En 25 años de carrera, Vladimir Flórez, Vladdo, ha reflejado una posición radical en su opinión, que sin lugar a dudas se ha convertido en un termómetro de cómo avanzan las cosas en nuestro país a través de las risas y pensamientos de sus personajes caricaturescos en la prensa de Colombia. Precisamente es lo que quiere reflejar en su libro Vladdo 1986 – 2011: 25 años en obra, que lanzó anoche en Barranquilla.
25 años de Vladdo en Colombia, ¿cómo ha visto pasar la política nacional a través de sus caricaturas?
Es un proceso muy interesante hacer una mirada retrospectiva de lo que ha sido el país y por otro lado el periodismo, porque hace 25 años se hacía periodismo de otra forma: los computadores eran unos aparatos bastante extraños en las redacciones, todo se hacía con máquinas de escribir, escritorios de madera, armaban los periódicos con bisturís y reglas, cortando papel y pegando. No había ni internet ni Google. Internet le ha dado un vuelco total al modo de escribir, de dibujar, de publicar. Ha habido una transformación interesante y profunda de la que todavía no podemos sacar conclusiones.
¿Considera que Colombia es una caricatura?
Nosotros vivimos en un país donde no faltan los temas para los que nos dedicamos a comentar la realidad, las noticias. Uno se nutre de muchas cosas: si alguien opina de algo, yo opino de eso. Uno trata de buscar una aproximación. Colombia más que un país de caricatura es un país dinámico en información, se produce demasiada información ya sea buena o mala. Hay mucho que uno puede hacer. Uno no depende de uno sino de la realidad nacional que uno no se inventa sino que exagera.
¿Es la opinión de Vladdo lo que muchos colombianos también piensan pero no expresan?
Hubo una época donde uno decía y dibujaba cosas que contradecían lo que el resto de colombianos opinaban. Yo soy antiuribista desde que Uribe tenía un 3% de popularidad en las encuestas, y ese trabajo no era muy bien recibido y era calificado de ingratitud y de ceguera, pero hoy por hoy creo que después de todo lo que hemos visto se han dado cuenta de que no estaba tan loco. Hago caricaturas para exponer unos puntos de vista y compartir con el lector lo que pienso. En lo posible pienso ponerme en los pies del lector, pero a veces es imposible. Creo que en general hay cierta empatía entre lo que hago y el lector, porque puedo decirles lo que creo, siento y pienso. No tengo censuras y eso es positivo.
¿Cómo ve el tema de la censura a los periodistas en Colombia?
No todos los periodistas de este país pueden decir lo que piensan. Uno tiene que ser radical porque si uno es tolerante con un poquito de censura, eso puede derivar en la intromisión completa o recibir órdenes que afecten tu trabajo. Hay periódicos que tienen una línea clara o definida donde los temas prácticamente no se tocan. Soy muy radical y gracias a eso me he ganado una fama de ‘pelión’, pero también gracias a eso he podido mantener cierta credibilidad entre los lectores. Diga lo que diga, así sean bobadas, siempre es lo que yo pienso finalmente y no está acomodado a ningún medio o corriente política.
¿Cómo hace un hombre para opinar con mente de mujer desde la visión de Aleida?
Los hombres debemos ponernos en los tacones de las mujeres, contraviniendo la cultura machista en la cual nos maleducaron. Estamos en una sociedad donde si una mujer hace cosas de hombres es una verraca, pero si un tipo hace cosas de mujeres es un maricón. Dejar salir ese lado femenino a un hombre le cuesta pero es por los prejuicios de la sociedad. He tratado de rebelarme en contra de eso.
¿Por qué cerraste tu cuenta en Twitter y como fue la decisión de reabrirla?
Cerré la cuenta en ese momento porque, como un expresidente, “se me bajaron las autodefensas”, y porque me harté de los insultos. Decidí volver porque me hicieron caer en cuenta que quedarme callado era darle gusto a mis contradictores. Después de un mes regresé y aquí sigo.
¿Es la vida de Vladdo una caricatura?
Es como preguntarle al médico si es una inyección ambulante o una aspirina que habla. La gente cree que uno es un ambientador o recreacionista. Esperan que uno llegue con un chiste o un cuento a las reuniones sociales. Yo no siempre estoy en son de ‘mamar gallo’. A veces estoy de humor, otras veces no, pero no hay una actitud permanente de estar haciendo chistes o mofarse de todo el mundo. Mi vida no es una caricatura.
Por Jairo Soto Hernández
Twitter @JairoSoto