Sudán atraviesa hoy una crisis humanitaria de enormes proporciones. Sin embargo, no hay grandes portadas, ni campañas de solidaridad, ni banderas, ni llamativos eslóganes, ni debates urgentes. Aquí, donde proclamamos la herencia africana y solemos identificarnos con sus padecimientos, reina un silencio llamativo.
Entonces, puede ser un buen momento para revisar los métodos. Para empezar, los topes de gastos de las campañas deben tomarse en serio y reducirse a lo mínimo. También puede valer la pena limitar el acceso de los candidatos a las redes sociales y similares, utilizando solo canales institucionales.
El ejemplo de Ardern demuestra que la autoridad moral puede ser más eficaz que el grito y que la serenidad puede ser tan poderosa como cualquier postura beligerante. Tal vez ahí resida su mayor enseñanza: en recordar que el liderazgo auténtico no busca perpetuarse, sino servir con decencia, hacer lo correcto y saber retirarse a tiempo.
El nuevo Pumarejo es demasiado valioso para dejarlo en manos del azar. Mantenerlo no es un lujo: es un deber. Y un deber que, de no cumplirse, terminará costándonos mucho. Sería interesante saber qué proponen los responsables
La Luna del Río puede convertirse en eso, en un emblema de una Barranquilla moderna y confiada en su futuro. Conviene verla como un gesto de ambición urbana, una invitación a mirar hacia adelante.
Ojalá que los tajamares no engrosen la lista de pendientes vergonzantes que acarreamos desde hace rato. Ahí está el nuevo puente Pumarejo, acosado por el deterioro y sin doliente; el puente viejo, desmoronándose poco a poco y obstaculizando todo lo que justificó la construcción del nuevo; la Gran Vía, con su paquidérmico y desordenado desarrollo; y el malecón de La Loma, devorado por la manigua ante la indolencia de todos.
Se trata de una obra que explica, de una manera clara y contundente, la serie de situaciones que han llevado a la humanidad al escenario de crisis ambiental que vivimos hoy.
La mayoría de las medidas incluidas en la reforma, además de imprudentes, constituyen un nuevo golpe al bolsillo de los colombianos, que por estos tiempos se encuentra bastante maltrecho. Más aumentos en el precio de la gasolina y el ACPM, como se ha sugerido, significaría gravar prácticamente toda la canasta familiar.
La ciudad no necesita fanáticos enceguecidos ni detractores permanentes, sino ciudadanos capaces de reconocer los avances y de exigir lo que todavía falta de manera vigilante, demandando que los procesos públicos sean transparentes y justos.
Colombia no puede cometer el error de encarecer un insumo estratégico. Conviene, entonces, buscar mecanismos alternativos que fortalezcan la equidad sin debilitar la competitividad, porque la energía barata y bien gestionada sigue siendo uno de los pilares del desarrollo y del bienestar.