Por un carnaval que le alegre el bolsillo a la gente
El Carnaval sabe que los recursos públicos son cada vez más exiguos, año tras año queda demostrado, por lo cual debe diversificar su búsqueda de fondos privados, así cueste sangre, sudor y lágrimas. Esta es una apuesta de futuro que tiene que ser prioridad.
Sin posibilidad de dar marcha atrás hasta el Miércoles de Ceniza, Barranquilla y los municipios del Atlántico, afortunadamente con un peso cada vez más relevante, viven ya a plenitud la indescriptible pasión carnavalera. Esa que cada año nos lleva al clímax de una alegría, frenesí y arrebato, difícilmente comprensibles para los que aún no los han experimentado en carne propia. Quienes quieran hacerlo aún están a tiempo. Se acercan los días más importantes de nuestra fiesta folclórica y popular, máxima expresión de la cultura e identidad del Caribe colombiano, que en esta ocasión contará con la presencia de decenas de miles de visitantes, de acuerdo con los cálculos del Distrito. Nada mal para una conmemoración centenaria que se ha visto sacudida en los últimos años por los embates de una pandemia, sucesivas crisis económicas y otras cuántas arandelas que, a ratos, la han puesto contra las cuerdas. Pero el Carnaval, como el mismo Joselito, ha demostrado una capacidad inconmensurable para revivir año tras año, pese a todo. En ocasiones, con un ímpetu nunca antes visto. En este 2023, deseamos de corazón que así sea.
El Carnaval mide el pulso de la ciudad y ahora de todo el departamento. Barranquilla no sería Barranquilla sin su histórica celebración que ha extendido vasos comunicantes con sus sectores sociales, económicos e incluso, políticos. De manera que seguir contando con el decidido aporte de todos ellos es fundamental para mantenerlo vivo con el dinamismo que demandan sus miles de actores u operadores. Como ocurre con otras realidades, el Carnaval debe seguir esforzándose por entender, asimilar o adaptarse a tiempos tan agitados como los actuales en los que confluyen elementos disruptivos e innovadores, preservando, eso sí, todo lo que sea posible su extraordinaria riqueza como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad. Esencia de lo que somos: una envolvente mixtura de tradición, arte, creatividad e irreverencia que lo hace único y extraordinario. Que nunca falten patrocinadores ni benefactores, en especial para los eventos cargados de más emotividad que son los que rinden homenaje a lo ancestral.
Siempre serán noticias positivas aquellas que hablan de movimientos económicos robustos alrededor del Carnaval, porque son la mejor señal de buena salud. 500 mil millones de pesos moverá la temporada en curso que tendrá su momento culmen los próximos días viernes y sábado, con una ocupación hotelera de 93 % y 95 %, respectivamente. Cómo no, si se esperan 500 mil visitantes de decenas de ciudades del país, en particular, de Bogotá, Medellín y Bucaramanga, así como de Estados Unidos, México, Panamá, Perú y Chile. Cada uno de ellos gastará hasta 1.400.000 pesos, mejorando el promedio de 2022. Habrá decenas de vuelos adicionales para movilizar a buena parte de los turistas carnavaleros, que si se les atiende bien, y este es un mensaje para taxistas, comerciantes, restaurantes, estaderos y operadores turísticos, volverán y no lo harán solos. De modo que de nosotros depende hacer del Carnaval un éxito.
Sumar eventos atractivos como La Noche del Río y la de Coronación con los del fin de semana: Batalla de Flores y Gran Parada, entre otros, insufló nuevos aires a esta época crucial para el empleo. Hasta 50 mil, 30 mil de ellos indirectos, jalona el Carnaval que en medio de este tiempo de vacas flacas es todo un goce. Enhorabuena, trabajo sí hay y no solo para unos cuantos. Peluquerías, estaciones de gasolina, servicios de transporte y hasta droguerías también ganan. Grandes empresas cuadran caja, pero también lo hacen micronegocios, emprendedores, pequeños comerciantes e informales que han encontrado lugar para sus ventas en el espacio público o en ferias. Artesanos de los municipios merecen ser tenidos en cuenta para que sus tamboras, maracas, flautas, máscaras o atuendos viajen por el mundo. Es el anhelo de Marco Martínez, en Tubará, o de Abraham Berdugo, en Galapa. Su incomparable arte es tradición y pertenencia a la diversidad cultural. Rodearlos, al igual que a los hacedores consolidará la fiesta que soñamos. El Carnaval sabe que los recursos públicos son cada vez más exiguos, año tras año queda demostrado, por lo cual debe diversificar su búsqueda de fondos privados, así cueste sangre, sudor y lágrimas. Esta es una apuesta de futuro que tiene que ser prioridad.
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