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Un estudio en Inglaterra reveló que el catolicismo ha perdido adeptos entre los nativos digitales. Shutterstock
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El llamado de la fe aún tiene señal

Un seminarista y una monja, de 25 y 26 años, cuentan por qué decidieron seguir su vocación católica. En Colombia la cifra de jóvenes que optan por este camino se reduce, dice Episcopado.

¿Cómo saber que se tiene vocación para la vida religiosa? Algunos dicen haber sentido un llamado, una inquietud espiritual que se fue transformando en misión y más adelante les llevó a renunciar “a las cosas del mundo”.

Estos son los casos de Yeison Lea y Madelein Vallejo, un seminarista y una monja que hicieron grandes sacrificios a muy corta edad por su fe. Vivir en total austeridad, hacer votos de celibato, alejarse de la familia, cambiar el estilo de vida, las fiestas  y hasta el trabajo fueron algunas de sus “expiaciones”, que en palabras de estos devotos rebosantes de energía y juventud les “liberó” de sus “ataduras terrenales”.

El conflicto que supone encontrar la verdadera vocación y el alto precio que tiene el escoger el camino religioso hacen que esta sea una decisión trascendental, muchas veces incomprensible, y, sobre todo, nada sencilla.

Yeison, en camino a la vida sacerdotal

Yeison Lea Díaz, de 25 años, cambió la carrera de Medicina por el seminario. A los 19 años, este barranquillero de cejas pobladas y sonrisa alegre, les anunció a sus padres que no estudiaría Ciencias de la Salud en la Universidad Simón Bolívar, y que en su lugar, iniciaría un proceso para adentrarse en el estudio de la Biblia, la Iglesia Católica, y en especial para aclarar su vocación sobre la vida matrimonial. Así las cosas, ingresó al Seminario Juan XXIII y hoy completa siete de los ocho años que se necesitan para llegar al sacerdocio.

“A mis 18 años experimentaba en la Eucaristía algo muy especial, que me generaba múltiples emociones. Quería ser sacerdote. El llamado comenzó en la visita a los enfermos, así conocí mi vocación. Empecé como colaborador en la parroquia Nuestra Señora de las Nieves (…) Al comienzo fue duro para mis padres, pues les dije que solo me iría para aclarar dudas, mis amigos me cuestionaron, decían que por qué iba a gastar todo mi potencial si tenía todo para triunfar, hasta una persona con la que salía en aquel tiempo me juzgó. Pero, la voz que me hablaba era más fuerte”, manifestó Yeison.

Sin negar que el camino vocacional está lleno de muchas dificultades y retos, este seminarista caribe no siente ningún temor ante la adversidad.  “He tenido muchas dificultades y llegarán más, pero sé que no estoy solo en este sendero que decidí emprender. No fue el camino fácil, pero es que el llamado era para mí”, agregó Yeison.

Vistiendo su inmaculada alba (túnica blanca) amarrada con un cíngulo (cordón o cinta de seda o de lino que sirve para ceñirse la túnica) el casi sacerdote se prepara para continuar un trayecto de servicio que apenas empieza.
Actualmente Yeison Lea se encuentra en tercer grado de Teología en el Seminario Regional de la Costa Atlántica Juan XXIII.

Yeison Lea está en el Seminario Juan XXIII.
Madelein, una universitaria con hábito

La barranquillera Madelein Vallejo Morales, de 26 años, estudió cuatro semestres de Diseño Gráfico en la Universidad Autónoma del Caribe. Asegura que desde pequeña sintió una inquietud vocacional. Sin embargo quería ser profesional y tener familia pues  el sexo opuesto le atraía.

“A los 20 años no le encontraba sentido a mi carrera, estaba confundida. En esa búsqueda de mí misma me fui a un retiro espiritual y tuve una experiencia muy bonita”.

“Recuerdo que tenía una piel muy sensible y el cuidado por mi cara se había convertido en vanidad. En el retiro debía subir a una cascada a recibir la bendición de la Virgen, pero hacía mucho sol y no me quería asolear por mi piel. Tenía mucha rabia y subí quejándome, entonces escuché que alguien me decía que así como cuidaba mi piel para tenerla linda, porque no cuidaba mi alma para tenerla blanca y sin manchas. Busqué de dónde venían las palabras, no había visto que un señor caminara detrás de mí. En fin, esa voz me dijo que tenía el llamado, pero no el deseo. Entonces  decidí comunicarme a la comunidad de hermanas  para vivir la experiencia”, relató.

Madelein explica que su vida antes del convento era normal, como la de cualquier joven del Caribe de su edad. Era muy juiciosa, reservada, tenía algunos pretendientes y le gustaba bailar, porque “el swing barranquillero se lleva en la sangre”, cuenta entre risas.

Para ella, el comienzo en el convento fue muy difícil por ser hija única y alejarse de su familia. “Para mis padres fue duro. Estando en la comunidad mi abuelita murió, entonces ellos se sintieron muy solos, pero están felices ahora”, expresó esta joven religiosa perteneciente a la comunidad Hijas del FIAT, con sede principal en el departamento de Antioquia.

Con el hábito puesto Madelein asiste a clases en la Universidad Santo Tomás de Bogotá, donde homologó materias para continuar su carrera universitaria. Ad portas de su graduación, se confiesa adicta a la tecnología por la carrera que escogió. No obstante evita que esta atracción afecte su vida religiosa.

“Es toda una mezcla ser una monja, pero también ser millennial y manejar la tecnología, eso me gusta y lo disfruto. Sin embargo, estos avances son delicados cuando se trata de mi uso personal. En esos casos prefiero consultarle a la superiora. Para evitar las tentaciones hay que tener mucha fuerza de voluntad, no dejarse arrastrar”, manifestó.

Cuenta que una de las experiencias más “dulces” y sublimes que tuvo fue haber atendido al papa Francisco en la Nunciatura Apostólica en Bogotá, durante su visita al país.

“Tuve el privilegio de conocerlo, lo que más me impresionó fue el silencio, su profundidad y espiritualidad. El Papa es una persona muy humana, con un gran sentido del humor“, recalcó.

En cuanto a la religión, esta hermana señala que es notable la carencia de vocación en los jóvenes y la apatía generalizada que produce el catolicismo en la actualidad. “El concepto de fe se ha tergiversado y hay mucho desconocimiento. Eso repercute en que los jóvenes no se quieran consagrar. En la universidad noto los problemas interpersonales que tienen. Sé que tengo un aporte que hacerles y mucho que enseñarles”, añadió.

Madelein Vallejo en su encuentro con el papa Francisco, en Bogotá.
Los millennials y la religión

Los hijos del nuevo milenio son cada vez más apáticos a la religión. Un reciente estudio de la universidad londinense de St. Mary’s titulado Adultos Jóvenes y Religión de Europa, determinó que el catolicismo pierde adeptos de manera acelerada entre los nativos digitales de ese continente.

Por otro lado, en Estados Unidos uno de cada tres adultos de entre 19 y 34 años dijeron que se alejaron de la religión por un “trato negativo” hacia personas LGBTI y posturas radicales de la Iglesia en cuanto a salud sexual y reproductiva, en una encuesta realizada por el Public Religion Research Institute.

Latinoamérica sigue siendo de estirpe religiosa por excelencia. Sin embargo, la preocupación del catolicismo por falta de jóvenes en los seminarios es generalizada.

Según el Padre Manuel Vega, director del Departamento de Ministerios Ordenados y Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal Colombiana, en los años 90 hubo más de 6.000 seminaristas. En la actualidad, esa cifra disminuyó ostensiblemente pues hay 3.600 en todo el país “y la respuesta es cada vez menor”.

Pero, ¿es este el principio del fin del catolicismo? El padre Vega ratifica que en la religión católica el tema de vocaciones sigue estando vigente debido a que los jóvenes de hoy son muchos más críticos e implacables en sus juicios frente a las realidades.

“Los jóvenes de la actualidad siguen teniendo inquietud vocacional pues se preocupan y reaccionan frente a las dificultades del mundo.  Lo que pasa es que algunos tienen una orientación cristiana desde el hogar y en esos casos es más fácil que encuentren  la vocación, pero los que tienen esa  educación en la fe son muy pocos(…) A otros les atemoriza ser victimizados en la sociedad al decir que quieren ser sacerdotes o religiosas”, añadió.

Para Vega los millennials son una enigmática generación en ocasiones incomprendida.

“Son arrojados y temerarios, trabajan por causas sociales, haciendo voluntariados y ayudas humanitarias alrededor del mundo, pero las anteriores generaciones hemos tenido una gran dificultad. No hemos sabido acercarnos a ellos”, concluyó.

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