
La Ley del Montes | Petro, 100 días: ¿aprueba o se raja?
¿Cómo le ha ido al presidente desde que llegó a la Casa de Nariño el pasado 7 de agosto?
En los primeros 100 días de un gobierno –desde los tiempos de Franklin D. Roosevelt en los Estados Unidos– lo que queda en evidencia –más que políticas y ejecuciones, que por obvias razones deben esperar meses y hasta años para materializarse–es el liderazgo del nuevo presidente y su capacidad de generar consensos. Es su talante, como diría Álvaro Gómez Hurtado.
En estos primeros 100 días de mandato de Gustavo Petro lo que estamos percibiendo los colombianos es precisamente su talante presidencial. Petro es un presidente que gobierna con un estilo muy personal, en el que prima –más que los consensos– su propia manera de ver y hacer las cosas. No es Barco, que escuchaba; ni Pastrana, que delegaba; ni Uribe, que confrontaba. Petro prefiere ministros aduladores que aquellos que lo cuestionen. A Petro como presidente le gustan los “Yes man”, en lugar de quienes le hagan ver sus equivocaciones o deficiencias. Así fue de alcalde de Bogotá, que lo digan Antonio Navarro y Daniel García Peña, funcionarios bien preparados, pero fugaces de su administración.
En estos primeros 100 días de gobierno lo que Petro ha mostrado con creces es su voluntad de hacer las cosas a su manera. Pero está visto que la sola voluntad del presidente no es suficiente para que las cosas se hagan. Cuando en el Cauca, por ejemplo, Petro habló del “enemigo interno” se refería precisamente a la manera intrincada y confusa como está diseñado el Estado colombiano, que hace que muchas veces ni la voluntad del presidente sea suficiente para que las cosas se hagan. “Dice el presidente: hay que comprar tierras. Y alguien responde: eso no se puede, presidente”, declaró Petro, impotente y frustrado en el Cauca.
En estos primeros 100 días hay, pues, mucha voluntad y pocas realizaciones por parte de Petro. Muchos discursos destemplados y pocas obras concretas. Muchos ministros con declaraciones altisonantes y poca gestión.
Entre las cosas concretas para mostrar que tiene Petro en estos primeros 100 días están la reforma tributaria y la reforma de la paz total, iniciativas que hacen parte fundamental y estructural de su gobierno. Está también el anuncio de la compra de 3 millones de hectáreas a los ganaderos afiliados a Fedegan para dárselas a los campesinos. Pero a esta ambiciosa iniciativa todavía le falta un hervor, que tiene que ver con el cómo lo hará el gobierno y con qué recursos.
La aprobación de la tributaria mostró en toda su dimensión no solo el talante de Petro, sino el de su gobierno y el de sus amigos congresistas, encabezados por el presidente del Senado, Roy Barreras, quien se puso al frente de la “aplanadora oficialista”, para sacar adelante la iniciativa. La tributaria fue aprobada por un Congreso bien aceitado con mermelada, pero sin duda tanto su discusión, como su aprobación, merecían mucho más tiempo, dado los grandes y graves efectos que tendrá en la economía.
La llamada “Ley de Paz Total” también mereció una mayor discusión. Pero la “voluntad suprema” de Roy Barreras no lo permitió.
¿Cómo le ha ido a Petro en sus primeros 100 días de gobierno?
Se equivocó el gobierno de Petro y el Congreso de Roy Barreras –su fiel servidor– al sacar a los pupitrazos la reforma tributaria. Por ser la más ambiciosa de todas las presentadas por todos los gobiernos en la historia de Colombia, con un recaudo proyectado de 20 billones de pesos, la tributaria merecía una mayor discusión y una mayor socialización. Reunirse con los gremios y no escucharlos, no es socializar una iniciativa. La tributaria salió a la medida del gobierno y de los lobistas con músculo financiero, que terminaron “peluqueándola” para su propio beneficio.
La famosa “tributaria contra los ricos”, como la promovió Petro, terminó afectando –como todas las tributarias– a la clase media y a los más pobres, que serán quienes paguen los platos rotos de los llamados pomposamente “impuestos a los ricos”. Al cargarle la mano de forma inclemente al sector de los hidrocarburos y la minería, que garantizan la estabilidad de la economía nacional –aunque a Petro y a la ministra Vélez les duela– es jugar con la suerte de millones de familias colombianas. Es poner en riesgo su supervivencia, es exponerlos a pasar hambre en cuestión de meses. Ojalá que la risa que mostraron Roy Barreras y sus amigos, después de aprobar la tributaria, no se convierta en amargura para ellos y para millones de colombianos.
En estos primeros 100 días de gobierno, quedó claro que Petro y la ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, quieren salvar al mundo de la catástrofe climática.
Ellos decidieron tomar esa bandera. Lástima –eso si– que el mundo no se de por enterado de la lucha altruista de Petro y Vélez. La crisis medioambiental del universo no es por culpa de Colombia, obviamente.
Pero ni Petro ni Vélez lo han querido entender. Y la reforma tributaria lo demuestra, pues lo que pretende es desincentivar y desmotivar la exploración, explotación y exportación de petróleo, que es el principal generador de moneda extranjera que tenemos. Lo que pretenden –y lo van a lograr en cuestión de meses– es torcerle el pescuezo a la única gallina que nos da de comer. Mientras el mundo entero –incluyendo la Venezuela de Maduro– busca darle más bríos a la exploración petrolera, Colombia –que está muy por debajo de Venezuela en esa materia– promueve todo lo contrario: sepultar para siempre la mayor fuente generadora de riqueza del país.
Señor presidente y señora ministra, cómo hacemos para que entiendan que Colombia depende de la exportación de un producto básico: el petróleo. Punto. No hay café, no hay esmeraldas, no hay aguacates, no hay computadores… No hay nada. Solo petróleo, que tampoco es que sea mucho. Por eso es que debemos seguir explorando. Lástima que en estos primeros 100 días de gobierno no lo hayan entendido.
En estos primeros 100 días quedó en evidencia que el gobierno de Petro requiere con urgencia de estrictos controles y fuertes contrapesos. Y –por desgracia– hasta el momento no los hay. Toda democracia se fortalece a partir de una oposición solida. El Congreso quedó sometido a la voluntad del gobierno, con unos partidos políticos voraces y sedientos de mermelada, que no dudaron un segundo en postrarse a los pies del presidente y sus amigos.
Roy Barreras se encargó de endulzar los oídos y los bolsillos de quienes –inclusive– fueron contradictores y adversarios del candidato Petro. Ahí están los partidos Liberal, Conservador y La U, ahítos de mermelada. Todos tienen amigos y funcionarios en la nómina oficial. Este Congreso no será, pues, el contrapeso que el gobierno de Petro requiere. Ante la falta de espacios y garantías, quienes están llamados a ser opositores han terminado valiéndose de maromas y bochinches para tratar de llamar la atención. Los gremios también deben unirse y fortalecerse ante la actitud avasallante del gobierno. Unos gremios desunidos serán presa fácil del Ejecutivo, como ocurrió en Venezuela.

En un mundo interconectado y globalizado, todo lo que diga un presidente o sus altos funcionarios –absolutamente todo– tiene efectos inmediatos. “Ahora resulta que el presidente no puede hablar, porque todo lo que diga puede subir el dólar”, dijo Petro recientemente ante un auditorio, que con risas le celebró el chascarrillo. Pues resulta que no es un chiste, porque –en efecto– todo lo que diga Petro o sus ministros tiene consecuencias en un mundo y unos mercados muy sensibles.
Cada imprudencia de Petro nos puede costar millones, como ya nos ha costado. ¿Cuánto nos costó el solo anuncio de la ministra Vélez de que no habrá más contratos de exploración y explotación de petróleo? En estos primeros 100 días, Petro no ha dejado de ser candidato presidencial. Sigue en campaña. Y eso es grave para el país, porque Petro ya no tiene las libertades que tenía antes para decir lo primero que se le pase por la cabeza. Antes podía manipular la información y hasta mentir. Hoy no puede hacerlo.
Cada trino suyo, como si fuera candidato, tiene efectos demoledores. La buena voluntad de Petro para que las cosas salgan bien se estrella contra una realidad que le pone talanqueras y lo obliga a ser prudente. Mientras el buen gobernante sabe escuchar para tomar decisiones, el mal gobernante solo se deja llevar por sus instintos. En estos primeros 100 días, Petro mostró una enorme sensibilidad y empatía con los más vulnerables y un evidente malestar con quienes han ostentado privilegios. De candidato podía expresar afecto hacia unos y rechazo hacia otros, como presidente está obligado a gobernar para todos. Ya es hora que entienda que los tiempos de campaña quedaron atrás.