
Resistiendo en pandemia creando empresa
EL HERALDO relata cuatro historias de emprendedores de Barranquilla que, basados en su resiliencia, siguen creyendo en el país y en sus oportunidades.
Tenemos que tener la oportunidad de surgir desde cero nuevamente cada vez que sea necesario porque la vida sigue adelante”. Ese es la máxima de vida de Julia Rodríguez, una empresaria barranquillera que confía en el poder de reinventarse cada vez que sea necesario.
Por más rudas que sean las circunstancias, siempre habrá alguien dispuesto a crear, a soñar y a resistir. El emprender es una acción atemporal y muchas veces ir contracorriente.
“Emprender es arriesgarse. Es salirse de la cotidianidad y de romper parámetros. Y aunque tiene sus riesgos, la habilidad del emprendedor es la que minimizará los riesgos del fracaso y potencializa los del éxito”, dijo José Bedoya, director de Desarrollo Empresarial de la Fundación Santo Domingo, una de las instituciones que brinda asesoría a los emprendimientos. El Centro de Oportunidades del Distrito y la Cámara de Comercio de Barranquilla son algunas de las otras instituciones que brindan apoyo.
La pandemia de la covid-19 marcó un antes y un después en la realidad del mundo. El virus obligó a la humanidad a hablar de reinvención, una facultad que delimitó quedarse estancado en el pasado o mirar al futuro con otros ojos.
Resurgiendo desde las cenizas como un ave fénix, muchos de los emprendedores de antes de la pandemia encontraron en la tormenta la habilidad de remar contracorriente y surcar nuevos mares adaptando sus modelos de negocios.
Otros, en cambio, descubrieron en medio de la pandemia esa oportunidad de oro por la que antes no se habían decantado.
Seguir creciendo y apostando por Barranquilla y por Colombia es el común sueño entre los cuatro emprendedores cuyas historias son contadas por EL HERALDO en esta edición.

A Julia Rodríguez la artesanía siempre le había llamado la atención. “Es hermoso ver la creación que podemos hacer con las manos y la sensación de ver que a las personas les guste es fantástica”.
La idea de emprender de la asesora comercial surgió en 2014 tras un encuentro de la Fundación Santo Domingo. Su profesión la mezcla “sin darse cuenta” con el “arte” de vender, algo que adora hacer porque enseña a la gente a valorar los productos.
“No se trata de vender por vender, sino que la gente conozca lo que es made in Colombia, Barranquilla y Villa de San Pablo. Que sepan que acá se producen buenos productos. Por eso me gusta”, dijo Rodríguez.
Bayarte y Tejidos Julia Rodríguez es el nombre con el que bautizó recientemente a su emprendimiento, con el que ha ido evolucionando a medida que “la demanda crece”. Esta pequeña empresa de Rodríguez se dedica a fabricar y comercializar productos elaborados en palma de Iraca.
Bolsos, pulseras, juguetes y hasta zapatos, pasan por las manos de Julia. De hecho, estos últimos son una invención original de ella, según cuenta.
“Un cliente nos sugirió la idea. Dijo que le encantaría comprar un conjunto de bolso y zapatos. Le hicimos caso”, precisó.
El pasado 2020 fue un año “durísimo” y las ventas disminuyeron en un gran porcentaje, pero las redes sociales y la red familiar y de amistades, poco a poco “se fue levantando de nuevo”. Julia, de 55 años, tiene claro en su mente que no debe rendirse y ese es una facultad que espera trasladarle a todas las personas que conoce.
“Estamos en una pandemia, pero el mundo no se ha acabado. Si tenemos la oportunidad de echar hacia adelante, vamos por eso (...) Tenemos que seguir con la vida y si hay que reinventarse nuevamente, se hace, pero siempre tenemos que tener una fortaleza”.

Paciencia y perseverancia son las palabras con las que Liliana Ayala puede describir ser empresario en medio de una pandemia. Su proyecto, Lubristar, fue concebido luego de que Ayala recibiera la liquidación de la empresa de lubricantes para automóviles en donde trabajó por cuatro largos años. Decidió independizarse porque emprender siempre había sido su sueño y por el que luchará a capa y espada.
Comenzó vendiendo al por mayor a distintos talleres de mecánicos, pero siguiendo lo que la razón le recitaba abrió un punto físico en Villas de San Pablo, ya que hasta ese momento no bía nadie que lo hiciera. Con los adecuados permisos pudo seguir operando durante la etapa más ruda de la pandemia y con ello pudo conquistar aún más mercado dentro del sector. “Si bien ha sido duro, yo no he parado de trabajar”, dijo Ayala.
Mirando en retrospectiva, esta barranquillera de 33 años de edad agradece a Dios porque aún en medio de las dificultades “nunca ha faltado nada”. Dentro de los próximos pasos que dará Liliana están invertir aún más de sus utilidades para seguir ampliando el catálogo de productos. Desde la entrada de su casa, donde ubica sus pequeñas estanterías, la tecnóloga en administración no detiene su más grande sueño: tener su propio punto físico.
Se tiene que seguir adelante siempre. Ese es el valor que quiero transmitir”, dijo. Para ella, no existen limitantes para salir adelante.

Hace cuatro años Marcela Teherán no “sabía nada de costura”. Convencida de sus fortalezas ignoró esas limitantes que su mente le hacía pensar y decidió darle el sí a aprender del oficio desde cero con la ayuda de una vecina.
La idea de emprender llegó al tiempo, cuando junto con una socia fueron beneficiarias de una maquinaria por parte de la Fundación Santo Domingo. Luego de un tiempo nació en 2016 Fénix Confecciones (@ fenix_confecciones01), su emprendimiento.
La pandemia acabó con el contrato que tenía vigente y cuando creyó que el panorama se oscurecía aún más, una profesora del SENA le tendió la mano para hacer tapabocas. Los vecinos de su barrio, Villas de San Pablo, se sumaron poco a poco y también aportaron a su sostenimiento.
Entre sus planes para el futuro, Marcela sueña con sumar seis maquinarias y poder mudarse a un taller propio. Entre los muebles de su sala cubiertos con montañas de tela, Marcela agradece a Dios poder contar con el trabajo en medio de las adversidades y, así como salió adelante con sus ideas, sostiene “querer ser ejemplo de superación” para sus hijas.

Con una experiencia acumulada de más de 30 años laborando en una multinacional de la industria farmacéutica, Miguel García y su esposa decidieron dedicarse a la distribución de productos estéticos.
El negocio fue creciendo con el tiempo y pudieron comercializar directamente con el laboratorio, lo que les permitió otra visión del modelo de negocios. Tras una alianza con otros dos socios (Francisco Hernández y Alejandro Martinez), en diciembre de 2020 crearon Evolonfusion formalmente.
El trío decidió dar un paso más allá y enfocarse en productos naturales con una fórmula desarrollada propiamente por ellos. Para emprender en pandemia, Miguel dice que “hay que tener coraje, decisión y vivir el día a día”.
Reconoce que hacerlo no es fácil, pues hay días donde su cabeza se pregunta si el esfuerzo funcionará o si el dinero alcanzará, pero precisa en que “ese siempre fue el sueño” de él y su esposa. “En la vida tienes dos opciones: lloras o vendes pañuelos”.
Ellos optaron por la segunda opción y solo esperan poder seguir creciendo ofreciendo la línea de sus propios productos naturales.