Entre las calles angostas del barrio El Pueblo, en el que muy pocas casas tienen nomenclatura y todas las direcciones parecen ser iguales, se encuentra lo que habitantes del sector han llamado como 'el salón comunal'. Ubicado en la última cuadra de ese pequeño laberinto, donde si enfocas la vista en el horizonte, más allá del característico polvo que genera el arenal de una calle destapada y el matorral de una trocha que colinda con el arroyo de Las Malvinas, se puede visualizar la Avenida Ciudad Caribe. Justo allí, sobre piedras, arena, charcos y maleza se puede escuchar, sin esforzarse demasiado, el sonido del bateo, la risa de decenas de niños, y el alarido de darse aliento entre ellos mismos para ver si alguno, al fin, logra hacer un jonrón.
Para los niños del sector no existe una cancha. Hasta hace poco no tenían ningún implemento, pero con una improvisada indumentaria defensiva —los retazos de las ropas que ya no solían usar— vestían a su catcher; las ramas y los palos de las escobas —en lo que algunos llamarían 'efecto cenicienta'— tenían el derecho de convertirse en bate por una tarde; y cualquier bola de papel, checa o tapa hacía las veces de pelota en un espontáneo juego que solo se resume en una cosa: amor al béisbol.
Nunca han estado solos
A pesar de las carencias, los niños van de la mano de un acompañamiento emocional, social y cultural de 'la escuela de talento', un proyecto de fortalecimiento comunitario que desarrollan los líderes comunales de ese barrio, entre ellos cinco exintegrantes de las Farc-Ep, que buscan transferir conocimientos en deportes, artes y cultura a los jóvenes con el fin de que estos aprovechen su tiempo libre.
Leonardo, un hombre de aproximadamente 50 años, de tez media y mirada sonriente es uno de los excombatientes que hoy, alejado del monte y las armas, empuña ideas de cambio y de la mano de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) busca devolverles a los niños 'algo que pueda resarcir cualquier impasse que haya cometido'.
'La iniciativa de empezar este trabajo comunitario estaba desde hace rato. Esta comunidad convive con diferentes factores del conflicto y lastimosamente nuestros niños y jóvenes no son ajenos a ello. A través de un proceso con la comunidad y en articulación con la ARN hemos tratado de mirar cómo podemos interactuar y aportarles a los niños para que el flagelo de la guerra no les golpee como nos golpeó a nosotros', afirma Leonardo.