Compartir:

¿Qué está vivo en usted de Magangué?

No he tenido una aproximación territorial de la literatura a un pueblo como Magangué. Yo crecí allá, en una familia de raíces turcas que en los años 70 se mudó a Cartagena. De igual forma en la infancia se define mucho de la personalidad, y yo a pesar de vivir hace rato fuera de Magangué y de Cartagena me considero un escritor del Caribe en algunos momentos. A veces el Caribe es más universal que provincial y en mi novela hay una búsqueda de universos que se abren, una búsqueda de entornos y personajes que pueden estar en cualquier lugar del Caribe. Noto a veces que puede haber una reivindicación de lo provinciano a través del Caribe, y yo no estoy intentando hacer eso. Algunas de mis novelas han sido consideradas bogotanas.

Háblenos un poco acerca de El hombre de la cámara mágica…

Esta novela, El hombre de la cámara mágica, transcurre esencialmente en Cartagena, es una novela muy cartagenera. Habla sobre un fotógrafo que quiere inventariar un universo que es el Hotel Bellavista. Transcurre en épocas variadas, no necesariamente transcurre en los años 70. Hay un personaje que regresa como 20 años después, es una novela absolutamente cartagenera.

Usted es muy hábil para crear atmósferas, para suscitar sensaciones en el lector…

Para mí es muy importante el lenguaje visto con un sentido musical. Yo hablo más de voces, de oralidad, que de gramática. Para mí es importante reconstruir las atmósferas en una novela. Las voces, las sensaciones. La literatura tiene que oler, que escucharse, que producir sensaciones a través de las palabras. Los procesos a veces son inexplicables. Creo que un escritor trabaja para producir eso en el lector, pero los procesos no son racionales, pasan más por lo intuitivo. A veces pasan por la casualidad y la atmósfera.

¿Cuánto tiempo estuvo trabajando en esta novela?

Yo te podría decir que en esta novela he trabajado toda la vida, es la novela que siempre quise escribir, me ha perseguido durante años, el germen se encuentra en mis primeros cuentos. Incluso El día de la mudanza, hay elementos de esta novela que para mí es un punto de llegada y a la vez de partida porque hay cosas que pueden venir de un mismo tema. Uno puede decir 12, 15, 20 años. La redacción, la ejecución y corrección puede durar entre 2 y 3 años.

¿A quién está leyendo?

He estado leyendo a David Foster Wallace. Estoy leyendo La broma infinita, es este tipo de novelas a las que toca dedicarse exclusivamente, casi que tienes que estar leyendo haciendo anotaciones, subrayando, volviendo a leer, es un libro extraordinario. Foster Wallace es uno de los escritores más grandiosos que ha producido Estados Unidos recientemente.

Es su primera vez en el Hay Festival. ¿Qué le ha parecido?

Si, a raíz de la novela me invitaron. Me parece un buen evento que permite poner en discusión algunos temas, me parece que la ciudad debería vincularse y tener más facilidades para estar presente en este evento. Siempre me ha parecido que en Cartagena hay cierta separación entre estos eventos culturales y los habitantes de Cartagena, que en este caso son los personajes de El hombre de la cámara mágica.

¿Por qué decía que se sentía como extranjero en Cartagena?

La ciudad ha cambiado, pero no solo para mí, sino para los que viven aquí también. Se volvió una ciudad menos cartagenera, que pertenece menos a la gente. Hay que cruzar las ciudades, las existencias, eso es lo que produce la riqueza de una cultura. A veces este corralito de piedra me saca la piedra (risas).