Los perros se ahogaron, las gallinas están a precios de remate y el ganado que alcanzó a sobrevivir es ofrecido, en muchos casos, por menos de la mitad de su valor original. Todo es una pesadilla. Hay campesinos que lo perdieron todo, hay familias que hace una semana duermen húmedos a las afueras de una iglesia lejana. Hay madres llorando. Hay padres maldiciendo. Hay bebés enfermos. Hay labriegos aprovechándose del éxodo obligado de sus coterráneos. Hay agua donde antes solo era tierra.
La Mojana está sumergida –de nuevo– en una añeja y angustiante pesadilla. Esta subregión, una extensa tierra de al menos 500 mil hectáreas que es bañada por las aguas del río Cauca, San Jorge y Loba, un brazo del Magdalena, y que agrupa a 11 municipios de Sucre, Córdoba, Bolívar y Antioquia, se encontró de frente con los fantasmas de la tragedia que ocurrió en 2010, una herida que aún no cierra y que fue ocasionada por el Fenómeno de la Niña, que dejó a más de 200 mil personas daminificadas.
Debido a ese cruel recuerdo, por estos días nadie duerme. Desde que las aguas del río Cauca rompieron el muro de contención de Cara’e Gato, ubicado en San Jacinto del Cauca (Bolívar), los miles de habitantes de esta amplía y rica región en fauna y flora se han visto envueltos en una horrenda realidad: huir despavoridos con lo poco que puedan tener en sus manos hacia tierras altas, una compleja y dolorosa tarea en una zona que está rodeada de agua, demasiada agua.
Los reportes de afectados por las inundaciones, que no son completos ni precisos debido a la magnitud de la emergencia, alcanzan a dimensionar el mal rato que están pasando los habitantes de La Mojana.