Hoy, amén de lo jurídico, hay una pugna entre las autoridades porteñas y los habitantes del corredor portuario quienes, viendo todo lo que hace Álex por Barranquilla, piden ser parte del Distrito, porque se sienten abandonados, requieren con urgencia se les adelanten unas obras, y además temen que terminado el deprimido de La Gran Vía repercuta negativamente en su sector.
Pero el tema es local y, lástima que no exista el Nobel de la inquina persistente, que se lo ganaría INVÍAS pues, pese a la medida cautelar expedida por el Tribunal Administrativo del Atlántico ordenando suspender el proceso hasta que se cumplan legales requisitos previos, insiste en cobrarnos una absurda valorización.
El evidente fracaso de su gestión presidencial, que se le hundan sus proyectos de ley, que se desbarate la salud o se frustren las iniciativas que los ignorantes que tiene de asesores y hasta de ministros andan enunciando, incluso que se le niegue su proyecto de constituyente para eternizarse en el poder, ya no le importa, no lo afecta. Ya él está en otro viaje.
Si imaginan a Petro estableciendo claramente que su misión es gobernar para bien de todos, no importa la ideología, sólo cumpliendo a rajatabla lo que signifique el bienestar de la gente, otro gallo nos cantaría.
No le queda sino tratar de evitar un papelón electoral conformando unas listas en las que sus mismos candidatos no le paran bolas, es el propio pellejo de ellos el que está en juego, ya saben que tienen que participar en la rebatiña porque petrismo propiamente dicho, aquél que arrastraba votos, ya no hay.
Claro que la rebatiña no es sólo del petrismo: aquí también hay pugnas bravas, como la de la Cabal con la viuda Tarazona que, dadas las circunstancias de cada una, no se les puede creer a ninguna de las dos pues Uribe no dice ni pío.
Lo que se haya degenerado hay que regenerarlo, esta vez también en manos de un hombre Caribe, Efraín Cepeda, quien durante su presidencia del Senado bloqueó todas las estupideces que se le ocurrieron a Petro, desde una ilusa constituyente, derrotándolo en todo, así como también lo derrotará en la elección final.
Ojalá los senadores “zarandetes” hayan entendido la importancia de esta decisión, pues le habrían entregado a Petro el manejo de todas las arbitrariedades que crucen por su desviada mente y, pese al poco tiempo que le queda y a su evidente ineficacia, es mucho el daño que podría hacer.
Juan B. Fernández era un ser que hacía sentir cercano a todo su entorno, y también se hacía querer por todos los que en alguna forma le trataron, que su don de gentes y su despreocupada simpatía hacían olvidar todos sus pergaminos y charreteras alcanzadas, que fueron muchas a lo largo de su vida, otorgándole la debida importancia a su interlocutor, cualquiera que fuera su condición.
Se trata de Efraín Cepeda Sarabia, quien durante su presidencia del senado demostró gran firmeza de carácter enfrentándose a los desvaríos de Petro y bloqueándole todos sus propósitos destructivos, además con gran elegancia y la finura de un hombre avezado en las lides de la pugnacidad política.