El nuevo gobierno asume hoy sus funciones en medio de las expectativas que suelen generarse cada vez que hay un cambio de administración.

El país, desgastado luego de una campaña electoral intensa y por momentos amarga, aguarda que el nuevo estilo, el nuevo tono y las nuevas energías del presidente Duque y de su equipo demuestren eficiencia, serenidad, sensatez y sentido práctico. En esa línea parece inscribirse el perfil técnico con que el presidente entrante ha seleccionado su gabinete.

No son pocos los desafíos que enfrentará el entrante inquilino de la Casa de Nariño: reactivar el crecimiento económico, consolidar la presencia del Estado en los territorios más golpeados por el conflicto armado, identificar y desmantelar la red criminal que asesina a líderes sociales, implementar el acuerdo de paz con las Farc, decidir si se continúan las negociaciones con el Eln y bajo qué criterios, son algunos de los retos más importantes.

Pero, sin duda, sus acciones más importantes, al menos en la primera fase de estos cuatro años, pasarán por ejercer un liderazgo sabio y tolerante que reunifique la voluntad de la ciudadanía alrededor de los temas más importantes; el éxito de su gestión dependerá, en gran parte, de su capacidad para restarle razones a una polarización que pareció haberse profundizado durante la contienda electoral.

No será un camino fácil, si nos atenemos a los vehementes mensajes que, en uno u otro sentido, han preparado para hoy, día de la posesión de Duque, Colombia Humana y el Centro Democrático, partido del nuevo mandatario.

Para cumplir con estos objetivos, que son los que le demandarán todos los colombianos, y no solo quienes votaron por su programa, el presidente Duque, tal como lo afirmó durante la primera jornada de empalme, deberá esmerarse en el fortalecimiento de las instituciones, con un diálogo constructivo con las fuerzas políticas de la oposición, con la continuación de las políticas que considere rescatables de su antecesor y, sobre todo, con enfatizar en cada acto de su gobierno que es el presidente de todos.

Sin embargo, no solo está en manos del nuevo gobierno el que su servicio sea fructífero para el país: la oposición y la prensa libre deben ejercer una fiscalización rigurosa pero justa, que critique lo negativo y reconozca lo positivo, que confronte con respeto y argumentos, y que esté abierta al diálogo y a la concertación en los temas superiores. Al fin y al cabo, de eso se trata el ejercicio de la democracia.

Esperamos que el presidente Duque sea digno del cargo y que en 2022 podamos hacer un balance positivo de su labor al frente de la primera magistratura, porque en estos momentos cruciales de nuestra historia, como nunca se hace cierta la frase tantas veces pronunciada: “queremos que le vaya bien, porque así le irá bien a Colombia”. Que haya suerte.