
En la habitación del coronel Aureliano Buendía, en una cama tubular vestida de blanco y surcada por un toldo de cucurucho nació en un día como hoy, hace 85 años en Aracataca, el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. Una jarra de peltre complementaba el aguamanil, indispensable en la época, como hoy un celular, y en el centro de la habitación, un escaparate con un espejo de cristal de roca, en forma de luna, fueron testigos de la llegada al mundo del hijo mayor del telegrafista y de Luisa Santiaga Márquez.
Estos detalles hacen parte de los recuerdos de Aída García Márquez, una de las hermanas de Gabo, quien dice que todos hablan de esta célebre fecha como el cumpleaños del Nobel, pero que para ellos es el cumpleaños de Gabito, el hermano, el ser humano noble que durante toda la vida los consintió y se preocupó por toda la familia.
Aquel robusto y blanco bebé que, según palabras que siempre pronunció la mamá, parecía 'un Niño Dios', fue criado a punta de agüita de rosas, sembradas por la abuela Tranqu¡lina Iguarán y regadas por el abuelo Nicolás Ricardo Márquez. 'Así como a los bebés les dan agua de manzanilla, o de canela, a él le preparaban agüita de rosas finas, de uno de los patios internos de la casa', recuerda Aída: 'Era lindo, ahora grande fue que se puso feo'. Este episodio, cree ella, va en consonancia con la fascinación que siempre ha tenido GGM por las flores.
'Su esposa siempre ha tenido la delicadeza de tenerle en su escritorio una rosa roja, y pienso que por eso él muchas veces estampa su firma y pinta una flor', asevera Aída desde su apartamento en Barranquilla.
Una pícara sonrisa se desprende durante la conversación. 'Recuerda que él es el mayor, y todo esto lo sabemos por El Rincón Guapo, un nombre que le endilgó el mismo autor de Cien años de soledad a las interminables tertulias familiares que acostumbran los García Márquez'.
'Tengo la seguridad de que, como al resto de hermanos, a Gabito también le dieron mazamorra de guineo, pero todos sabemos que con él todo fue especial', apunta con gracia Aída, quien dice que esa agüita fue una exclusividad para él, y que a medida que creció como a los demás hermanos le dieron Fosfatina y Vitavosa.
De El Rincón Guapo saca también otros apuntes: 'Después nos dieron chocolatinas extranjeras, galletas holandesas y Corn Flakes que vendían en el comisariato de la United Fruit Company. El abuelo no era empleado, pero tenía el carné, nada más era cruzar la calle, estaba frente a la casa'.
El ajuar. Aquel niño robusto, que tuvo como comadrona a la señora Santos Villeros y que lo salvó al momento del parto la venezolana Juana de Freite, fue recibido entre pañales y camisitas de olán traídas de Aruba. El telegrafista le dio la plata a Juanito, tío materno del recién nacido, quien en ese momento trabajaba en la Aduana de Santa Marta.
Del baúl de los recuerdos, mejor dicho de El Rincón Guapo, Aída, bautizada así por la Ópera de Aída, también rescata la respuesta cuando se le pregunta si fue un niño consentido: 'Mucho, pero no llorón. Él nació entre mujeres, hubo muchas manos para atenderlo, para consentirlo. A él le celebraron su llegada al mundo, no solo el día del cumpleaños sino el 6 de cada mes'.
Por Martha Guarín R.







