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Política

El Poliscopio | El colombiano pesimista: personaje del año 2017

Entre los desafíos de la economía y las atractivas oportunidades de la paz, la mayoría de colombianos le apostaba a lo segundo.

Desde que hace 90 años la revista estadounidense Time inauguró el “Personaje del Año”, este ejercicio periodístico decembrino permite destacar a una persona que encarna los hechos más relevantes del año que termina. En muchas ocasiones medios de comunicación en distintos países han seleccionado no una sino varias personas (Las denunciantes del acoso sexual en este año), la Tierra en peligro ambiental (Planeta del Año de Time en 1988) y  hasta la naciente computadora (Máquina del Año de la misma revista en 1982). Esta es también una tradición arraigada por mucho tiempo en el periodismo colombiano. 

El 2017 ha sido un año con muchos protagonistas que se disputarán esas listas de personajes. Por ejemplo los líderes sociales que hoy están en la mira de actores armados ilegales mientras las cifras de sus asesinatos crecen. El exvicepresidente Germán Vargas quien con su salida del Gobierno, su nueva postura crítica y aproximación al voto de la derecha, transformó el balance de fuerzas políticas para la campaña de 2018. Una inclusión controversial podrían ser los desmovilizados de la guerrilla de las Farc que ya participan en el debate público. Los deportistas, como Rigoberto Urán, que grandes alegrías han traído al país. 

Pero ha habido momentos en que la selección se ha enfocado, más que en una persona o grupo de personas específicas, en un arquetipo colectivo. Es decir, en un símbolo de un momento o de un fenómeno. Siguiendo con los ejemplos de la revista Time, en 2011 el escogido fue el “manifestante” por los movimientos de protesta alrededor del mundo o en 1969 que se escogió a la clase media estadounidense por su crecimiento. En esa línea el Personaje del Año en 2017 para El Poliscopio es el colombiano pesimista. 

Reina el pesimismo

En el papel 2017 pintaba como un buen año para Colombia. Si bien negros nubarrones se cernían sobre el dinamismo económico hace doce meses, la firma del Acuerdo de Paz en el Teatro Colón significaba la apertura de un sinnúmero de oportunidades. El llamado “dividendo” de la paz se traduciría en mayor actividad económica y el surgimiento de nuevos sectores como el turismo en áreas de conflicto. En este balance entre los difíciles desafíos de la economía y las atractivas oportunidades de la paz la mayoría de colombianos le apostaba a lo segundo. 

No obstante, las encuestas reflejan que, durante este año que termina, el impulso optimista de finales de 2016 no logró mantenerse el tiempo suficiente. Al contrario, la herencia pesimista que ha caracterizado la mayor parte de la era Santos definió el tono del debate público en 2017. Por ejemplo, según la medición de Invamer, en mayo pasado el 74 por ciento de los colombianos pensaba que el país marchaba por mal camino. La más reciente medición de diciembre de la misma firma registra ese indicador en 71 por ciento. Esa sensación de que “las cosas están empeorando” se confirma en los sondeos de Gallup: con excepción de Barranquilla, el pesimismo aumentó en las otras cuatro grandes ciudades. 

“¡Es la economía, estúpido!”

El estado de ánimo de la sociedad colombiana en 2017 estuvo marcado por la incertidumbre económica y los escándalos de corrupción. La entrada en vigencia de la reforma tributaria –y en especial el aumento del IVA– golpeó duramente a los hogares que sintieron un fuerte freno frente a los años de bonanza de años recientes. Los temas del “bolsillo” empezaron a subir dentro de las principales preocupaciones de los colombianos. 

Al mismo tiempo, el año empezó con las revelaciones de las investigaciones de Odebrecht que salpicaron a los dos bloques políticos más importantes del país que disputaron la segunda vuelta en 2014. A ese escándalo de origen internacional se sumaron una andanada de denuncias nacionales y regionales que involucraron a gobernantes, congresistas, jueces, fiscales, magistrados, altos funcionarios y empresarios. Los carteles de la “toga” y la “hemofilia”, entre otros, compiten aún hoy por los titulares en los medios de comunicación. 

Corrupción, desempleo y la salud lideran hoy de lejos la lista de prioridades que los colombianos quisieran que el Estado resolviera. No es casualidad la fortaleza que en las encuestas presidenciales están registrando candidatos que agitan el discurso anticorrupción como el exgobernador Sergio Fajardo de la Coalición Colombia y el ex alcalde Gustavo Petro. Mientras que la implementación de los acuerdos de paz con las Farc son prioritarios para el 3,8 por ciento de los encuestados en la última medición de Invamer, la corrupción lo es para el 23,4 y el desempleo para el 19. 

¿Cómo vota un pesimista?

El colombiano pesimista es el Personaje del 2017 porque detrás de muchos de los hechos políticos del año se esconde ese estado de ánimo colectivo. A pesar del optimismo generado por los acuerdos, los ciudadanos mantuvieron un alto grado de escepticismo durante el primer año de la implementación de los acuerdos de paz. Ese rechazo mayoritario registrado en las encuestas limitó severamente el margen de maniobra del Gobierno en esa etapa inicial. No es lo mismo enfrentar problemas de seguridad regional, cumplimiento de lo pactado y críticas de la oposición con apoyo popular que sin él.     

Además, durante este año ese ciudadano pesimista estuvo en la mira de los análisis de las campañas presidenciales tanto de la oposición como del Gobierno y de los independientes. Que varios aspirantes hayan endurecido su postura frente a los acuerdos de paz –incluso tras haber participado en el Gobierno– es reflejo de esa lectura. Igualmente, desde las tercerías se lee el pesimismo creado por los escándalos de corrupción como una oportunidad de cambio del Statu quo.     

Esa combinación de desconfianza, indignación y resignación que hoy pulula en muchas mesas de comedor de los hogares colombianos es el Personaje del Año 2017. 

Trinos de papel
  • Más allá de las diferencias ideológicas el ejercicio de lista cerrada que protagonizó el Centro Democrático en el Congreso dejo lecciones tanto favorables (la disciplina de partido y los nuevos liderazgos), como negativas (caudillismo fuerte).
  • Montar una campaña política sobre la decencia es meritorio para el país, en especial, si se tiene hoja de vida limpia para sustentarla. Lo difícil es atribuir a una persona o grupo el monopolio del ejercicio decente de la política. 
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