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El Poliscopio | Populismo: ¿terreno fértil?

A raíz del liderazgo de Gustavo Petro en las encuestas, las alertas sobre el populismo se tomaron la campaña presidencial y se convirtieron en el ataque preferido de sus contradictores.

Tras la publicación de una serie de recientes encuestas de medios de comunicación quedó claro que la candidatura de Gustavo Petro ha experimentado un importante crecimiento en respaldo popular. Si bien el exalcalde de Bogotá no encabeza todos los sondeos, hoy tendría ganado un puesto en la segunda vuelta. Esa nueva fotografía de la campaña potenció los ataques contra Petro, al que el resto de aspirantes califica de populista. 

Al candidato de la Colombia Humana le recuerdan su gestión como alcalde de Bogotá, pobremente calificada por la mayoría de sus gobernados hace dos años. El uribista Iván Duque, por ejemplo, afirmó que “el populismo no le sirve al país. Casi destruye a Bogotá”. El exvicepresidente Vargas Lleras, quien lleva meses atacando a Petro, listó más de una decena de razones por las que Petro era populista: “populismo es ilusionar a los colombianos con  objetivos que no se van a cumplir”. Hasta Sergio Fajardo, quien promueve un discurso menos confrontacional, se vio obligado a marcar distancia con el candidato izquierdista: “Gustavo Petro está en la polarización”. Más allá de estos ataques de campaña, ¿a qué se refieren exactamente cuando un político es llamado ‘populista’ y por qué genera tanto temor? 

Una palabra, dos tradiciones

El surgimiento y la consolidación del populismo es una discusión que hoy goza de la mayor vigencia intelectual en Estados Unidos y Europa. Los triunfos del brexit en Reino Unido y de Donald Trump fueron considerados en 2016 la puerta de entrada a una ola de victorias populistas en el mundo desarrollado que nunca se consolidó. En 2017 en Francia Emmanuel Macron paró en seco al Frente Nacional de Marine Le Pen y la canciller Ángela Merkel ganó fácilmente su reelección. No obstante, una revisión más cercana de las votaciones refleja que el populismo europeo pasa por su mejor momento. 

La agencia Bloomberg analizó resultados electorales en 22 naciones europeas en las últimas décadas y comprobó que el apoyo a los partidos populistas de derecha radical está en su punto más alto en 30 años. El 16 por ciento del total de votos depositados en los comicios de Europa Occidental fueron para estas organizaciones. Alemania, Holanda, Polonia, Hungría y los países escandinavos cuentan con partidos populistas que hoy atraen muchos seguidores. 

Aunque este populismo anglosajón no proviene de la misma tradición histórica que su contraparte latinoamericana, ambas tendencias comparten rasgos similares. Al igual que los europeos, el populismo de esta región maneja una retórica antiélites, un discurso antiglobalización económica, con un fuerte componente de nacionalismo y una preferencia por fuerte intervención del Estado en la economía. 

A ambos lados del Atlántico los movimientos populistas se caracterizan por no constituir una ideología sino más bien una lógica, una forma de actuar en la política. Más que izquierda o derecha, el populismo, sea en Francia, Suecia o en Venezuela, está centrado en una batalla entre dos grupos, ‘las élites’ y ‘el pueblo’. La lógica populista siempre es dual y funciona como una división entre nosotros versus ellos. Las ‘élites’ son siempre corruptas, ‘mafiosas’ y manipuladoras. Pueden ser los banqueros de Wall Street, los cosmopolitas globalizados de Londres, los neoliberales de París que favorecen la inmigración, los políticos tradicionales en Colombia, los imperialistas yanquis o los medios de comunicación con sus noticias falsas.

‘El pueblo’ siempre es puro y no necesariamente lo constituyen todos los que no son ricos. Pueden ser miembros de la clase media blanca norteamericana, obreros sindicalizados alemanes, pensionados de la tercera edad, jóvenes urbanos con educación universitaria y sin empleo. El líder populista toma la voz del ‘pueblo’ en contra de la opresión de estas élites mafiosas. En el caso europeo, por ejemplo, la incapacidad de un inmenso grupo de trabajadores de participar en la nueva economía digital y de servicios ha alimentado la frustración que se ha transformado en votos para estos partidos. 

Populismo y castrochavismo

Gobiernos izquierdistas en países como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina han desplegado en años recientes agendas populistas. El venezolano Hugo Chávez fue el máximo líder de esta oleada que algunos bautizaron como ‘neopopulismo’. Las características de esta forma de hacer política están hoy en Gustavo Petro como estuvieron en Chávez: un liderazgo carismático y un estilo caudillista, una relación directa entre líder y ciudadanos sin intermediarios como partidos, un afán de remover instituciones y crear nuevas a la medida, mayor estatización de la economía y una retórica antiélites y anti-Establecimiento. 

Para los opositores de Petro, su populismo no es más que la cara económica del ‘castrochavismo’: el señalamiento de la derecha colombiana de la eventual implementación de un sistema económico y político, híbrido entre el comunismo de Cuba y el populismo de Venezuela. Clave anotar que elementos populistas como los descritos arriba también se presentan en el discurso uribista e incluso en el de anticorrupción de la Coalición Colombia de Sergio Fajardo. No obstante, el discurso petrista sí contiene aspectos anti-sistema más radicales que la mayoría de sus contradictores. 

Terreno fértil 

El terreno en Colombia para el populismo es fértil. La insatisfacción con las instituciones es alta y el sistema político hace rato que no responde a las demandas ciudadanas. Mientras los colombianos piden empleo, más seguridad urbana y mejor servicios de salud, las élites políticas solo quieren reproducir un esquema que los enriquece pero que ya no resuelve muchas de esas demandas.  

Las dos narrativas electorales hoy en pugna –el anti-Farc versus el anti-sistema político y corrupción– contienen elementos populistas. Como escribe el profesor Cas Mudde: “Los populistas frecuentemente hacen las preguntas correctas pero dan las respuestas erróneas”. Hay que encontrar la forma de hablar de la desigualdad económica, la corrupción del Establecimiento, y de las falencias y beneficios del acuerdo de paz sin destruir la poca institucionalidad que nos queda y con la voluntad de asumir reformas y cambios necesarios.

Trinos de papel

• Cinco miserables años al exgobernador Lyons por robarse Córdoba avalados por la Corte Suprema de Justicia. Si vas a robar, no te robes un pan o un carro, ¡róbate un departamento entero!

• Decisión de diario @elespectador de cobrar su contenido abre una cuestión que atañe a todos los medios de comunicación noticiosos tradicionales : ¿producen un producto tan diferenciado y de tal calidad como para que usuarios estén dispuestos a pagar por esos contenidos?

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