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'Nunca me he ganado un centavo que no sea con mi máquina de escribir', manifestó Gabriel García Márquez en su carta pública, fechada en abril de 1981, días después de que viajara rumbo a México y en respuesta a las razones fútiles que el gobierno de Julio César Turbay Ayala daba sobre su intempestiva salida del país.

Según los comunicados oficiales, respaldados por editoriales de prensa que tendieron mantos de duda, Gabo quería llamar la atención para publicitar su novela policíaca Crónica de una muerte anunciada o pretendía llevar a cabo una campaña de desprestigio contra Colombia. Ambos señalamientos fueron calificados por el escritor como frívolos y contradictorios.

En realidad, Gabo se exilió en el país azteca porque se enteró de que era el próximo en una lista de intelectuales perseguidos por el Gobierno, que habían sido apresados y sometidos a torturas, como el poeta Luis Vidales, el sociólogo barranquillero Orlando Fals Borda y la artista plástica bogotana Feliza Bursztyn.

El escritor y analista político León Valencia Agudelo corrobora las razones de García Márquez y recuerda para EL HERALDO el ambiente político de la época, un año antes de que el cataquero recibiera el Premio Nobel.

Dice Valencia que a raíz del Estatuto de Seguridad –para muchos inspiración de la seguridad democrática de Álvaro Uribe– expedido por Turbay Ayala se dio en Colombia una 'cacería de brujas' en contra de librepensadores e intelectuales, a quienes se les endilgaba 'tener nexos' con las guerrillas del M-19. 'Tuvo razón García Márquez al ponerse a salvo de una persecución injusta, sobre la que no hubo un proceso de verdad pública', refiere el analista.

La conducta represiva del presidente de la República la habían motivado el robo de armas de la guarnición militar del Cantón Norte (operación Ballena Azul) ocurrido en las vísperas del Año Nuevo de 1979 y la toma de la Embajada de República Dominicana, que se prolongó desde febrero hasta abril de 1980.

Turbay estaba empeñado en retener a ideólogos de izquierda e incluso a gente del campo de la cultura afín con la defensa de los derechos humanos.

A pesar de que la historia le reconoció al exmandatario el hecho de haber evitado una masacre en el episodio de la sede diplomática, no sucedió lo mismo –agrega Valencia– frente a la injusticia cometida con Gabo, pues ni Turbay ni los mandatarios que le precedieron le pidieron disculpas al colombiano más notable y quien 'tuvo que irse exiliado por una acusación infundada de alianza con las guerrillas'.

La posición gubernamental era azuzada por expresiones temerarias como la citada por Gabo: 'Aquí no hay poeta que valga', espetada por el general Luis Carlos Camacho Leyva, ministro de Defensa de Turbay, cuando fue detenido el poeta Vidales.

No obstante la descortesía estatal, García Márquez no manifestó algún sentimiento de rencor y, por el contrario, siempre estuvo dispuesto a colaborar con los gobiernos del país en temas que tuvieran que ver con la paz y el respeto de las libertades humanas.

Cualquiera podría pensar que el año siguiente, con los laureles del Premio Nobel, llegaría la reivindicación del Estado frente al inventor del realismo mágico. Pero León Valencia considera que la decisión de la Real Academia Sueca de Ciencias fue 'una bofetada impresionante' para el Gobierno colombiano, para ese momento en cabeza de Belisario Betancur Cuartas.

'Luego vino la celebración y todo el mundo se olvidó del asunto', recuerda el experto, y recalca que el escritor, en un acto de nobleza, 'omitió la injusticia e hizo una fiesta muy colombiana'.

Lo corrobora el mismo Gabo en su epístola aclaratoria, que no solía acudir a su derecho a la rectificación, como tampoco daba las gracias por los elogios ni se contrariaba por las ofensas. Con la certeza siempre de que sus lectores eran libres de pensar lo que bien les pareciera, así sus pensamientos fueran 'infames'.

Como si lo sucedido durante el mandato de Turbay no fuera nada, a pocas horas de su muerte, el Jueves Santo, Gabo siguió siendo blanco de ataques. Desde la llamada 'extrema derecha' en el actual escenario político nacional, la representante a la Cámara María Fernanda Cabal deseó el exilio eterno en el infierno al más grande colombiano de todos los tiempos.