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Los sistemas de gobierno tienen una carrera contrarreloj para adaptarse a los cambios culturales. Porque lo cierto es que la transformación de una sociedad desencadena una metamorfosis en serie en distintas aristas sociales, económicas y políticas. Uno de los escenarios que en estos días ha estado en discusión han sido las cifras de envejecimiento en Colombia.

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El pasado 23 de julio, Corficolombiana, que es una corporación financiera dedicada a la estructuración, gestión y administración de empresas y proyectos en el país, indicó que el territorio atraviesa una transformación demográfica profunda. De acuerdo con su presidenta, Milena López, entre 2019 y 2024 los nacimientos cayeron un 31 % y, según estimaciones, para el 2050 una de cada cinco personas será mayor de 65 años.

Lo cierto es que este panorama, en definitiva, “cambia las reglas del juego” en la economía, las estructuras laborales y las decisiones que se toman como sociedad. Expertos señalan que el envejecimiento poblacional, si bien es un factor social presente y constantemente evaluado de forma global, en Colombia es complejo y desigual, por lo que exige respuestas específicas e inmediatas.

En el informe ‘Transición demográfica: cifras sobre el envejecimiento’, realizado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), la entidad estableció que, en los últimos años, el país ha registrado un comportamiento “inesperado” en las defunciones y los nacimientos. Cuando compararon las estimaciones con los datos observados, hallaron una caída más significativa en la tasa de natalidad y una tasa de mortalidad más baja de lo previsto.

Pero, en últimas, ¿qué significa que cada año nazcan menos personas y la esperanza de vida aumente? Y, principalmente, ¿cómo afecta este escenario al ciudadano de a pie?

Las nuevas dinámicas

El Dane evidenció que, en Colombia, la tasa de natalidad presenta una tendencia decreciente desde el año 2019. La reducción, entre el año 2015 y el año 2024, es de casi 6 puntos, pasando de 14,3 nacimientos por cada 1.000 habitantes a 8,4 nacimientos en el 2024.

Ese mismo año, se registraron 445.011 nacimientos en el país (70.538 menos que en el año 2023), con una reducción del 13,7 %. De acuerdo con el organismo, se trata del volumen de nacimientos más bajo reportado en la última década, con 32,7 % menos nacimientos que en el año 2015.

Para Jaime Rendón, director del Centro de Estudios e Investigaciones Rurales de la Universidad de La Salle, estas condiciones podrían considerarse “normales”, teniendo en cuenta que el país está atravesando procesos de modernización, urbanización y transformación de sus dinámicas culturales.

“Dichos cambios están relacionados fundamentalmente con una mayor educación de las mujeres, una mayor libertad en la decisión sobre el número de hijos que desean tener con sus parejas y, además, con condiciones económicas que también inciden en esta decisión. Es decir, factores que determinan que el número de hijos vaya disminuyendo”, explicó a esta casa editorial el experto.

Por otro lado, el estudio también indicó que esta caída anual es generalizada en los departamentos del país, siendo Vichada, Vaupés, Sucre y Magdalena los que reportan las mayores reducciones frente al 2023.

Sin embargo, tres de los cinco entes departamentales que registraron mayor descenso de nacimientos en los últimos cinco años están en el Caribe colombiano: Cesar, Amazonas, Atlántico, Magdalena, y Chocó.

En cuanto a las tasas específicas de fecundidad, que miden la frecuencia de nacimientos por 1.000 mujeres en cada grupo de edad quinquenal, registran una caída general en los últimos 10 años. El estudio arroja una reducción en el embarazo adolescente: en las jóvenes de 15 a 19 años de Colombia, se observó una disminución del 51,1 % en la tasa de fecundidad, que corresponde a 33,8 nacidos vivos menos en 2024, respecto a 2015.

No obstante, esta tendencia es observada con preocupación, ya que, ante un menor número de nacimientos, la cantidad de jóvenes irá disminuyendo con el tiempo. Lo que implica “una fuerza laboral menor que generará consecuencia económicas tanto en materia de salarios como en las dinámicas laborales”, sostuvo Rendón.

Por su lado, Jorge Quintero, docente de economía en la Universidad del Norte, complementó que estas nuevas dinámicas de la sociedad también están relacionadas con cómo las personas y los hogares tienen sus prioridades.

“El hecho de tener un hijo implica costos significativos, en términos de todas las demandas que eso conlleva. Ante un escenario en el que muchos hogares no cuentan con buenas condiciones laborales, o enfrentan incertidumbre sobre ellas, eso puede frenar el deseo de tener hijos”, relató Quintero.

Adicionalmente, puso de manifiesto que, gracias a esas mismas condiciones, las mujeres han aumentado su participación en el mercado laboral. Y aseveró que la pandemia también incidió en las decisiones de los hogares con respecto al número de hijos que desean tener.

No obstante, César Pabón, director de Investigaciones Económicas de Corfi, precisó durante el Foro ‘Transformación demográfica: las cifras del envejecimiento’, que “la caída de natalidad refleja una tendencia estructural influenciada por factores como la incertidumbre económica y el alto costo de vida. El consumo que no se cubre con ingresos laborales podría aumentar del 23,8 % al 31,6 % del PIB, y el gasto en salud podría llegar al 7,4 %. (...) Ante este panorama, el envejecimiento debe entenderse no solo como un desafío, sino también como una oportunidad para transformar sectores como la salud, la vivienda y el turismo”, expresó.

Nuevos retos

Las cifras del Dane proyectan que hacia el año 2036 la población de 60 años y más superará a la de menores de 15 años, lo que refleja un avance sostenido en el proceso de envejecimiento demográfico del país.

Cabe resaltar que, en la actualidad, Colombia tiene una esperanza de vida al nacer de 76,6 años. Sin embargo, las mujeres alcanzan una esperanza de vida mayor a la de los hombres, de acuerdo con la sobremortalidad masculina en edades jóvenes.

El centro de estadísticas también reveló que, según el ciclo de vida, la tasa de mortalidad —la cual evidencia cuántas personas mueren en una población durante un periodo de tiempo determinado— en adultos mayores presenta una leve disminución, pasando de 27,4 en 2015 a 25,4 en 2024; y en el ciclo de adulto maduro (que va de los 45 a los 59 años) también presenta una leve reducción, pasando de 3,6 en el año 2015, a 3,4 en el año 2024.

A juicio de Fernando Salazar-Arrieta, investigador senior de Minciencias, estas proyecciones llevan a pensar en rediseñar estrategias de acuerdo con la velocidad que van aconteciendo los cambios.

“Esto nos exige mayores capacidades de reaccionar y responder a los desafíos del mundo moderno y ajustar la planeación permanentemente a estos cambios. Si no respondemos con celeridad y eficiencia, las proyecciones que vamos identificando no nos servirán para atender y resolver las necesidades en materia de crecimiento y desarrollo económico y social”, manifestó el especialista.

A su turno, el docente Jorge Quintero aseveró que el hecho de tener una población que en unos años será mayoritariamente de edad avanzada, representa unas demandas importantes en áreas como la salud y el cuidado de los adultos mayores.

Dentro de los impactos económicos que mencionó el pedagogo se encuentra el sistema de pensiones, el cual requerirá más recursos debido a la escasez de cotizantes. Esto generaría un reto importante y exigirá nuevas reformas en esa materia.

Por otro lado, el mercado laboral experimentará transformaciones importantes, ya que la población joven disponible en esta área será menor, lo que generaría escasez de mano de obra.

Desde otro punto, Jaime Rendón se focalizó en el impacto en la población rural, insistiendo que este fenómeno demográfico se ha pronunciado más en el campo.

“Hacia 2050, el campo colombiano tendrá una tasa de envejecimiento más alta, lo cual obliga a implementar políticas públicas y mixtas muy concretas. Se necesita repoblar el campo y garantizar que la población joven no emigre hacia las ciudades, sino que vea en el campo una opción viable de vida”, mencionó.

En el Atlántico y el Caribe

No obstante, en el caso del Atlántico, continuó el experto, la pirámide poblacional muestra que todavía hay una amplia participación de jóvenes (entre 15 y 30 años) y de adultos (mayores de 30, pero menores de 60 años). Siendo los departamentos como Quindío, Caldas y Risaralda los que concentran las mayores proporciones de adultos mayores, según cifras del Dane (2024).

“Con esta estructura, se puede proyectar que el envejecimiento de la población en el Atlántico avanzará a una mayor velocidad que en la mayoría de los departamentos grandes del país, donde este proceso ya se inició hace al menos una década. Mientras que en otros departamentos ya se vive un proceso acelerado, en el Atlántico aún se conserva una población mayoritariamente joven o de edad intermedia”, complementó Rendón.

Y en la región Caribe, el fenómeno es similar. El experto confirmó que el Atlántico es el departamento más poblado, pero otros como Bolívar, Magdalena, Cesar y Córdoba también cuentan con una población importante. “Estos departamentos comparten las características demográficas del Atlántico: una población joven, con una alta participación de adultos en edad de trabajar”, sentenció.

Los desafíos de envejecer en un país desigual

Jaime Rendón resaltó que, en Colombia, las oportunidades no son las mismas para todos los sectores sociales. Por un lado, un tercio de la población tendría acceso a nuevas oportunidades económicas, demandará más bienes y servicios. No obstante, el otro gran segmento poblacional no contará con pensión y recursos para sostenerse en la vejez.

“Estará en condiciones de pobreza o incluso de miseria, y dependerá del Estado para su protección. Esto no solo implicará una enorme carga fiscal, sino que aumentará los riesgos de malnutrición, problemas de salud y precariedad para miles de adultos mayores”, finalizó.