
En “El mito científico de la enfermedad mental” (EL HERALDO Dominical, 8 de febrero de 1998) anoté que el concepto de enfermedad o trastorno mental es acientífico, anticuado y dañino, pues autoriza el tratamiento de personas diagnosticadas (intervenciones voluntarias) o acusadas (intervenciones involuntarias) como enfermos mentales.
¿Qué tenemos en mente cuando seguimos, desactualizadamente, hablando de trastornos mentales?, preguntaba en el artículo. Contesté que lo típico suelen ser los siguientes asuntos: enfermedades médicas o literales que cursan con alteraciones indeseadas de la conducta, la locura en su sentido clásico de desorden pasional, el crimen, el consumo de sustancias prohibidas, y los conflictos personales o interpersonales. Agrega EL HERALDO (19 de marzo de 2012): “¿Quién atiende a los enfermos mentales? Colombia no tiene política para atender a esta población”. El desquiciado que es llevado a la fuerza al manicomio no es atendido: es amarrado, física o químicamente. Hay dos clases de pacientes: los pacientes y los presos, los atendidos y los amarrados. Hay dos tipos de tratamientos, los consentidos y los forzados, los tratamientos y las torturas.
¿Qué tienen que ver estos valores morales de sentido común con la ciencia médica? Nada. La ideología de la salud mental es la continuación histórica de la ideología de la salvación. En la época de la Inquisición, quemaban a los herejes para salvar sus almas. En la época de la Inquisición psiquiátrica, encerramos a los psicóticos para preservar su salud mental.
En una sociedad civilizada, regida por el Estado de derecho, es fundamental que distingamos entre las intervenciones profesionales consensuadas y las coercitivas. En las voluntarias no hay dilemas éticos. En las forzadas, por el simple hecho de ser a las malas, surgen enseguida inquietudes morales, jurídicas y políticas. ¿Qué es más importante, la salud mental o la libertad? Para los ideólogos del Estado Terapéutico, la salud mental es un valor primordial, y justifica cualquier modo de intervención. Para los liberales (en el sentido primigenio del término, es decir para los partidarios de la libertad y de la responsabilidad de los ciudadanos), las coacciones y las torturas definidas como curas y tratamientos son inadmisibles.
Fernando Luis Gómez
Médico Psicoanalista
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