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Es jueves por la noche y una brisa refrescante golpea los rostros de las decenas de jóvenes apostados entre las escalinatas que sirven como entrada a la Catedral Metropolitana María Reina. Una tribuna variopinta donde todos parecen caber.

Con el paso de las horas, este espacio, como un enorme magneto de fuerza descomunal, comienza a atraer a un colorido caleidoscopio de amantes de la noche, entre los que se cuenta a deportistas extremos, hip hoperos consagrados, teatreros, malabaristas callejeros, skaters, bikers fanáticos del BMX, punks de crestas puntiagudas, hippies de rastas o artesanos, metaleros de melenas, emos tropicales, universitarios de tertulia, miembros de la comunidad LGBTI, parejas furtivas, y hasta hipster de nuevo cuño. Encuentran, bajo el amparo de la renovada plaza, un refugio o el lugar indicado para pasar un rato de esparcimiento al aire libre y que les brinde la posibilidad de liberarlos del encierro cotidiano. Por lo menos así definió más de uno de los asiduos visitantes a la Plaza su relación con este espacio público, recientemente recuperado.

Entre los multiformes rostros, vestimentas particulares y señales inequívocas de identidad y pertenencia a determinados grupos o ‘parches’, las nuevas generaciones de tribus urbanas que convergen en este lugar, lo comparten con algunos padres que acompañan a sus pequeños a aprovechar el espacio de sobra para poner a prueba los diferentes juguetes que estos recibieron en Navidad.

De fondo, los sonidos de las gaitas y los tambores carnavaleros, acompañan una danza folclórica que ensaya y se prepara para la gran fiesta currambera; el Carnaval de Barranquilla vibra, y ya da señales de su cercanía.

Un joven congela su rostro por unos segundos para luego expulsar una bocanada de humo que bien pudiera tratarse de un cigarro de tabaco normal o de uno aquellos de los que producen risa y alteraciones de conciencia. Un grupo acomodado a la izquierda de las escalinatas se pasa una botella de aguardiente barato de mano en mano entre risas y amena charla.

Pescando en río revuelto. En los 8.000 metros cuadrados que conforman el espacio principal de la Plaza de la Paz y en los sectores aledaños de toda esta zona, en donde la diversidad multicultural pareciera ser la consigna principal, paradójicamente no siempre se ha hecho honor a su nombre.

Esta plaza, ubicada entre las carreras 45 y 46 y las calles 50 y 53, construida en 1986 para albergar a los feligreses que el 7 de julio de ese año recibieron al papa Juan Pablo II, hoy es eje de encuentro social de múltiples grupos juveniles. Pero ese ambiente derivó en la noche del sábado 3 de enero en una batalla callejera entre combos, que según las autoridades fue pactada a través de redes sociales. La oportuna intervención de la Policía logró controlar los desmanes. A la nueva Unidad de Prevención y Justicia, UPJ, fueron llevados 16 adultos y 23 menores de edad que participaron en la confrontación.

No ha sido la única vez que alguien haya pescado en ese río revuelto. En mayo de 2010 un joven fue asesinado a puñaladas en las escalinatas que conducen a la iglesia; además, hay quejas de la comunidad circundante, sobre el uso de estupefacientes en el espacio público y algunos casos aislados de atracos y vandalismo.

Aunque muchos de los jóvenes que allí convergen aseguran ser víctimas de publicidad negativa o de una estigmatización injustificada, ya que 'muchas veces pagan justos por pecadores', tal como ellos mismos aducen en su defensa, la realidad de este espacio que por su ubicación central y privilegiada convoca a masas, es mucho más complicada.

En el fondo de la discusión, hay verdades. No todos los que allí concurren consumen drogas, son borrachos, vándalos o pandilleros; ni tampoco todos son promesas del deporte, del arte y la cultura apenas por descubrir. Tal como lo dijo un joven después de haber logrado una pirueta de gran factura en su monopatín, 'a la plaza viene de todo mi hermano. Esto es la ciudad y la diversidad. Más nada'.

Justos por pecadores

El manubrio de la bicicross gira en el aire. Cuando las llantas mordieron el pavimento, su piloto pudo sentir que logró el salto básico o bunny hop. El grupo de 8 amantes del BMX, que se hacen llamar BMX or die, ‘parcha’ a un costado de la plaza. De acuerdo con Roberto Carranza, un jovencito locuaz, la plaza les sirve de reemplazo a ese parque para deportes extremos o skatepark con el que todos ellos vienen soñando. 'Hay uno solo en Simón Bolívar pero nos queda muy lejos y es muy pequeño y por eso ‘parchamos’ acá', afirma Roberto. En tono de recriminación, asegura que la mayoría de las veces son estigmatizados y pagan por aquellos que nada tienen que ver con el deporte. 'Uno viene acá es a hacer deporte, nosotros somos sanos. Aquí sí viene mucho marihuanero y también esa gente que arman peleas, pero lo único que queremos nosotros es darle al deporte'.

La vida en patineta

Para el parche de Sebastián Díaz, la plaza es su spot, su lugar de encuentro, donde con sus hermanos de bordillo y de ruedas y patinetas pueden sentirse libres y practicar el viejo culto a la amistad. De acuerdo con el joven, la magia del sitio está en sus espacios libres, en la brisa que pega de frente como un golpe refrescante, en la gente de todas las clases y de todos los pensamientos e ideologías que la frecuentan. 'La gente viene acá porque es tranquilo, porque todo queda cerca, porque hay transporte disponible. Aquí llega de todo, skaters, hardcoreros', dice riendo. Para Hugo Kaláshnikov, como le gusta que lo llamen, la Plaza fue una vez un espacio tranquilo. 'Ahora están llegando esos ‘pelaos’ que les dicen ‘los faranduleros’ que se vienen a formar peleas y tienen esto es caliente porque la Policía ya anda todo el tiempo encima de todo el mundo; dañaron el parche'.

Ver galería: El lado B de la Plaza de la Paz

A golpe de hip hop

Sergio Rueda gira contorsionando todo su cuerpo en el piso. En cada giro, usando sus manos como eje, siente una especie de liberación que le da sentido a los esfuerzos que viene realizando durante los últimos años. Junto a varios jóvenes de diferentes barrios, Sergio acude a la infaltable cita de todos los días en la Plaza de la Paz para mejorar su técnica como bailarín de Breakdance o B-Boy. 'Esto es algo que nos aleja de todo ese mal rollo de las drogas y las pandillas', afirma al terminar su rutina. Daniel Martínez es uno de los coordinadores del proyecto de la Alcaldía Jóvenes con Propósito y líder de este grupo de hip hoperos. 'La idea es que a través de la cultura Hip-hop, desarrollen valores y que tengan un propósito en la vida. Lastimosamente este espacio terminó con mala fama por unos cuantos desorientados que lo usan para lo indebido', expresa Martínez.

El cronista del parche

El Bronca es un caraqueño de 25 años, multifacético y encarador que se gana la vida trampeando en la calle de diferentes maneras: hace malabares entre el cambio del rojo al verde de un semáforo, lanzando machetes al aire. Anda en ocasiones en monociclo, y además es autor junto a un par de compañeros más de un cómic muy básico y artesanal que recoge sus experiencias y la de su parche en la calle. Su historieta se titula La Crica, que traduce combo o parche.

La plaza de la Paz, para él, es como un centro de operaciones. Allí se busca el sustento de su hijo y se gana los pesos que le permiten seguir soñando con convertirse en periodista y escritor. 'La plaza es mi gente, mi parche. Aquí está La Crica. Este es el centro de todo, está la brisa, la libertad, el espacio libre, esa es la magia de la plaza. Aquí no se discrimina a nadie ni a nada. La gente puede ser lo que es sin pena ni nada', dice Raimundo, el Bronca, como en una oración con la que intentaba conseguir los buenos oficios de un dios benevolente y permisivo, con el que quisiera negociar la permanencia de los buenos tiempos y los amigos. En sus dibujos, también quedan plasmados los estallidos violentos.

La zona diversa

Muchos de los que frecuentan la Plaza de la Paz aseguran que este es un espacio que les da cabida a todos por igual, sea cual sea su postura ideológica o predilección sexual.

Para Gabriela, como prefiere que le llamen, y sus 35 amigos, con los que se pasea por la Plaza de la Paz y sus alrededores, esta zona se convirtió en el lugar ideal para un enamoramiento furtivo, para pasar el rato con sus compañeros de la comunidad LGBTI y ser quienes se les antoja ser, sin que nadie los discrimine. Con su caminar y hablar afectado, la tropa gay que se toma a diario algunos de los sectores de este espacio público condena la violencia gratuita y los gestos de agresividad de algunos de los visitantes. 'Hay unos que hasta le piden plata a uno, piden $200 y si no se los dan se ponen groseros. Esos mismos son los que arman las peleas y se ponen pesados, lástima porque este es nuestro punto de encuentro', expone Cristian Cudriz.

De acuerdo con Cudriz, él y su tropa de amigas y amigos frecuentan la plaza a diario, y aunque en ocasionas han sido discriminados por unos cuantos, ellos no esperan renunciar a este espacio de diversidad multicultural.

Análisis - Sabas Martínez, sociólogo.

Es un sitio central y de fácil acceso

Con todas las remodelaciones que le hicieron, la Plaza de la Paz dejó de ser un espacio lúgubre, casi que sin importancia, y pasó a ser a uno que llama a la gente. Este es punto que está estratégicamente bien situado. Un punto intermedio entre el norte y el sur de la ciudad y permite que personas de todas las localidades pueden llegar a él y tiene al lado un centro comercial; además, en las cercanías están universidades y centros técnicos y tecnológicos, es decir es un punto casi que neurálgico donde están cerca muchos jóvenes y se vuelve un sitio de reunión natural. Este es un lugar amplio y concurrido y es un espacio abierto que permite ciertas conductas que se podrían calificar de negativas, pero el tema de las drogas no es exclusivo de la Plaza de la Paz. Siempre van existir quejas de los vecinos en sitios así de concurridos porque se prestan para muchas cosas. Ahora, tengo entendido que el problema de las riñas no es un problema de las personas que confluyen allí o de las llamadas tribus urbanas.

Análisis - Josefa Cassiani , consejera para la Seguridad y la Convivencia

Sí hay ofertas para estos jóvenes

Es importante resaltar que el 80% de los jóvenes que ocasionaron el disturbio no pertenecen a la jurisdicción del Distrito de Barranquilla sino de Soledad. Es uno de los sectores que recuperamos, y hasta el momento se le ha exigido a la ley ejercer el control y la vigilancia en exclusivamente ese sector de la Plaza de la Paz, porque cuentan con todas las herramientas necesarias para la prestación de su servicio. En el Distrito hemos atendido esta situación, tenemos toda una oferta social dirigida a fortalecer a estos jóvenes en educación y recreación, y existen programas en los cuales se han atendido a estos grupos juveniles o pandillas. Hasta el momento hemos intervenido a 2.700 jóvenes con el programa ‘Va Jugando’ y tenemos Jóvenes Pro y Quilla Gol, que va dirigido a la población adolescente. Estos muchachos reciben una atención personalizada con psicólogos y además se atiende a su núcleo familiar, así como con otras ofertas de estudio como Universidad al Barrio y las Casas de Cultura.

Análisis - Daniel Reyes, psicólogo

La familia y la crisis de identidad

Sin duda alguna en los jóvenes de hoy es frecuente una especie de rebeldía que se viene despertando incluso desde la preadolescencia. Estos jóvenes están viviendo una crisis de identidad que es un reflejo de los problemas que viven al interior de sus familias ya que muchos de estos muchachos provienen de familias disfuncionales. El acceso sin control a todas las nuevas tecnologías también colabora a esta crisis de identidad que conlleva al joven a la búsqueda de estos refugios como los son las llamadas tribus urbanas, incluso a las mismas pandillas. Muchas veces falta la madre o el padre en el hogar. En lo personal creo que estas crisis tienen mucho que ver con la falta de un hogar y una familia debidamente constituida que es la base de la misma sociedad. La Plaza de la Paz es un sitio que por sus características –es una zona central– es amplio y abierto y tienen el transporte a la mano, les resulta apto a estos jóvenes como sitio de encuentro, para cualesquiera que sean sus fines.

Análisis - Mayor José Quijano, Distrito Norte Centro Histórico, Policía

Presencia permanente de Policía

S emanalmente hacemos unas siete contravenciones y la gran mayoría son por consumo de estupefacientes en la vía pública. Tenemos seis auxiliares fijos en la Plaza y escalinatas de la Catedral acompañados por la patrulla del cuadrante. Tenemos presencia permanente de las unidades de los dos cuadrantes en el sector, unos 20 policías entre CAI Plaza de la Paz y Tomás Arrieta. Además, una patrulla que se ubica desde las 5 de la tarde allí en la zona y además la cámara a la altura de la 46 que nos ha ayudado mucho, incluso a realizar capturas por hurto; en el último trimestre tuvimos tres. Incluso, con los mismos jóvenes se ha hecho un trabajo con la Policía de Infancia y Adolescencia y la Comisaría de Familia en el cual nos hemos reunido con los mismos padres. Repito, la presencia de nosotros en el espacio es permanente para poder permitir que las personas que van a hacer deporte o que llevan a sus hijos al parque puedan disfrutar del espacio tranquilamente.