente en su sector.
Pero el tema es local y, lástima que no exista el Nobel de la inquina persistente, que se lo ganaría INVÍAS pues, pese a la medida cautelar expedida por el Tribunal Administrativo del Atlántico ordenando suspender el proceso hasta que se cumplan legales requisitos previos, insiste en cobrarnos una absurda valorización.
El evidente fracaso de su gestión presidencial, que se le hundan sus proyectos de ley, que se desbarate la salud o se frustren las iniciativas que los ignorantes que tiene de asesores y hasta de ministros andan enunciando, incluso que se le niegue su proyecto de constituyente para eternizarse en el poder, ya no le importa, no lo afecta. Ya él está en otro viaje.
Si imaginan a Petro estableciendo claramente que su misión es gobernar para bien de todos, no importa la ideología, sólo cumpliendo a rajatabla lo que signifique el bienestar de la gente, otro gallo nos cantaría.