El cine me llevó a Queen, la película se llamaba Highlander. En español, la rara traducción era El inmortal. Mi papá la llevó a la casa cuando todavía existían los VHS y Video Acción, el lugar donde la alquiló. No recuerdo el año, pero sí la potente banda sonora, el sonido de las espadas empuñadas por Christopher Lambert, Sean Connery y Clancy Brown, mezclado con canciones como Princes of the Universe.
Después, los amigos del rock me mostraron más de Queen, como su interpretación en Live Aid (13 de julio de 1985), quizá la más legendaria y mediática.
'Mama, just killed a man, put a gun against his head, pulled my trigger, now he’s dead. Mama, life had just begun, but now I’ve gone and thrown it all away' (Mamá, acabo de matar a un hombre, le puse una pistola en la cabeza, apreté el gatillo, ahora está muerto), comenzaba a cantar en ese memorable recital y sentado frente al piano el gran Freddie Mercury.
Casi tres décadas más tarde el cine volvió a presentarme a Queen. El director Bryan Singer fue el encargado de revivir a Freddie Mercury y ponerlo a sonar con Brian May, Roger Taylor y John Deacon para el deleite de millones de seguidores en todo el mundo.
Bohemian Rhapsody: la historia de Freddie Mercury, llena las salas de cine del planeta, enmudece a los que la ven, los hace llorar, cantar, recordar viejos amores, soñar sobre lo soñado.
Más allá de los críticos, que en algunos casos la catalogan como un filme facilista hecho para los fanáticos, la cinta protagonizada por Rami Malek es un absoluto éxito, irrefutable. Al fin y al cabo, parafraseando al realizador alemán Werner Herzog: el cine es el arte de las masas, no de los académicos.
Y es que las cifras lo dicen todo. Tan solo en sus tres primeros días de exhibición (3, 4 y 5 de noviembre) en Estados Unidos y Canadá, la cinta alcanzó 51 millones de dólares. De lejos, fue la primera. Según sitios especializados, es posible que el filme supere los USD300 millones en todo el mundo.