
Voces de apoyo y de rechazo. Optimismo moderado. Es el ambiente que se vive a escasos tres días de que en Oslo, Noruega, el Gobierno Nacional y las Farc inicien —el miércoles— el cuarto de los procesos que permita alcanzar la anhelada paz que pondría fin a más de medio siglo de violencia.
El primer intentó de negociación fue durante el gobierno de Belisario Betancur. A inicios de los ochenta en Casa Verde, antiguo campamento madre de las Farc en La Uribe, Meta, avanzó ese diálogo que llegó hasta la declaración de un alto al fuego y el nacimiento del partido político Unión Patriótica. Sin embargo, más de 3.000 de sus militantes fueron asesinados por paramilitares y militares.
Esa negociación fracasó en 1987 cuando se constituyó la Coordinadora Nacional Guerrillera Simón Bolívar, integrada también por los grupos subversivos ELN y EPL, que en 1991 y 1992 entró en negociaciones con el gobierno de César Gaviria, primero en Caracas, Venezuela, y luego en Tlaxcala, México. Al final tampoco hubo un acuerdo.
Luego quien lo intentó fue el presidente Andrés Pastrana, entre 1998 y 2002. Todo desencadenó en resultados fallidos y en una muy dura critica en su contra por la zona de despeje del Caguán, de 42.000 kilómetros cuadrados que comprendía los municipios de La Uribe, Mesetas, La Macarena y Vista Hermosa, en el departamento del Meta, y San Vicente del Caguán, en Caquetá, porque las Farc convirtieron esa área en un laboratorio para el secuestros, el narcotráfico y otros crímenes.
Sobre el proceso de paz que ahora lanza el gobierno de Juan Manuel Santos, EL HERALDO consultó al integrante de Colombianos y Colombianas por la Paz, director de cine y columnista Lisandro Duque; al politólogo e internacionalista Vicente Torrijos y al catedrático y politólogo Alejo Vargas:
Unas Farc más políticas
Estoy cruzando los dedos para que el proceso sea exitoso. Esta es la última oportunidad en muchos años de poder obtener una opción negociada al conflicto armado. Obviamente, también tengo el temor de que todo pueda desbaratarse por las fuerzas extremas que definitivamente no comparten el proceso: supongo que la guerra ha ido convirtiéndose en un magnífico negocio.
Hay quienes piensan que no conviene empezar con un cese al fuego; yo no lo comparto, me parece que es un tecnicismo político inaceptable. Si las experiencias anteriores supuestamente han arrojado que empezar con cese al fuego puede ser contraproducente, pues doctores tiene la Iglesia, que llaman, pero si recordamos el Caguán, en donde no se exigió tregua mientras conversaban, los resultados no fueron los mejores. De todas maneras, un cese al fuego pudiera significar que podríamos tener dos o tres meses, o un año, con una disminución en la mortandad que hemos padecido a lo largo de los años.
Creo que en las actuales Farc hay una transición, hay una nueva generación de dirigencia que no tiene los pergaminos de Marulanda, Jojoy, Raúl Reyes o Cano y, aunque es también histórica, tiene un origen más académico, más político, más urbano: es el caso de Timochenko, Iván Márquez, Pablo Catatumbo, que son gente formada en política y eso marca una diferencia que posiblemente permita suponer que esta es una generación más sinceramente interesada en los beneficios de una paz duradera, que la anterior generación.
¿Guerrilla o nuevo socio electoral?
Este proceso es una estupenda manera para legitimar el terrorismo de las Farc porque, de un momento a otro, se han convertido en interlocutor político válido en este país, en refundador del Estado y, gracias al terrorismo que desataron durante todos estos años, han obtenido el privilegio de negociar una agenda por encima del Congreso de la República, con lo cual se envía un mensaje negativo a la población.
Cuando las Farc dicen que no tienen secuestrados ni trafican con drogas es una monumental falacia y esa es la mejor muestra de engaño a la población ya que está absolutamente claro que siguen secuestrando, como lo dijo hace una semana el general (José Roberto) León Riaño, además de que siguen adelantando operaciones terroristas a lo largo y ancho del país. Los últimos datos de la Fiscalía lo que están demostrando no es que no haya secuestrados en poder de las Farc sino que no se sabe exactamente en poder de quién están. Sobre esas 2 mil personas a las que ahora quieren llamar con ese eufemismo rampante de desaparecidos, lo que tenemos que preguntarnos es: ¿los que están vivos, en manos de quién están?, porque es apenas normal que un porcentaje de esos secuestrados estén en poder de las Farc. En estos momentos, a mi juicio, lo único confiable es lo que las familias digan.
Creo que hay una intención reeleccionista tanto del Gobierno como de las Farc. Me explico: las Farc son las más interesadas en que los diálogos prosperen y en llegar a un acuerdo rápido con el Gobierno porque eso les dará acceso al poder político, que es algo que nunca han tenido. Entonces, sin entregar las armas, sin renunciar a la violencia, sin diluirse como organización insurgente, sencillamente, van a llegar al poder, a ministerios, a institutos, a departamentos administrativos, a organismos de control, tras una negociación extrarrápida que no va a durar más de ocho o 12 meses. Y la aspiración más grande que tienen es la vicepresidencial con el presidente Juan Manuel Santos, ya que en aras de la reconciliación ¿por qué no tener un candidato de las Farc en la fórmula vicepresidencial en la reelección? Es una hipótesis, por supuesto, pero no es descabellada.
No será fácil, pero hay posibilidades
Yo veo la mesa de diálogos con un optimismo realista, porque este tipo de procesos tienen muchas dificultades, pero yo creería que hay altas posibilidades para que termine en un acuerdo de paz. Una de las preocupaciones son los tiempos, porque parece no haber acuerdos sobre este tema, ya que el Gobierno ha hablado de meses y las Farc han dicho que no se pueden poner fechas fatales. Otra preocupación, la más importante, sería la dificultad para llegar a acuerdos en algunos puntos, pero no son insalvables y, por lo que se conoce de conversaciones previas, muchos de esos temas están, para decirlo coloquialmente, ‘masticados’. Adicionalmente, me parece que un problema, que no es de la mesa pero que tiene que ver con todo el proceso, es que no hay un diálogo con el ELN, y es importante que eso se dé y que sea verdad que hay delegados del Gobierno conversando con esa guerrilla.
En el Caguán estábamos con unas Farc bastante engreídas por los triunfos militares que habían tenido sobre la Fuerza Pública y con unas Farc que soñaban con una victoria militar. Hoy, tras los golpes que les han propinado, no pueden tener la hipótesis de una victoria militar y, por lo tanto, existe la negociación como la salida más viable y más honorable. Por eso yo creo en la disposición de las Farc en este proceso, no desde el corazón sino por los hechos, porque en cualquier otra circunstancia la muerte de Cano, luego de que hubiera empezado los diálogos con Santos, hubiera conllevado al fin de los acercamientos y sin embargo Timochenko lo que le hizo saber al Gobierno fue “listo, sigamos”. Además, esta es una agenda bastante concreta frente a lo que fue todo el listado de puntos del Caguán o de conversaciones anteriores. También es importante analizar que primera vez las Farc firman una agenda sobre el fin del conflicto y la dejación de armas, cosa que jamás habían aceptado en ninguna agenda de negociación anterior.
Por Tomás Betín Del Río
tomas.betin@elheraldo.co