"Dos de los casos que encontró EL HERALDO están relacionados con el Batallón Vergara y Velasco de Malambo, Atlántico.s

Cuatro familias costeñas aseguran a EL HERALDO, con pruebas, que sus seres queridos desaparecieron a manos del Ejército, mientras prestaban su servicio militar, hace cinco, 10 y hasta 20 años. No obstante, el ente castrense asegura que los soldados desertaron o pidieron la baja.

Al respecto, el director del colectivo de abogados ‘Opción Jurídica’, Arturo Mojica, advierte que “si fuera verdad que los muchachos simplemente se fueron, no dejarían pasar décadas sin comunicarse con sus familias, al menos a decir que están bien”. A su vez, Reinaldo Villalba, del colectivo ‘José Alvear Restrepo’, señala que “en estos casos la gran falla es del Estado por su falta de investigación, por conformarse con lo que dicen los militares”.

“El soldado que se llevó a mi hijo dizque está loco”
El soldado samario Jeinner Cogollo Amado, tres días después de haber terminado su servicio militar en el Batallón de Infantería José María Córdoba, en Santa Marta, según cuenta su madre, Dennis Cogollo, “salió con el soldado profesional Nelson Ovallos Niño, que lo llevó a Bogotá y luego a Cúcuta. Yo hablé con él el 11 de octubre (de 2009) y me dijo que regresaba el 12, pero nunca regresó”. El viaje era, supuestamente, para comprar una moto y, según los registros, Ovallos lo dejó en un parque de Cúcuta con 4 millones de pesos y desde ahí no se supo más. Pero Ovallos, que habría sido el último que tuvo contacto con él, no ha hablado, entre otras cosas porque “el coronel Juan Morales López, Comandante del Batallón Vergara y Velasco de Malambo, Atlántico, al que pertenece Ovallos, nos pasó una historia clínica donde se informa que Ovallos es un enfermo siquiátrico y que no pueden llamarlo a declarar ni detenerlo porque está recluido en un sanatorio”.

Enseguida, la madre puso el denuncio en la Fiscalía, adonde llamó en una ocasión y “me dijeron que cómo así que él estaba en un sanatorio, si él viene aquí normal, con su abogado, y pregunta qué han sabido”. El caso está en la Fiscalía 6 de Desaparición Forzada de Cúcuta, en indagación preliminar. “Yo estoy muy agobiada”, dice doña Dennis con la voz quebrada. Fuentes del Ejército solo le dijeron a este diario que Cogollo terminó su servicio militar el 3 de octubre de 2009.

“A mi hijo lo mataron por no hacer un ‘falso positivo”
El cabo monteriano del Ejército Raúl Antonio Carvajal Londoño, que pertenecía al Batallón Ricaurte, de Bucaramanga, habría muerto en un supuesto combate contra la columna ‘Arturo Ruiz’ de las Farc el 8 de octubre de 2006, según la versión oficial.

Sin embargo, en febrero del año pasado, su padre, Raúl Carvajal, sorprendió a todo el país cuando llegó a la Plaza de Bolívar en su viejo camión azul, de placas PAH 605, en el que, en la parte de atrás, cargaba con los restos de su hijo. En ese momento, el señor Carvajal le dijo a EL HERALDO que a su hijo lo mataron porque no quiso hacer parte de un ‘falso positivo’ que le ordenaron sus superiores: “a mi hijo Raúl lo mataron y me informaron que había sido en un combate, donde murió otro uniformado y uno más resultó herido”.

No obstante, dos temas despertaron las sospechas de Carvajal: “el cadáver tenía señales de tortura, y el Ejército dice que es que se les cayó cuando lo sacaban del monte; y, además, la última vez que hablé con él, 25 días antes de que lo mataran, me dijo que se quería retirar porque lo habían mandado a él a matar a dos muchachos y él no había querido”.

El padre cargaba con los restos de su hijo porque el cadáver se lo habían entregado, según él, el 8 de febrero pasado, “porque se venció el tiempo de la tumba”. El abogado Reinaldo Villalba le dijo a este diario que “el caso fue archivado porque la Fiscalía no hizo mayores avances”.

“Mi hijo denunció a un mayor por maltrato físico”
José Francisco Donado Bossio, de Fundación, Magdalena, tenía 18 años y prestaba su servicio militar profesional en el Batallón de Vista Hermosa, Meta. Cuenta su madre, doña Ana Bossio, que “en cada pueblo que llegaba, me llamaba y me decía que estaba bien. La última llamada fue el 28 de diciembre de 2002 y me dijo que esperaba vacaciones en enero. Pero primero llegó a mi casa una citación porque mi hijo, supuestamente, había desaparecido”.

Donado, en carta a la Defensoría del Pueblo, fechada el 6 de octubre de 2002, denuncia al mayor José Antonio Espinosa Granados porque “él abusó de su grado, agrediéndome físicamente y verbalmente (sic), golpeándome varias veces por la cara y partes del cuerpo”.

A su madre le dijeron en el Ejército que su hijo había renunciado y en la búsqueda “un soldado me dijo que lo había visto en un batallón entre La Guajira y Cesar, y que estaba gordo y de civil. Entonces puse una demanda y me la negaron, me mandaron una carta donde supuestamente él renuncia al Ejército pero la firma es falsa, porque además un investigador del CTI dijo que era falsa”. Fuentes militares le dijeron a EL HERALDO que Donado “pidió su baja” el 30 de diciembre de 2002. El proceso está en la Fiscalía 47 de Desaparición Forzada pero sin decisiones de fondo.

“Yo necesito una explicación, estoy dispuesta a soportar lo que ellos me digan, pero quiero una respuesta”, clama doña Ana.

“Mi hijo andaba con la esposa de un teniente”
Aunque fuentes del Ejército le dijeron a EL HERALDO que el barranquillero Hernando Díaz Arroyo “desertó” en 1993, mientras prestaba su servicio militar en el Batallón Vergara y Velasco de Malambo, Atlántico, es otra cosa lo que denuncia su madre, doña Rosario Arroyo: “Antes de los carnavales fui a visitarlo, pero me dijeron que lo habían mandado de servicio a la Batalla de Flores, y el miércoles de ceniza me dijeron que lo habían trasladado para La Guajira.

Me fui para Riohacha y hablé con un capitán, que me dijo que estaba en Guayabal, pero que no fuera hasta allá porque no había carro. Me confié, y aunque no me llamó más, él estaba para salir el 7 de agosto. Sin embargo, mi hijo nunca llegó. Cuando pregunto, un militar me dice que desertó. Puse la denuncia y en la Fiscalía (Regional Barranquilla) el expediente se perdió, y desde entonces es un misterio y todos se tiran la pelotica”.

Una declaración entregada por un compañero de Díaz Arroyo en 1994 (este diario omite mencionar nombres para no afectar la investigación), señala que un sargento viceprimero le ordenó que declarara que su colega había desertado y, como lo advierte doña Rosario, “y dice además que mi hijo andaba mucho con la esposa de un teniente, que la muchacha era joven y bonita”.

La madre, en lágrimas, pide “saber dónde está mi hijo, al menos sus restos”. El proceso lo lleva la Fiscalía 54 de Derechos Humanos y está en investigación previa.

Por Tomás Betín del Río
Bogotá

 

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