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Al mal tiempo, buena cara. Ese refrán popular lo aplica Jesús Molina, habitante de la zona rural de Piojó, quien desde el domingo decidió ‘sacarle el jugo’ a la tragedia invernal montando un negocio muy rentable: alquilar sus botas pantaneras a quienes deben atravesar entre el corregimiento de San José de Saco y Piojó, cuya vía quedó partida en dos.

Desde hace tres años, Jesús cuida la finca Martha Isabel en compañía de su esposa y sus tres hijos, y asegura que al ver que a la gente le toca caminar entre el barro, se le ocurrió que podía ayudar a solucionar el problema y al mismo tiempo ganarse un dinero extra que le cae como ‘anillo al dedo’ en temporada de fin de año.

Por lo general, las botas permanecen guardadas, disponibles por si alguien de la familia las necesita, o de repuesto para cuando se dañen las que usa.

Pero, las botas no son su único negocio ‘lluvioso’ en materia de ganancias. También lo acompaña con la venta de tinto.

Entre sus clientes se encuentran universitarios, colegiales, profesores y amas de casa, a quienes ayuda a atravesar el barrial a cambio de 500 pesos, si son clientes de la zona, explica, pero si llega un forastero, el valor puede subir a mil pesos, dice entre risas.

Adicional al alquiler de botas, ofrece al cliente un tinto por $200, para que lo disfrute mientras regresa por la otra persona. En su primer día de trabajo se ganó $5 mil, pues no todos optan por llevar los zapatos en la mano y lavarse los pies con el agua en botella que vende a 500 pesos.

“La plata está hecha, hay es que buscarla, y no podemos quedarnos de brazos cruzados. Tenemos que hacer negocios porque fíjese, eso que me gano aquí en este punto –quese conoce como el kilómetro 2+00– me sirve para pagar el transbordo que tienen que hacer mis hijos en los otros dos puntos para ir a la escuela, porque ellos estudian en Media Luna, una vereda de Juan de Acosta.

Teme que muy pronto le salga competencia porque es consciente que un par no es suficiente para tanta demanda. “El problema es que hay mucho desempleo, pero no importa, pa’ todos hay”.

En medio del derrumbe, otro negocio que resulta rentable está a cargo de Rafael Gutiérrez, que se gana la vida vendiendo botellones de agua para que se laven los pies sucios de barro, y otros como Luis Mendoza, quien se autodenomina ‘El cajero automático’, pues los 150 motociclistas que a diario transitan por el lugar le dan una propina voluntaria para que los ayude a pasar por una tablita en medio del lodozal que se forma en la subida del ramal de Saco.

“Ahora, ayudamos a pasar a la gente y nos hacemos diario de 70 a 80 mil pesos, a veces salimos a 10 o a 13 mil pesos.

Los ‘socios’ Jesús, Rafael y Luis seguirán sacando provecho del invierno, a diferencia de otros que no ven la hora en que arreglen la vía.

Por: Alexandra De la Hoz