Gabriela de Luna no llegó al mono araña café por un camino recto. La curiosidad, el azar y la urgencia la condujeron hasta esa especie esquiva, casi invisible en los fragmentos de bosque del Magdalena Medio.
“Yo empecé haciendo investigación en conservación y educación, pero en otras especies completamente distintas. Mi tesis de pregrado era sobre ranas, en el Parque Nacional Tinigua, en La Macarena, y cuando llegué no estaba lloviendo, no había ranas”.
Ese giro inesperado la llevó a integrarse al equipo de primatólogos que ya estaba en el terreno, entre ellos Andrés Link, con quien años después fundaría la Fundación Proyecto Primates. En ese primer acercamiento, sin saberlo, empezó la ruta que la conectaría con una de las especies más amenazadas del mundo: el mono araña café, también conocido como marimonda del Magdalena.
Aunque en un comienzo trabajaban con los monos araña amazónicos, una investigación filogenética reveló que los del centro del país eran una especie distinta, endémica de Colombia, y que no había información sobre sus poblaciones.
“Nos pusimos a pensar, bueno, chévere ir a ver si están. Y los encontramos, que era una buena noticia, pero estaban viviendo en pedacitos de bosque muy chiquiticos. Fue un poco chocante ver eso, después de venir de selvas continuas”, cuenta Gabriela.
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Trabajo arduo
A partir de ese hallazgo, empezó un trabajo de campo que lleva más de dos décadas y que ha combinado ciencia, educación, construcción de redes locales y mucha paciencia.
“Es una metodología que yo aprendí hace poco que se llama bola de nieve. Una persona dice ‘en mi finca hay’, entonces vas, y esa persona dice ‘yo creo que en la finca de no sé quién también hay’, y así uno va armando un mapa de presencias”, explica.
Pero no es fácil ver a los monos. Han sido históricamente cazados, se ocultan, huyen rápido. “Los encuentras por segundos, ellos salen a perderse. Entonces la idea es contar cuántos viste, y luego con eso hacemos unos cálculos para estimar la población”.
Hasta ahora, esa estimación es preocupante: se calcula que quedan menos del 15% de los bosques que alguna vez habitaron, y sus poblaciones están tan fragmentadas y presionadas que figuran entre los 25 primates más amenazados del planeta.
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La costa Caribe colombiana también hace parte de su territorio. “A La Guajira llegamos por una estudiante que dijo ‘yo quiero estar aquí’, y se metió a buscar. Fue gracias a su esfuerzo que pudimos confirmar la presencia en esa zona”, señala. Son poblaciones pequeñas, aisladas, que sobreviven en medio de una transformación profunda del paisaje.
Cifras alarmantes
Los números no están a favor del mono araña café. Necesitan grandes extensiones de bosque para vivir —hasta 300 hectáreas por grupo—, pero hoy sobreviven en fragmentos de 40 o 50 hectáreas, y cualquier presión adicional puede desaparecerlos. “Con que haya una cacería cada dos o tres meses, en un par de años ya no tienes... no dan los números”, advierte.
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Reconocida por NatGeo
Por ese trabajo constante y colectivo, Gabriela fue reconocida este año por National Geographic Society con el Wayfinder Award 2025, un premio que honra a exploradores que están redefiniendo el liderazgo en la conservación y la educación. Lo recibió, dice, con gratitud, pero también con una carga de responsabilidad: “Es un empujón con una gran responsabilidad. Esto nos permite continuar en un momento en que todo se sentía un poco cuesta arriba. Es un llamado a seguir invirtiendo en nuestros jóvenes y en el futuro del país”.
Y, sobre todo, que la gente entienda que conservar también es una decisión íntima. “La decisión es personal: si queremos que estos monos sigan aquí, hay que cuidarlos”.
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