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Sucre

Sucre: un contraste en medio de inundaciones

Las esperanzas de los damnificados del sur del departamento de retornar a sus casas para diciembre se han perdido con el continuo ingreso de las aguas del río Cauca.

Las desbordadas aguas del río Cauca que mantienen inundadas desde finales de agosto a poblaciones de las subregiones Mojana y San Jorge, en el sur de Sucre, muestran diversas realidades alrededor de un mismo hecho.

Mujeres y hombres que ven pasar los días sin solución a sus problemas, no hay producción, jóvenes con sueños paralizados, niños que no van a la escuela, pero que se divierten en las aguas que salen como chorros en los puentes y los más pequeños que duermen plácidamente en una hamaca sobre las aguas.

La profesora que hizo de un aula de clases su albergue y los que ante la primera embestida de las aguas del Cauca ya llevan 16 y 11 años, respectivamente, viviendo en la vía, donde han encontrado su modo de vida. Un alcalde y su gestora social que los visita con frecuencia no solo para llevarles ayudas sino también para saber cómo están y que se dirige a ellos con nombres propio porque los conoce no solo de vista sino de trato precisamente porque no es primera vez que calamidades como estas los ponen frente a frente.

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Este es el panorama que afrontan los habitantes de 13 de los 19 corregimientos del municipio de San Benito que se han apostado a los costados de la vía San Marcos-Majagual, a la altura de las veredas Las Pozas, Las Malvinas, Las Parcelas y La Plaza.

En esta última zona que limita con Majagual -donde también hay cambuches a su paso por el corregimiento de La Sierpe- es donde más familias están concentradas en los cambuches elaborados con palos, palma, madera y plástico. Son unas 90 familias de las 220 en total que tapizan la calzada asfaltada no solo con su numerosa presencia sino con sus pesares.

Amelia de Jesús Madarriaga de Pérez, o La Pibe, como la llaman, tiene 64 años, nació en el municipio de Caimito, pero hace 61 años habita la vereda Las Pozas en San Benito y desde el 2005 cuando también una creciente del río Cauca inundó la zona como ahora, decidió quedarse en la vía.

“Yo decidí quedarme aquí en la vía y después lo hicieron otras personas en el 2010 y ahora con esta corriente que vino en compañía del covid y que ha sido la más mala para mí porque por mi edad no me dejan trabajar y mi vida ha cambiado ciento por ciento”, dice Amelia que en la vía vende, cuando hay, pescado y gallinas.

A ella, al igual que a Santa Generosa Pérez, las atemoriza estar viviendo en la vía “porque no ha faltado en estos momentos el loco que pasa duro en los carros y ha matado perros y gallinas y nos preocupa que eso pase con nuestros niños”, anota Santa, mientras que Amelia dice que le ha tocado, en este tiempo, dormir con un ojo abierto y el otro cerrado y con ambos abiertos cuando hay tempestades, como la de la madrugada del lunes que amenazó con arrastrar los cambuches y que aumentó los niveles de las aguas, que ya habían bajado en un 80 por ciento.

Santa Generosa llegó desde el 29 de agosto a la vía con sus hijos y sus 6 nietos, el mayor de apenas 6 años. Las aguas la hicieron salir de Las Pozas y ahora comparten entre todos un mismo espacio en el que hay camas, hamacas, hornilla y hasta baño. La división del espacio solo está en la memoria de quienes lo habitan porque para el visitante todo es una sola cosa.

Ella y su hija rememoran lo ocurrido hace muchos años cuando en un diciembre que la corriente las cogió en la vía, como ocurrirá ahora, les prendieron, con un juego pirotécnico, los cambuches en medio de la oscuridad, porque esa es otra de las situaciones que afrontan, estar a oscuras.

Rigoberto Pérez, tiene 31 años, y es uno de los que por estos días se gana la vida en la vía calzando trasmallos, es decir, alistándolos para la pesca, actividad a la que él también se dedica. Este instrumento, al igual que canoas, también se los ha donado la alcaldía de San Benito para que pesquen y tengan como subsistir mientras se supera la emergencia.

En el sector de Las Malvinas uno de los que está sobre la vía es Ángel Nicanor Suárez Tobío. Llegó hace 4 meses porque la zona de la ciénaga donde habitaba está inundada. En su cambuche hay 8 personas que al igual que él en el año 2010 tuvieron que vivir una situación similar, pero en ese momento se fueron para la vía de San Marcos.

Le da gracias a Dios porque el hombre es un animal de costumbre y por eso esta estadía sobre la vía la ha aprovechado para pescar y ese producto le sirve para ellos comer y vender.  

Sabe que la hicotea es un alimento que a muchos les gusta y aunque es prohibida su caza y venta, en estos momentos de calamidad también les ha servido de mucho para la subsistencia.

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La mentira que le dijeron al Presidente

Otro que al igual que La Pibe lleva años apostado en la vía San Marcos-Majagual es Julio Calixto Mendoza. Salió hace 11 años del sector de las Parcelas de Santa Fe y sin imaginarlo decidió no regresar más a ese sector.

“Hice ese rancho y no me he inundado nunca más. Aquí en la vía me va mejor. Uno saca el pescado y lo vende, saca la gallina y la vende, y todo lo que uno necesita comer pasa por aquí por la carretera. La vía ha sido  la vida mía y de todos los que estamos aquí”, dijo.

Y no es mentira. Muchos de los que llevan años en el camino han montado su negocio de venta de comidas y los conductores de vehículos de carga son sus principales comensales.

Mendoza, que es además un gran líder de la zona, asegura que los trabajos para el cierre de Cara ’e Gato, por donde el río Cauca abrió un boquete de 450 metros, no están dando buenos resultados. “Esa es una millonada de plata perdida, esa cantidad de agua no permite que se tape eso en esta época. Mejor nos hubiesen dado esa plata a nosotros con unas ayudas para estar aquí mientras bajan las aguas. Esa plata está perdida y la gente que viene de allá dice que esos costales ya se los llevó el agua otra vez. Al Presidente le echaron embuste esos ingenieros”, dice Julio Calixto.

Una de las mujeres que vive desde hace tres meses en la vía, a la altura de La Plaza, es Sanid Caldera Álvarez. Tiene 63 años y las aguas la hicieron salir con 7 personas más de su zona de confort, entre ellos 3 nietos menores de edad que integran el grupo de 12 que se divierten lanzándose desde la cabecera de un puente de concreto hacia las caudalosas aguas del Cauca. Esta práctica recreativa para ellos, pero hasta riesgosa aunque sepan nadar, se ha vuelto la diversión de los pequeños después de llenar las guías escolares, si es que les llegan, porque a las escuelas no han podido regresar no solo porque están inundadas sino porque también las tomaron de albergue como es el caso de la sede principal de la Institución Educativa El Cauchal, donde están acomodadas en 18 salones 36 familias.

Aunque en el polideportivo la alcaldía adecuó unos salones para que los estudiantes de los tres últimos grados acudieran a las clases esto no se produjo porque los docentes dicen que no es posible.

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La docente Isbelia Pulido Escalante, quien lleva 41 años vinculada al magisterio, quiso dar ejemplo e irse a su casa porque ya las aguas habían disminuido en gran medida, pero el lunes en la mañana regresó al colegio y no precisamente a impartir conocimientos, sino  a refugiarse porque las crecientes volvieron a inundar su vivienda superando incluso el nivel de las ventanas.

“Allá no puedo estar. Las aguas tienen todo inundado. Yo llegué aquí desde el de septiembre. En mi salón hay tres familias con la mía y sumamos 14 personas, estamos hacinados”, anota la maestra que reconoce que se necesitan las aulas para dictar clases.

Dani Delgado, una joven abogada y líder de esta zona de La Plaza, confirma que hay 132 familias damnificadas y que “la situación está difícil por todo lo que se está viviendo, nos falta de todo porque se perdieron las cosechas y los animales. Nos alivia que se está cogiendo pescado en estos momentos”, anota la mujer que exterioriza que las esperanzas de todos los afectados están en el cierre del boquete en Cara e’ gato y que el Cauca se apiade de ellos y no rompa por otra parte.

Manuel Cadrazco Salcedo, que cumple su tercer período como alcalde de San Benito, asegura que la situación que se vive en la población sigue siendo de dificultad total porque tienen 13 corregimientos y 24 veredas inundadas, además de 8 barrios en la zona urbana, entre ellos la zona comercial.

“Al aumentar las aguas por las lluvias también aumentan los niveles de las que nos siguen llegando del río Cauca y por eso la dificultad es grave. En el sector vial que va de San Marcos a Majagual las aguas empezaron a sobrepasar la calzada entre La Plaza y El Cauchal. Entre los sectores de Calle Nueva, El Chupo, Las Pozas, Las Malvinas,

Las Parcelas de Santa Fe, La Plaza, Las Chispas, El Cauchal y Remolino mantenemos unas 220 familias en la vía con cambuches, otras 36 en el colegio de bachillerato de El Cauchal y en un albergue de las vaqueras de la finca de la familia Monterroza otras 22 familias”, anota el mandatario que al igual que su esposa, la gestora social Milagro Martelo ya trabajan en lo que será la entrega de aguinaldos para estas familias que tanto lo necesitan.

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