Camilo y el gourmet | Columna de Carlos Rosado
Recientemente, hace poco más de un mes, me invitó a su casa, en conjunto con otros amigos, con quienes compartimos la pasión por la buena gastronomía, muy a pesar de que Camilo no sabía ni hervir el agua. Sentí la necesidad de estar y viajé con ese propósito desde Bogotá, donde vivo. Si bien no pude quedarme mucho tiempo, aproveché al máximo su compañía, y debo ser sincero y mencionar en este escrito, que sentí que no lo volvería a ver. Hoy puedo comentarlo, como es normal no compartí esta sensación con nadie.