Ante un mundo constelado de tantos problemas que van desde las guerras hasta la crisis económica, pasando por el hambre, las inundaciones, los terremotos y las enfermedades, un deporte de multitudes como el fútbol se ha convertido en un gran tonificador anímico de la humanidad. Colombia no podía ser la excepción.
Y victorias resonantes como las obtenidas por la Selección ante Uruguay y Chile desatan el desfogue de un país como Colombia, que ha sido durante varias décadas un peligroso volcán donde han confluido elementos explosivos como la guerrilla, el paramilitarismo, el narcotráfico, la pobreza, la miseria, el desplazamiento y la corrupción. Todo lo cual ha alimentado la agenda noticiosa nacional, llevando al alma de los colombianos una sensación de desesperanza y no futuro.
Afortunadamente, el peso abrumador de estos componentes disolventes de nuestra sociedad y del sistema democrático ha disminuido un poco y las expectativas sobre el devenir del país son hoy más optimistas, sobre todo tras el anuncio de los diálogos de paz con las Farc.
Pero nada como el fútbol tiene la capacidad para activar hoy el optimismo colombiano. Lo que ha pasado entre el 7 y el 11 de septiembre con los triunfos rotundos de la Selección ha tenido un impacto tremendamente positivo en el espíritu de los colombianos. La sensación derrotista que prevalecía antes de estos dos encuentros futbolísticos ha cedido a una sensación de optimismo, que debe transmitirse a todos los ámbitos de la vida nacional.
La Selección ha demostrado que sí se puede, que sí podemos retornar al Mundial de Fútbol después de estar ausentes de los mundiales de Corea-Japón, Alemania y Suráfrica.
Y varios factores han coincidido en este resurgimiento del combinado patrio. Primero, la existencia de una generación de jugadores talentosos que ha venido creciendo, simbolizada en Falcao, que, de seguir así, podría terminar en el Barcelona o Real Madrid, dos de los equipos más emblemáticos del mundo. Segundo, el retorno al estilo de jugar que distinguió a los célebres seleccionados del Pibe Valderrama, Asprilla, Iguarán, Rincón, Valencia, Leonel Álvarez, Higuita, Chonto Herrera, etc. Tercero, la presencia de un técnico como Pékerman que, luego de un debut no muy fulgurante, fue estructurando un equipo armonioso, respetuoso del toque de balón y eficazmente goleador, que era una de las virtudes que nos hacía falta para tornarnos un onceno más contundente y poderoso. Frente a los uruguayos y chilenos superamos esa desesperante sequía de gol. Anotamos 7 y solo recibimos 1. Extraordinario el balance.
Orgullo sentimos, a la vez de que a esta nueva Selección estén aportando figuras costeñas como Falcao, Teo Gutiérrez, Macnelly Torres y Aldo Leao Ramírez. Y, desde luego, nos declaramos muy contentos de que el calor de la afición barranquillera haya sido decisivo para empujar anímicamente a la Selección.
Haber escalado al segundo lugar de la Eliminatoria impone el desafío de seguir luchando para estar entre los cuatro mejores del Continente. Nos espera el partido siguiente frente a la selección de Paraguay, ante la cual hay que ratificar el buen fútbol mostrado ante Uruguay y Chile.
Y sigamos ganando para que el balompié sea un factor potenciador del optimismo colombiano. Este es un país que para dejar atrás sus grandes problemas y frustraciones tiene que sentirse ganador. Y el fútbol nos está indicando que sí se puede.