Compartir:

Otro de los mitos que, en su medio siglo de supervivencia frente al monstruo, se le he endilgado a la Revolución en los cañaduzales de la isla encantada, es que el Son se fue de Cuba. Un mito que no es fácil desmentir y que tampoco es difícil probar.

La isla, de cabeza a cola, es música. Desde el Oriente a la Capital todo invita a bailar y a gozar. Por eso 'dar un paso' en La Habana no es un problema de ganas, sino algo natural.

Entonces ¿Se fue o se quedó el Son en Cuba? Interrogante con sabor, verdad que no vamos a despejar, pero sobre el cual vamos a alimentar un pasito más de conga rumba y reguetón. Lo importante es bailar. Y para ello necesitamos música. Y de la buena.

¿Se fue el son?

Para el historiador barranquillero Gustavo Bell Lemus, actual Embajador de Colombia ante el gobierno cubano, el Son se fue de la Isla. La razón que esgrime el historiador, con ancestro cubano, es que la música que más se difunde hoy en día entre la juventud es el reguetón.

Tal afirmación la expresó mientras conducía su automóvil por las principales vías de La Habana: La Rampla, La Quinta Avenida y El Malecón, en una tarde del reciente septiembre. Lo dijo sin son, pero lo dijo y no sonó extraño a nuestro oído acostumbrado groseramente al ritmo reguetonero de las emisoras y show musicales en las principales ciudades del Caribe colombiano.

La televisión estatal cubana difunde permanente esta música reguetonera interpretada por agrupaciones de jóvenes de ambos sexos. Lo que hace presumir que entre esa juventud no haya interés de preservar la herencia vibrante y brillante del son cubano.

ero es una presunción que admite prueba en contrario. Esa juventud sigue creando musicalmente dentro de la llamada moda del reguetón, recogiendo la tradición Afro y Caribe de esa expresión musical que permite contorsionar las caderas de los bailarines al mismo son de las olas del mar, pa’ lante y pa’ tras, arriba y abajo, pa’ ya y pa’ ca. En fin, sin dejar quieta la cadera. Bailar Son, es otra cosa.

Un género que se siente y se baila

No es fácil refutar la afirmación de Gustavo Bell, como buen historiador siempre estudioso y observador de lo que ocurre a su alrededor. Pero el Son cubano se siente y se baila en La Habana, tanto en La Vieja, repleta de nostalgia y de ritmo; como en la construida por la Revolución, la que llaman del ‘Primer Mundo’, la de los hoteles cinco estrellas. Y donde no faltan ni jabón ni papel higiénico, tampoco puede faltar el Son.

Para este amante secreto, como todo buen amante de la música cubana y del Caribe insular y continental, el Son permanece con su sonoridad y su cadencia en todos los rincones de La Habana. Y lo afirmo por la gozosa experiencia de bailar Ay cosita linda mamá (la célebre pieza de Pacho Galán) con el Septeto Son Tropical en uno de los restaurantes del hotel Melía Habana, donde cada noche se anima con Son o con Jazz. Y por el divertimento de tirar suela al mediodía en un rinconcito de La Bodeguita del Medio, sitio cumbre de la rumba habanera, mientras con una maraca prestada sonaba bajo cuerdas dobles, 'Colombia que linda y buena/ Bogotá, Barranquilla, Santa Marta y Cartagena', del reconocido difunto Polo Montañez.

La música es un atractivo. Un atractivo no solo cultural sino turístico. Por ello La Habana vieja vibra rítmicamente en sus estrechas calles empedradas, en sus balcones y en las esquinas más coquetas. En bares y restaurantes se oye y suena la armonía de cuerdas, cuero, madera, y voz, para contarle al turista que para el alma divertir, no se puede morir el Son.

A esa muerte no le apunta actualmente la Revolución. Fidel Castro, hace 25 años, le aceptó a Gabo, en una noche de diciembre, que él había cometido errores.

Uno de estos alejar la inversión extranjera de la isla. Alejamiento y el bloqueo económico yanki, que aún persiste, llevaron a García Márquez a decir, en esa noche de fin de año entre aguardientes y vodckas: 'Esto sin bloqueo al otro día estaría lleno de turismo' (Ver. pag 128 de Gabo no contado de Darío Arismendi).

Parece ser que el brujo de Macondo, declarado amante de la música, influyó para que la Revolución no perdiera el sabor del Son cubano, hoy atracción turística en la isla del cucuruchu de maní.

El humor reina en las letras

Isabelle Leymarie, en su libro La música cubana, al referirse al Son dice lo siguiente: 'Con sus distintas variantes locales como el nengón, el kiribá, el changüí o el sucusucu, constituyen la columna vertebral de la música popular cubana y de la salsa, su versión estadounidense.

Los músicos lo suelen combinar de manera totalmente natural con otros ritmos como el bolero, la guaracha o el danzón, y de hecho actualmente existe incluso el son-rap. Nacido a finales del siglo XIX en Oriente, en las haciendas de los alrededores de Guantánamo, Baracoa, Manzanillo y Santiago; en El Cobre, El Cristo, El Caney, Alto Songo y La Maya, el son consiste en una serie de reginas (cuartetas) alternadas con un estribillo cantado a coro. Sus letras, generalmente humorísticas, están inspiradas en triviales sucesos cotidianos como incendios, enfermedades o desengaños amorosos. Al igual que el calypso en Trinidad, el Son constituye una verdadera crónica de la vida cubana'. (Ver. pag. 20. Oceano.2003).

¡Un mojito para mí..!

El Son cubano entonces no se puede ir de la Isla por ser su sal. Sin Son Cuba tiene otro sabor. Y el sabor caribe de Cuba está en Oriente, tierra del Son, termina diciéndome el embajador Gustavo Bell Lemus. Un mojito pa mí...un whishy pa él. El Son no se ha ido todavía. ¡Brindemos por eso!

El día que Cuba se rindió ante el reguetón

Sucedió el 23 de marzo de 2010 en La Habana, exactamente frente a la Oficina de Intereses de Estados Unidos. René Pérez Joglar ‘Residente’, y Eduardo Cabra Martínez ‘Visitante’, líderes del dúo puertorriqueño Calle 13, ofrecieron un multitudinario concierto gratuito que fue disfrutado por miles de cubanos, en su mayoría jóvenes. '¡Brincando, Cuba! ¡Vamos a demostrarle al mundo que Cuba está viva!', cantaron ‘Residente’ y ‘Visitante’. El hecho demostró que Cuba no solo es son. El reguetón también tiene su espacio colonizado.