Sobre la arena mojada/ bajo el viejo muelle/ la besé con honda pasión...

Así comienza un hermoso verso hecho canción por Rafael Campo Miranda, un hombre que ha dejado una impronta en la música colombiana y a quien ayer se le rindió, a sus 99 años, un homenaje en Soledad, su tierra natal.

Campo Miranda ha sido un prolífico compositor con piezas inmortales. Es uno de los mayores representantes de la música tropical en Colombia. Le ha escrito al amor, a la mujer, a la naturaleza, e inclusive, a un movimiento cívico que dio mucho de qué hablar en Barranquilla en la década de los 70, como fue Uno para Todos.

Sus canciones han atravesado fronteras e incursionado en el cine de Hollywood, en películas con actores de la talla de Ernest Borgine y Candice Bergen. Pero no es esa su marca mayor. Campo Miranda, como bien se le conoce, es el autor de piezas inolvidables como la ya citada al principio y cuyo poético nombre, Lamento náufrago, llama al recuerdo y al romance. Están además Pájaro amarillo, Playa, brisa y mar, y Nube viajera. Son esas algunas de las conocidas canciones de un gran creador de porros, fandangos, cumbias, merengues, merecumbés, boleros, himnos, jotas, pasillos, fox trots, cuecas e inclusive paso dobles.

Los aportes de Rafael Campo Miranda no solo han sido como compositor. También ha formado músicos desde su reconocida academia fundada a mediados de los años 70. Ha sido el genio creador y el maestro abnegado que escribió textos sobre música colombiana como legado de sus conocimientos, cuyas bases están en el emblemático Colegio Barranquilla de las primeras décadas del siglo pasado y en la Escuela de Bellas Artes. Su recia estructura y talento tiene detrás la influencia de maestros como Guido Perla, Pedro Biava y Adolfo Mejía, el célebre compositor, pianista y guitarrista bolivarense autor de Pequeña Suite, una composición histórica de las artes nacionales.

El legado de Campo Miranda va más allá. Sus tres hijos, Rafael, Marta y María Margarita Campo Vives, se han destacado como intérpretes. El primero como guitarrista clásico y sus dos hermanas con un dúo que hizo historia y está enmarcado en las páginas musicales del país. Se hicieron llamar las Emes e hicieron honor al buen nombre de su padre.

Qué bien por el Centro Literario Gabriel Escorcia Gravini y la Casa de la Cultura ‘Pacho Galán’, organizadores del evento. Es un justo reconocimiento a quien tantos y bellos aportes ha hecho con composiciones irrepetibles y de gran de calidad. Muchas de esas letras recorrieron el mundo en las voces inolvidables de Nelson Pinedo, Chichi Meyer, Orlando Contreras, Víctor Piñeros, Matilde Díaz, Chico Salas, Carlos Argentino, Alci Acosta, Julio Bovea y Jaime Llano González, entre tantos otros. Ni mencionar las orquestas de talla mundial que interpretaron los temas de esta impronta viva de la música, de nuestra música.