Junior tiene que estabilizarse. La constante sustitución de entrenadores y jugadores no contribuye en nada al desarrollo deportivo del club.

Más allá de elegir los nombres que estarán en el banquillo técnico y en el plantel, cualquiera que sean, los accionistas del equipo que representa al Caribe colombiano deben sentarse a reflexionar y trazar una política institucional que se prolongue en el tiempo y se haga respetar más allá del timonel o los futbolistas de turno, y las presiones externas de prensa y afición.

Y esas políticas deben ser claras y en todas las áreas, con objetivos a corto, mediano y largo plazo, con una estructura administrativa más amplia y robusta que no deje todo en manos del gerente general y los gustos del entrenador del momento.

Un proyecto cimentado, coherente y ambicioso que involucre a las divisiones menores, la etapa de fogueo en el Barranquilla FC, organización hermana, y todo un proceso que derive en mejores resultados deportivos y económicos a nivel local e internacional.

Sí, no es fácil, el fútbol tiene un manejo bastante suigéneris, cada jugador es un mundo y existen un montón de imponderables, pero con un funcionamiento organizacional equilibrado y consistente va a ser menos complejo sortear todas esas situaciones particulares y adversas que se suelen presentar en la industria de este deporte.

El crecimiento institucional de Junior permitiría mayor orgullo y sentido de pertenencia de la hinchada, lo cual se vería reflejado en asistencias al estadio más masivas y fieles, algo que cada vez es menos habitual.

También aumentaría el sentido de pertenencia de los jugadores y técnicos, que no lo apreciarían solo como un equipo con mucho dinero, que paga puntual, en el que pueden mejorar su cuenta bancaria. Ante una organización enorme, ejemplar y moderna, sus trabajadores adquirirían mayor compromiso; no se presentaría tanta informalidad, desdén y desidia.

Algo está pasando cuando constantemente se repite la historia de jugadores que son destacados en otros clubes y acá descienden notoriamente su nivel de juego, entran en zona de confort y protagonizan actos de indisciplina.

Seguramente no hay el seguimiento y el ambiente institucional exigente que obliga, de entrada, a asumir con seriedad y compromiso la labor que a cada quien le corresponde.

En ese sentido, la familia Char, que tiene un conglomerado económico muy importante en el país y goza de escaso tiempo para estar al pie de la jugada de Junior, debe pensar en aumentar el acompañamiento diario, en tener un mayor número de personas muy bien capacitadas velando permanentemente por el club, y eso empieza con tener una sede deportiva más acorde a los 100 años de historia (ya casi 101), y un completo equipo de trabajo multidisciplinario, como lo demandan las grandes escuadras del mundo en la actualidad.

El solo sitio de entrenamiento y las herramientas con las que se cuenta le indican a los futbolistas en donde se encuentran realmente, y le puede invitar a creer que el desafío es grande o que la pueden ‘coger suave’, como se dice coloquialmente.

El dinero que se despilfarra en jugadores costosos que pasan sin pena ni gloria por Junior con la influencia y artimañas de empresarios que sobrevuelan el club como aves de rapiña, bien podría ser usado en construir un campo de entrenamiento vanguardista con todos los requerimientos y ventajas para desarrollar la mejor preparación.

Se trata de avanzar, de evolucionar, de salir de la mediocridad, del conformismo, del estancamiento, del círculo vicioso, de la incertidumbre, de la inestabilidad, del azar, de la cambiadera eterna, de “la misma historia triste y sin final, el mismo cuento de nunca acabar”, como dice la canción.

No todo es negativo, para nada. Gracias a la llegada de la familia Char en 1972, este equipo se ha mantenido dignamente a lo largo de los años sin descender, con 10 títulos de Liga, dos de Copa Colombia, una semifinal de Copa Libertadores, una final de Copa Sudamericana (que se perdió en penales) y constante protagonismo. Se ha convertido en símbolo de la costa Caribe.

No obstante, ya es hora de progresar, de dar un salto de calidad.

Si con sus falencias administrativas el equipo es grande, respetado en Colombia y es el segundo con más finales de Liga (12), después de Nacional (16), desde que se empezaron a jugar los torneos cortos, ¿cómo sería con una estructura organizacional más adecuada y ajustada a los retos del mundo actual?

Ahora que llega el uruguayo Alfredo Arias a la dirección técnica en reemplazo del venezolano César Farías, sería bueno cambiar un poco la fórmula y apostar más por el crecimiento institucional de Junior.