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Este 11 de abril no fue un día normal en el mítico territorio ancestral que los wayuu llaman Jepirra, también conocido como el Cabo de la Vela, por la visita de una familia extranjera que llegó en dos lujosos yates a esta zona de la Alta Guajira.

A este lugar sagrado, donde llegan las almas de los wayuu después que mueren, estas diez personas arribaron con el objetivo de conocer cómo viven los indígenas, sus costumbres, las actividades económicas de la cual derivan su sustento y todo lo que encierra su cultura.

Esta visita sería una más de las que llegan cotidianamente a este destino turístico de La Guajira, frecuentado por los alijunas (personas no wayuu) para descansar y disfrutar en las temporadas turísticas, pero no fue así por todos los preparativos y las medidas que se tomaron, antes, durante y después de esta.

Un testigo relató a EL HERALDO Bill Gates, llegó hasta la ranchería Ipotshiru, que fue la escogida para mostrarle todo aquello que enorgullece a la etnia wayuu y también que el arribo fue organizado con cuatro meses de anticipación.

Del grupo, cuatro eran jovencitas entre los 13 y 15 años de edad a quienes, específicamente, estaba dirigida las actividades que se realizaron en la ranchería.

El relator aseguró que las niñas debían aprender las costumbres wayuu, pero especialmente debían vivirlas y participar activamente junto a los niños de la comunidad. 'Fue lo que nos pidieron', afirmó.

'Desde enero llegaron los representantes de las agencias a la ranchería para informar sobre esta visita en abril y aunque no nos dijeron de quién se trataba. Estaba claro que era una persona muy importante', indicó.

Anota que desde ese momento comenzó la preparación de todo lo que se iba a hacer durante el tiempo que estuvieran en el Cabo de la Vela. Fueron varias las visitas, la última de las cuales se dio dos días antes de que llegaran los yates.

'Inspeccionaron el lugar, que todo estuviera limpio y listo para los visitantes', indicó.

A 10:30 de la mañana de ese día,los miembros de la comunidad que recibieron a los 'importantes turistas', estaban listos y pendientes de la señal que les habían indicado en la agencia de turismo. 'Nos dijeron que cuando el helicóptero despegara de uno de los yates era porque ya venían para la ranchería y así fue, quince minutos después llegaron', sostuvo la fuente a EL HERALDO.

Explicó que todo fue totalmente programado, por lo que se hizo un cronograma de actividades, el tiempo que duraría cada una de ellas y un listado de las personas que estarían en la ranchería, incluyendo los niños que serían los protagonistas, junto a las niñas que se iban a atender. 'No había espacio para otra cosa que no se hubiera programado', dijo.

Efectivamente así fue, la bienvenida estuvo a cargo del palabrero de esta comunidad Germán Barliza Epieyu, quien los invitó a pasar a la enramada, el lugar que los wayuu tienen para los eventos, descansar, recibir a los amigos, hacer reuniones o ceremonias y que está elaborada con troncos de trupillo y yotojoro, la madera que se saca del cactus.

Esta corta ceremonia tuvo una duración de diez minutos e incluyó una demostración de la yonna, el baile tradicional wayuu.