Barranquilla da un nuevo paso para redefinir su forma de movilizarse. El novedoso RíoBus Karakalí, primera embarcación de transporte público que recorre el Magdalena después de muchos años, señala el rumbo para que seamos realmente una biodiverciudad, capaz de revertir los efectos del cambio climático a través de proyectos viables de movilidad sostenible. Este es un concepto esencial ligado al bienestar ambiental y a la calidad de vida de las personas que busca articular sistemas de transporte que sean eficientes, limpios y responsables, como resultado de implementar políticas urbanas que ofrezcan alternativas distintas a los carros particulares. El mundo cambia. Cada uno de nosotros, como ciudadanos del presente y del futuro, también debemos hacerlo. De hecho, las transformaciones sociales que reclamamos dependerán de ello.

No cabe duda que la motonave con nombre de río y rostro de caimán que se construyó durante los últimos seis meses en Cartagena con ingeniería criolla animará el turismo, estimulará la economía local y será el nuevo atractivo del Gran Malecón, desde donde zarpará para iniciar su recorrido de 6,7 kilómetros hasta la Intendencia Fluvial, atravesando el canal navegable Los Tramposos, a una velocidad de entre 20 y 30 kilómetros por hora. Suena genial. ¿Quién no querría disfrutar de una travesía que evoque, así sea por un rato, el esplendor de los viajes por el Magdalena que retrató magistralmente nuestro nobel Gabriel García Márquez en libros tan memorables como ‘El amor en los tiempos del cólera’, ‘El general en su laberinto’ y ‘Vivir para contarla’? Nostalgias, añoranzas y recuerdos de una época pasada que se extraña y que el mismo Gabo podría calificar como “un largo abrazo de lágrimas calladas”, usando sus propias palabras.

Menos poético, pero con una oportuna visión de futuro, el alcalde Jaime Pumarejo que se empeñó a fondo para sacar adelante la iniciativa da en el clavo. Karakalí es el punto de partida que deja su administración para reactivar el transporte fluvial de pasajeros por el Magdalena. Indispensable. Sus incuestionables beneficios para la salud humana y el medio ambiente resultan casi revolucionarios en un momento de emergencia climática sin precedentes. De modo que necesitamos más, muchos más ríobuses para romper la nociva dependencia de vehículos que se mueven con combustibles fósiles, los cuales son altamente contaminantes, como es de todos conocido. Se trata de una cuestión de innegociable equidad con las nuevas generaciones de barranquilleros y atlanticenses, que reconocen al Río como un elemento vivo y dinámico.

En todo caso, no nos equivoquemos, como ya lo hicimos alguna vez cuando le dimos la espalda al Magdalena seducidos por medios de transporte terrestres y, claro, el aéreo. Bajarse del bus o del carro particular para llegar a Puerto Mocho, a los municipios ribereños del corredor oriental o al aeropuerto Ernesto Cortissoz en una embarcación que navegue por la inestimable autopista del Magdalena no será posible si los liderazgos locales, la alianza público-privada y la colaboración público-publica no se activan para asegurar conectividad. Todos los actores, también los ciudadanos llamados a apropiarse de las bondades de la movilidad fluvial sostenible, deben estar dispuestos a impulsar esta transición que ha comenzado con Karakalí. Ahora bien, una golondrina no hace verano. Por eso, la motonave fondeada en el Malecón con sus 60 cómodos y seguros puestos, servicio de aire acondicionado, espacio para bicicletas y acceso a personas de movilidad reducida, es apenas un piloto que nos pone a prueba. Cuidarla es lo primero porque, como un bien público, nos pertenece a todos. También conviene entender cuáles son sus posibilidades, como el pago, además de en efectivo, con la tarjeta del Sibus. Por fin, avanzamos hacia un sistema integrado de transporte público, así que no nos conformemos con nada distinto.

Más bien exijamos de las próximas autoridades territoriales, las que se elegirán en octubre, continuidad para materializar una flota de karakalís, así como un Plan Maestro de Movilidad con sostenibilidad ambiental, económica y social, concientización y cooperación, en el que el río Magdalena sea protagonista del transporte público para honrar lo que somos: un territorio anfibio unido por un ser cambiante con vida propia que merece toda nuestra atención y respeto.