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Todo camino comienza y termina con un solo paso. Un único, solo y anecdótico paso que a veces, y no siempre con la justicia de por medio, se vuelve más importante que todo lo recorrido.

El transitar de este Junior 2011-2 termina hoy en Manizales ante un viejo némesis. El viaje lo iniciamos con algo de escepticismo y mucho de incertidumbre luego del inesperado cambio en la dirección técnica y unos poco halagadores primeros partidos. Con el andar se fueron disipando las dudas y se consolidó un estilo basado en la buena memoria de una base que disputa su tercera final y; sobre todo, en una convicción interna que nos ha dado un enorme ejemplo de solidaridad y sacrificio.

Lo que hemos vivido en estas rondas finales alrededor del Junior se torna único e histórico. El corazón se arruga, los ojos brillan y la voz se quiebra ante el recuerdo fresco de lo que representó y está representando para toda una región y una afición el sacar fuerzas de flaqueza ante la inicial adversidad. Ha de pasar mucho tiempo para que el inexorable viento de la memoria termine deshojando el capítulo del libro que estos hombres de pantalón corto han escrito.

Este Junior nos ha enseñado que la fuerza de una idea no es doblegable, y que alrededor del cariño que genera podemos encontrar lo mejor de nosotros mismos. Ojalá algún día la mística rojiblanca que se vive en la región traspasara las camisetas y se plasmara en todo lo que hacemos. Nos iría mejor en todo sentido.

No puedo saber si seremos campeones. 10 millones de corazones lo anhelan, y la razón dice que tenemos fútbol para intentarlo. Al frente tenemos un rival que luchará igualmente con sus propias virtudes por lo que considera le pertenece. Será entonces una enorme y bella fiesta alrededor de la bola. Independientemente de lo que pase y de quien cosa otra estrella en su escudo, los valores que han caracterizado a este Junior 2011 se traducen en un pecho henchido de orgullo. Hoy, más que nunca y con seguridad menos que mañana y que pasado, me siento orgulloso de ser Juniorista.

En tierras extrañas damos hoy el último paso. Hasta allá sentirán en la cancha el empuje y el aliento de todos a los que representan. Los que andan con la bola son uno, y a la vez son millones. Quedan 90 minutos para pasar de la historia a la inmortalidad. Vamos a creer todos, una vez más y como siempre, que es posible.

Con alma de tiburón

Alfredo Sabbagh