
Los niños de escasos recursos generalmente muestran su inocente risa empañada por los serios problemas de desnutrición que enfrentan, además de un entorno muchas veces hostil, triste, doloroso y complejo, que les impide un eficaz desarrollo tanto físico, como emocional, intelectual y sentimental.
El pequeño Jeremy perdió a su madre cuando apenas era una criaturita recién llegada a este mundo. Su abuela, acosada por la calamidad, por la tristeza, y en una situación económica precaria, había perdido toda esperanza de volver a sonreír. Su hija de 23 años había dejado dos niños pequeños. Lo poco que gana su marido como pintor de madera les sirve apenas para sobrevivir. Ella, siendo ama de casa, digamos que en situación de desespero, y con 2 hijos adolescentes por los que velar también, lo único que podía vislumbrar en el horizonte era un túnel en penumbra por el cual le tocó caminar casi que a tientas.
El dicho reza que “Cuando más oscurece es porque va amanecer”, y a María Sandoval se le apareció en el camino lo que ella llama “una estrella”.
“Supe de esta fundación por medio de una amiga de mi mamá. Ella inscribió al niño. Esto ha sido para mí, para toda mi familia, una bendición. La Fundación NU3 es una estrella en mi vida”, declaró María, observando al pequeño Jeremy, que sostenía un ejercicio didáctico en sus manos antes de la hora del almuerzo en el comedor del barrio Santa María.
Jeremy hoy ya tiene 5 años y es un niño algo tímido pero dueño de una sonrisa vivaz y vital que habla por sí sola de esperanza.
Recuerda María que a lo mejor por la tristeza, o por la dura situación por la que estaban pasando, el niño estaba bajo de peso antes de ingresar como uno de los beneficiados bajo la tutela de la Fundación NU3. “El niño entró aquí y enseguida subió de peso y comenzó a aprender muchas cosas, igual que yo, que he hecho todos los cursos y talleres que dictan aquí: aprendí pintura de tela, ética y valores, manipulación de alimentos. Aprendí a hacer collares, pulseras. Mejor dicho, también he contribuido a multiplicar conocimiento, dictando talleres a otras madres, y he recibido hasta dinero por esto: hoy en día ayudo a sostener la casa con lo que vendo”, afirmó.
NU3 es una fundación sin ánimo de lucro que viene desarrollando una labor humanitaria mediante programas integrales centrados en la atención nutricional a los niños de varios sectores vulnerables en la ciudad, en municipios como Malambo, Galapa, Baranoa, Repelón, Santa Lucía, Campo de la Cruz, Ararca, en departamentos como Bolívar, Magdalena y Chocó. NU3 maneja cinco ejes fundamentales que abarcan la nutrición, la salud, el área psicosocial, la educación y programas de generación de ingresos y emprendimiento.
Detrás de esta bella obra (que ya lleva cerca de 8 años ganándose el estómago y el corazón de nuestros pequeños, además de contar con serios procesos de intervención social en cada una de las comunidades donde se han podido establecer) se encuentran un par de barranquilleras de ‘armas tomar’, de gran corazón y con una sensibilidad a flor de piel, que les permitió un día llenarse de valor para poner el primer ladrillo que serviría como escalinata para empezar a subir por esa escarpada pendiente que simboliza la búsqueda real de un sueño, el mismo que vio la primera de sus luces el 24 de julio del año 2006, cuando fue inaugurado el comedor del barrio Santa María, alimentando inicialmente solo a 35 niños del sector.
La psicóloga Mónica Schraer y la educadora Francis Zylberblum, un par amigas de infancia que siempre tuvieron la inquietud de hacer algo por los más necesitados y, sobre todo, por nuestros niños, que representan el futuro de la ciudad, la nación y el mundo, un buen día decidieron poner a disposición de los menores sus conocimientos, sus energías y sus deseos de ayudar.
“Lo que buscábamos era un servicio a la comunidad que a la vez aplicara los conocimientos adquiridos por cada una de forma independiente. Esto lo iniciamos solas, con convicción, con pasión, con mucha entrega”, recordó Mónica.
“Recibimos una asesoría de Nutrir, una entidad que tiene comedores como este en Manizales, y ellos nos ayudaron a armar todo, a tomar un rumbo, y por eso inicialmente la fundación se llamó Nutrir Barranquilla. Nosotras queríamos meterle, además de los almuerzos, los desayunos; y educación, pedagogía, emprendimiento, generación de ingresos: un paquete completo de intervención”, aseguró Francis.
Un emotivo momento donde los niños del comedor de Santa María se acercan a saludar a Mónica y a Francis.
Cerca de 18 mil niños se han beneficiado hasta ahora de este sueño colectivo, que sigue creciendo y llevando esperanza a más de 12 mil familias. Cerca de $400 millones mensuales es la inversión para que se puedan mantener los proyectos mediante los cuales intervienen en barrios como Villanueva, Barlovento, El Pueblito, Rebolo, Don Bosco, La Paz, entre otros proyectos que siguen gestándose. Porque para ellas aún no es suficiente, aunque hasta ahora hayan logrado expandirse y obtener mucha credibilidad, así como la cooperación de organismos internacionales y de personas naturales, el apoyo de la empresa privada y de estamentos públicos, y celebrado algunas alianzas con otras fundaciones y entidades, como el ICBF y muchas otras. “Apenas estamos comenzando”, dice Mónica con convicción, “estamos en pañales”.
Su idea general es que estos niños alimenten el cuerpo y el alma, tal como reza el eslogan de NU3, y además sueñan con que este modelo se replique por toda Colombia, y en aquellos países donde el hambre y la desesperanza se han convertido en los mayores ladrones de ilusiones y porvenires. “Estamos trabajando para que la pobreza sea solo un amargo recuerdo y las brechas sociales disminuyan como el agua seca del verano”, dice Mónica, en medio de la algarabía y las sonrisas de los niños del comedor de Santa María, en donde se dio el primer paso y las primeras instrucciones para alzar este noble vuelo.
Por Carlos Polo