A diario se levantan con una sola motivación: sus estudiantes. Esos que ya llaman hijos y a los que aconsejan como unos padres. Los mismos a los que una y otra vez corrigen, felicitan, pero ante todo, motivan.
Para ellos no hay mejor recompensa que ver tranquilos y emocionados a sus alumnos, los cuales muchas veces han visto entrar al colegio muy pequeños y salir con el título de bachiller en sus manos. A veces, incluso, reciben invitación de los grados como profesional, un símbolo del significado que tuvieron en sus vidas.
Algunos enseñan a crear empresa, otros a expresar sus sentimientos a través del arte, o a tener la confianza de contar cuando hay maltrato en el hogar. Todos buscan el bienestar de los alumnos.
A crear empresa
César Arturo Sánchez es claro al decir que de sus 60 años ha dedicado 42 años y tres meses a su vocación, la docencia.
Trabaja en el Instituto Distrital de Experiencias Pedagógicas, en el área comercial con las clases de contabilidad y emprendimiento.
'Mi primer título de vocación es maestro', confiesa. 'Ya en la Universidad del Atlántico conseguí el título de administrador de empresas y luego contaduría pública'.
De sexto a once enseña a los jóvenes a crear empresa y a poner en marcha sus ideas de emprendimiento.
Él aprendió a ser 'un estratega' con los adolescentes. 'Hay que saber cómo llegar, que entiendan el mensaje e incluso seguirles la corriente a veces'.
Buscar la superación
La tarea de ‘la seño Esther’, como le dicen a Esther Sandoval, docente orientadora del I.E.D. del Barrio Simón Bolívar, sede primaria, es guiar a todos los pequeños a un 'mundo mejor' alejándolos de los vicios y pandillas.
Hace 25 años trabaja en la institución. 'A diario vemos casos de abuso sexual o de maltrato, es difícil', cuenta. Ella es la encargada de brindarle la confianza necesaria a cada niño que va a su oficina.
Al llegar a cada curso tiene una ‘complicidad’ con los pequeños. Se trata de un saludo especial en los que ellos destacan que están 'muy bien, muy bien, muy bien. Extraordinariamente bien'.
Las hijas que no tuvo
Para Nancy Molinares las alumnas del colegio Marie Poussepin son las hijas que nunca tuvo. En su hogar ella es la única mujer –tiene esposo y dos hijos–.
Siempre supo que lo suyo era la docencia, no pensó en otra posibilidad para su futuro. 'Cuando jugábamos en la casa de pequeños yo siempre era la profesora', recuerda entre risas esta maestra que ha dedicado 40 años a la profesión, que más que eso, para ella es su pasión.
Entre pinturas, lápices y lienzos esta profesora busca la inspiración de cada estudiante, recordando una a una cuando 'se convierten en mujeres exitosas'.
Hasta que den las fuerzas
Omaira Santiago no sabe cuál es el límite de su amor a la docencia. Lleva 44 años con la misma entrega.
y devoción para 'educar al futuro de Colombia'.
A su cargo están los más grandes de primaria del Colegio Distrital San Vicente de Paúl. El área de sociales es lo que enseña, pero también se esmera en inculcar la responsabilidad.
Esta ‘seño’, como le dicen sus estudiantes, no califica por hacer las cosas 'bien o mal', ella asegura que se fija en 'el esmero y la responsabilidad que tiene cada uno. Lo demás , si hay un error, se puede corregir'.
Estas cuatro historias representan a los 7 mil docentes inscritos en la Secretaría Distrital de Educación que día a día educan a los niños de Barranquilla.
Nancy Molinares