Cuando el mundo está al filo de un tercer conflicto a gran escala es menester de todos calmar los ánimos y clamar al unísono: ¡No a la guerra! De desatarse, las consecuencias serían devastadoras para el planeta, mucho más de lo que ya se está evidenciando en Oriente Medio, por lo que el llamado del papa León XIV a la comunidad internacional a frenarla “antes de que se convierta en una vorágine irreparable” se hace más que necesario y debe calar en cada Estado para que se logren tomar acciones en medio de la incertidumbre y el miedo.
A su emplazamiento se han unido decenas de países, pues las tensiones se centran especialmente en las represalias que de parte y parte puedan surgir, teniendo en cuenta que las fricciones entre Irán y Estados Unidos se acercan al decalustro, partiendo casi que desde la Revolución Islámica de 1979, cuando un grupo de guardias revolucionarios y estudiantes asaltó la embajada estadounidense en Teherán, tomando como rehenes a 52 funcionarios durante 44 días, lo que marcó la ruptura definitiva de las relaciones diplomáticas entre ambos países para 1980. Así mismo, durante la guerra entre Irak e Irán, Estados Unidos apoyó abiertamente al régimen de Sadam Husein, exacerbando la animosidad iraní.
De ahí en adelante, desde el recordado escándalo ‘Irángate’, en el que tuvo participación el entonces presidente Ronald Reagan, hasta el inicio de las sanciones contra el país por cuenta de Bill Clinton, la relación ha pasado por altibajos que parecían haberse mermado con la llegada al poder del moderado Mohamed Jatamí, pero luego se fueron a pique con la decisión de George W. Bush de incluir a Irán en el denominado “eje del mal” junto a Irak y Corea del Norte.
Tras ello, la llegada de Barack Obama pareció abrir de nuevo una ventana al diálogo con el reformista Hasán Rohaní en 2013, pero no fue hasta 2015 que se suscribió el histórico acuerdo nuclear, por el cual Irán se comprometió a no fabricar armas nucleares a cambio de una reducción gradual de las sanciones. No obstante, la llegada de Trump en 2016 recrudeció las relaciones con la reimposición de las sanciones y la denuncia de Israel de un programa nuclear secreto iraní, lo que provocó la retirada de Estados Unidos del acuerdo y la designación de la Guardia Revolucionaria iraní como grupo terrorista, a lo que Teherán respondió incluyendo a las tropas estadounidenses en Oriente Medio en su lista de grupos extremistas.
Una nueva crisis estalló cuando drones estadounidenses, por orden de Trump, asesinaron al general iraní Qasem Soleimani, uno de los hombres fuertes del líder supremo Alí Jamenei. Más adelante, en febrero de 2021, el mismo presidente Joe Biden ordenó bombardear en Siria a las milicias respaldadas por Irán como advertencia contra agresiones.
A su regreso en febrero de 2025, Trump expresó su deseo de negociar un nuevo acuerdo nuclear y el pasado abril abordó dos rondas de negociaciones luego de que la OIEA anunciara que Irán acumula 274 kilos de uranio enriquecido al 60 % de pureza, cercano al 90 % necesario para uso militar. Pese a que la misma organización insistió en que no hay pruebas de que Irán siga teniendo un programa para armas atómicas, aunque no puede asegurar que sus esfuerzos sean únicamente pacíficos, Israel decidió el pasado 13 de junio bombardear a gran escala instalaciones nucleares y militares en Irán, matando a altos mandos del Ejército, a lo que Teherán respondió con el lanzamiento de cientos de misiles balísticos, interceptados por Israel.
Desde entonces, las hostilidades no han cesado y el ataque de este sábado con 125 aviones y 75 proyectiles con 14 bombas de más de 13.000 kilos contra las instalaciones nucleares iraníes de Fordó, Natanz e Isfahán, regresan las relaciones a sus momentos más enrevesados. Lo anterior sin contar que el parlamento iraní pidió el cierre del estrecho de Ormuz, por donde pasa el 20 % del tráfico de petróleo del mundo, lo que afectaría directamente los precios del crudo, la estabilidad de los mercados y la seguridad energética de países como China, Japón y Europa.
En ese escenario el papa recuerda que “hoy más que nunca la humanidad grita e invoca la paz, pues no existen conflictos lejanos cuando la dignidad humana está en juego” y avisó de que “la guerra no resuelve los problemas sino que los amplifica, produce heridas profundas en la historia de los pueblos que tardan generaciones en cicatrizar”.