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¿Qué siente una mujer cuando la acosan sexualmente?

Existen varios tipos de violencia sexual, según la Organización Mundial de la Salud. El upskirting, el manoseo y los piropos vulgares son algunos de los casos de acoso sexual callejero a los que están expuestos los ciudadanos.

“¡No soy menos mujer por usar un hilo dental! Creo que tengo derecho a usar la ropa que yo quiera sin que eso signifique que me falten el respeto”. En agosto del año pasado, Andrea Jiménez, una periodista barranquillera radicada en Medellín, denunció que había sido víctima de upskirting, un tipo de acoso sexual en el que hombres les toman fotos a mujeres debajo de la falda o de los vestidos sin su consentimiento para publicarlas en redes sociales.

El hecho ocurrió en el centro comercial Portal del Prado un sábado de marzo de 2016. “Yo no me di cuenta en qué momento fue, pero sí sé que fue en las escaleras eléctricas por el ángulo de las fotografías. Ese día tenía puesto un vestido blanco con flores azules, corto, pero no vulgar. Era abombachado. Iba con el que era mi pareja en ese momento a comer y uno cree que va protegida. No respetaron ni eso”.

Cuenta que le tomaron dos fotos, una debajo del vestido en la que se le ven las nalgas y la ropa interior y otra de cuerpo entero en la que se le ve el rostro. “La cámara estaba en el zapato porque una es de abajo hacia arriba y se alcanza a ver la mano del que era mi novio puesta en mi espalda. La otra me la tomó de frente. En la cuenta de Twitter donde publicaron las imágenes, al 80% de las mujeres que fotografiaron no les muestran la cara, a mí sí”.

Relata que se enteró de lo que le habían hecho casi tres meses después cuando un amigo la llamó a contarle que estaba su foto en la cuenta de Twitter. “Sacaron una noticia hablando de un ‘coge puntas’ en Barranquilla. Cuando entré a esa cuenta, llamada voyerista algo, vi que habían fotos de niñas en el centro comercial Buena Vista, Portal del Prado, Portal de Soledad. Incluso había fotos de las nalgas de mujeres vestidas con jeans. Cualquier mujer vestida como fuera podía ser víctima de esto”.

Agrega que cuando se enteró sintió “mucha rabia y odio”. “No lloré, pero sentí mucho rencor. Hablé con el editor de judiciales del periódico en el que trabajaba en ese momento y me indicó lo que debía hacer. Fui a la Dijín a poner el denuncio y conté todo. Me dijeron que había sido la única mujer que había ido a denunciar, de todas las que salían ahí”.  

Las autoridades le informaron a Jiménez que ese era un proceso largo porque debían hacer una solicitud a Twitter para acceder a la cuenta y a las publicaciones. “Asumí que el proceso quedó así por la misma dificultad que plantearon ellos para obtener la información. Ya pasó un año desde que hice la denuncia”.

El hecho de que Jiménez no se quedó callada e informó a las autoridades lo que le había ocurrido obedece a que cree en la igualdad de género. “Pienso que yo debería salir tranquila a tomarme unas cervezas con mis amigas igual que lo hacen los hombres y que eso no debería representar nada. Me molesta que las mujeres no hablen porque este tipo de acoso sexual, como el que me hicieron a mí, es lo mismo como si me golpeara un hombre. Yo no me podía quedar callada”.

“Vivimos en una sociedad en la que si un hombre te dice algo obsceno en la calle, uno debe hacer como si no escuchara y seguir. Esta es una sociedad supremamente machista, pero si evidenciamos este tipo de situaciones podemos ir cambiando esta cultura”, señala. 

 

Upskirting es cuando le toman fotos a una mujer debajo de la falda sin su consentimiento.

La semana pasada,  Gina Martin, una joven británica, denunció que el 8 de julio había sido víctima del mismo delito del cual fue Andrea Jiménez. Le tomaron una foto en su entrepierna sin su autorización mientras estaba en un festival de música en Hyde Park en Londres. Ella se dio cuenta después de que uno de los hombres, que le había ofrecido papas fritas previamente, tenía en su celular una imagen de su zona íntima. Lo retó, le quitó el teléfono y corrió a pedir ayuda a los oficiales que se encontraban en el sitio. 

Aunque en el momento la policía la escuchó e intentó ayudarla, según le contó a la BBC, su denuncia no fue próspera porque estaba usando ropa interior y su zona genital no se veía de forma “gráfica”. Las autoridades le aseguraron que habían obligado al sujeto a borrar la foto. Sin embargo, eso no era suficiente.

Martin comenzó una movilización en internet para lograr que el upskirting sea considerado delito, como ya lo es en Escocia, y ha logrado 50.000 firmas en el sitio web Care 2, el cual es apoyado por activistas en distintas causas. A raíz de esto, las autoridades reabrieron el caso y se espera la judicialización del hombre responsable. 

Como este delito existen otros considerados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como violencia sexual. De acuerdo a esta entidad, “la violencia sexual abarca actos que van desde el acoso verbal a la penetración forzada y una variedad de tipos de coacción, desde la presión social y la intimidación a la fuerza física”.

“La OMS tipifica el acoso sexual callejero como una microviolencia. Antes no se tenía noción de que esto fuera así, sin embargo, esta entidad dijo que de alguna manera comienza a afectar los comportamientos de la mujer en espacios públicos”, indica Roxanna Osorio Rincón, una comunicadora social y periodista que hizo su tesis de maestría sobre cómo las nuevas tecnologías visibilizan la problemática del acoso sexual callejero en Barranquilla. 

Según su investigación, hay distintas formas en las que se evidencia este tipo de violencia sexual. “El acoso sexual callejero es un conjunto de prácticas cotidianas de tipo sexual, tales como piropos, silbidos, frases obscenas, miradas lascivas, gestos, sonidos de besos, masturbación pública, exhibicionismo, ocurridas en espacio público a las que se encuentran expuestos los ciudadanos (…)”. 

Con base en este planteamiento, EL HERALDO realizó una encuesta a mujeres de distintas edades y al preguntarles ¿qué sienten cuando un hombre les dice un piropo vulgar en la calle?, respondieron en su mayoría con palabras como: rabia, molestia, impotencia, asco, odio, indignación, incomodidad, susto y vulnerabilidad. 

“Me siento muy ofendida cuando paso por un lugar y un hombre me dice algo desagradable respecto a mi físico, incluso me han dicho cosas sobre mis partes íntimas. Es desagradable y lo hace sentir a uno como si no valiera nada. Como si lo pisotearan”, dice Gabriela, una estilista de que trabaja en un salón de belleza.

María Amarís, doctora en sicología y especialista en violencia de género contra las mujeres en entornos sociales y familiares, indica que este tipo de comportamientos, los cuales “asumimos como normales”, se deben a pertenecer a una cultura machista en la que existe una relación de dominación y sumisión entre hombres y mujeres. 

“Estos casos, en los que somos víctimas de acosos en las calles con piropos humillantes que nos hacen sentir vulnerables y denigradas como mujeres, responden a la dominancia social. Esto se da cuando desde pequeños a los niños se les permite que sean agresivos, que digan palabras soeces y que sean bruscos, en cambio a las niñas se les dice que deben ser delicadas y moderar su comportamiento”. 

“No es que la mujer deje de ser delicada, sino que adquiramos conciencia de lo que implica la equidad e igualdad de género. Cuando en los procesos de educación familiar las mismas mamás dicen: “Mi marido me colabora”, hay que saber que ellos no colaboran, sino que participan en la construcción del hogar. El lenguaje juega mucho. En el ambiente esa mujer que empieza a defenderse se le señala de feminista y eso no es necesariamente que lo sea, sino que exige que sus derechos sean respetados”, agrega Amarís. 

“Una mujer no debe sentirse culpable por ser víctima de cualquier tipo de violencia sexual. Hay que denunciar para hacer valer los derechos que tenemos como personas, independientemente del género. Es difícil superar las situaciones, pero con el ejemplo enseñamos poco a poco que debemos cambiar el estigma de la sociedad. Nadie tiene derecho a maltratarnos como seres humanos”, concluye. 

Acoso sexual en el Sistema de Transporte Masivo

En lo que va del año se han reportado tres casos de violencia sexual en el Transmetro, según indicó Ruby Rubio, subgerente de comunicaciones y atención al cliente del Sistema de Transporte Masivo.

“Los acosadores aprovechan cualquier lugar y a personas desprevenidas para hacer de las suyas. En Barranquilla somos muy solidarios y reaccionamos rápido a los acosos. Ya la gente sabe qué hacer: avisar al operador o al policía que esté en la estación para que proceda la captura y la posterior denunicia para la judicialización”, añade. 

El coronel José Palomino, comandante operativo de la Policía Metropolitana de Barranquilla, señala que la violencia sexual denominada injuria por vía de hecho, en la que una persona tiene excitación al momento de rosar a otra persona con sus partes genitales, es penalizada y varía dependiendo al proceso. 

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