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La fantasía voló en la Gran Parada de Comparsas

Con un homenaje a las aves del Caribe, 95 agrupaciones bailaron en el Cumbiódromo de la Vía 40. Los barranquilleros les dijeron sí  a la cita en el tercer día de Carnaval. Valeria Abuchaibe se lució con ‘Vuelo de Fantasía’, un diseño de Amalín de Hazbún. 

Durante los días de Carnaval, la Vía 40 se vuelve el norte de los barranquilleros. En las calles de los barrios que conducen hasta la gran avenida, el aroma de fiesta y jolgorio no vacila, todo el mundo “la tiene clara” y camina siguiendo el sonido del llamador y la tambora, todos en la misma dirección hacia la ‘gozadera’.

Las risas y el ánimo de propios y visitantes se duplica en Carnaval: todo el mundo es más feliz y el “caminao arrebatao” del costeño tiene un tumbao adicional. Ayer, la cita fue con los grupos en los que la fantasía, los brillos, canutillos y lentejuelas son los protagonistas, los de tocados exóticos y de colores fluorescentes, en la Gran Parada de Comparsas, encuentro al que asistieron con el mismo entusiasmo que se vive el primer día de Carnaval.

“¡Estoy muy feliz, oye, cómo así! Este es el mejor desfile de todos, mira ese espectáculo. La gente viene tranquila a disfrutar del baile y de los disfraces hermosos llenos de color”, dijo desde uno de los palcos, Ana Laura, habitante del barrio El Silencio.

A la 1:30 de la tarde salió el desfile que tuvo como primer tema Fiesta, del Grupo Raíces, con una modificación en la letra. “Fiesta, en Carnaval la fiesta es de todos”, salía a todo volumen de un equipo gigante transportado en una camioneta de estaca, mientras 600 bailarines de las Casas Distritales de Cultura hacían un homenaje a las aves del Caribe, vestidos de verde y azul con tocados de plumas.

En el recorrido, los traspiés estuvieron a la orden del día, precisamente por la excitación de menear el esqueleto al ritmo de la música. Breiner, un bailarín de 16 años que pertenece a la comparsa ‘Sangre Viva’, del barrio San Luis, fue uno de los que casi suspende su recorrido  por una torcedura de tobillo. “Yo voy a seguir bailando, me duele, pero puedo controlarlo”, comentó mientras se ponía una venda en el pie.

En el Cumbiódromo de la Vía 40, la música electrónica alternó con los ritmos tradicionales y también hizo parte de un desfile en el que desde arriba se veía un río de plumas y purpurina siguiendo un cauce de sonidos de Carnaval. Vestida de azul aguamarina, la ‘Princesa Calimba’ bailó bajo el inclemente sol, meneando sus encantos, al son de la samba y dejando a su paso un destello de escarcha que se fundía con el sudor de su cuerpo.

“Nosotros venimos desde Galapa, nos encanta este desfile, nunca nos lo perdemos. Es nuestro favorito por los atuendos y porque vemos las comparsas de fantasía”, comentaron los esposos Melissa y Ronald.

“Abran rueda en el salón, abran rueda en el salón, que ahí viene la tumbacatre con su cadera ‘endiablá’, nena, coquetona, no muevas tanto la cuna que el niño va a despertar, ay, tú me emocionas, tus caderonas son mi día, son mi noche, son mis sueños, son mi dulce despertar”, bailaban las Negritas Puloy de Montecristo, al tiempo que apuntaban su trompa y disparaban besos de alegría.

La comparsa ‘Impacto Social de Cevillar’ fue una de las más aplaudidas por el público; en sus filas, las manos llenas de experiencias  recogían las faldas para arrastrar las babuchas al son de la cumbia. Aquí ni la edad ni los troncos doblados –por los años vividos– ni las dolencias en los huesos son impedimento para hacer lo que más les gusta. “Yo quiero bailar hasta que Dios me recoja porque esta es mi tradición. Estoy bailando hace 38 años y quiero seguir haciéndolo”, dice Juana Padilla, de 77 años.

Las plumas de diferentes colores en degradado, brillos y lentejuelas, que le dieron la ilusión de ‘volar’ a la reina del Carnaval 2018, Valeria Abuchaibe Rosales, se meneaban hacia adelante y hacia atrás al son del Arranca teta, al tiempo que movía sus caderas y sus brazos para evocar el vuelo de un colibrí. Con un diseño de Amalín de Hazbún, la anfitriona hizo un homenaje a las aves del Caribe, como símbolo de libertad y energía vital, con el vestido ‘Vuelo de Fantasía”.

Las pieles desnudas brillaron durante su recorrido por el asfalto caliente. ‘Ekobios’, comparsa cartagenera, impactó a los asistentes con sus movimientos de caderas, brazos y piernas “exquisitos”, en los que el mapalé les permitió ver “de qué están hechos”.

Vestida de ‘Garota Mágica’, Shadya Londoño, reina del Carnaval de los Niños, se llevó los aplausos de los espectadores, que la admiraron radiante y bailadora. “Estoy muy feliz de estar en este desfile y de ver que la gente sigue viniendo a todos los eventos”, apuntó. Entre tanto, Sammy Quillero, su rey Momo, llevó la alegría de la champeta cantando sus canciones favoritas del género, además de su himno: El Vacile, canción oficial del Carnaval de los Niños.

Las plumas y tocados, las botas altas, los trajes pegados al cuerpo y las medias veladas, que dibujan la silueta de la mujer en toda su extensión, también desfilaron en la Vía 40. La comparsa ‘Fantasía Carioca’ trajo un pedazo de Brasil a Barranquilla y ‘Africa Mía’ levantó de la silla al público de los minipalcos. 

La variedad de ritmos musicales, vestuarios y expresiones culturales, que hacen parte de la Gran Parada de Comparsas, es uno de los atractivos más importantes para los asistentes. “A mí me gusta este desfile más que los otros porque aquí uno ve desde cumbia, música africana, mapalé, champeta, hasta electrónica. Hay muchos vestidos diferentes y diseños hermosos”, comentó Magaly, quien afirmó que le enseña a su nieta de cuatro años que debe amar el Carnaval. 

Durante el recorrido, varias comparsas, como ‘Son de Mar’, de Marleny Cortés, llevaron un letrero en el que se leía: “las comparsas de fantasía también somos tradición, exigimos respeto.

“Nosotros hacemos un llamado porque solamente se entiende por tradición a las danzas como el mapalé, el congo y la cumbia, pero la fantasía nació con el Carnaval; somos carnavaleros de tiempo completo y hacemos parte de la tradición”, explicó la directora de la comparsa. 

El rey Momo, Ricardo Sierra, fue un diablo arlequín de Sabanalarga. Con su carisma despampanante bailó para homenajear esta comparsa de Sabanalarga, con una creación de Argelio Consuegra.

– ¡Hey, mira, allá vienen las Marimondas con sus morisquetas! ¡Qué vacile!

– Desde el Barrio Abajo llegaron con su sabrosura y “perrateo” las populares Marimondas, quienes al ritmo de porro y fandango menearon sus orejas y narices, e hicieron los brinquitos y el pase de las piernas levantadas, ese en el que las menean para adelante y para atrás de forma ágil, para que los jóvenes, como Juan Miguel y Andrés, se lo disfrutaran.

La música no dejó de sonar en ningún momento, el eco de las canciones que se iban se juntaban con la de las nuevas comparsas que venían rastrillando sus zapatos en el cemento. En algunos casos no llevar el ritmo fue lo de menos, pues lo importante era transmitirle la alegría al público, así en algunas ocasiones mirar al compañero y perderse en los pasos, sea para lo que dé el cuerpo.

En la Gran Parada de Comparsas hubo espacio para todos, para los disfraces como las ‘Blancanieves’ que desfilaron con los enanos, para los tigres, gorilas y elefantes, de ‘Selva Africana’, para la salsa, la música africana y para las mascotas disfrazadas, como ‘Coco’, un pincher de cuatro años que ayer se creía un león; y para todos los que se la quisieron gozar en el Carnaval de la sabrosura.

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