El fantasma de la protesta social ha recorrido el mundo durante 2019. Protestas en lugares tan disimiles entre sí, como Argelia, Hong Kong, Cataluña o Sudan del Sur, son algunos de los ejemplos más referenciados en los medios de comunicación. América Latina no ha sido ajena a esta ola de desencanto y amplios sectores sociales han sido partícipes de grandes movilizaciones en Puerto Rico, Haití, Argentina, Chile o Ecuador.
A pesar de coincidir temporalmente, ¿hasta qué punto estas protestas responden a los mismos factores? Y, más en específico, ¿en qué medida la economía explica la reciente movilización ciudadana en el continente? Juan Ricardo Perilla, profesor de Economía de la Universidad del Norte, explica que no se trata de problemas recientes, pero sí han tenido detonantes nuevos.
La situación económica de los países ha jugado un papel central en las últimas protestas. Con el fin del largo ciclo de precios altos de materias primas de 2003-2014, los gobiernos latinoamericanos se han visto obligados a realizar ajustes fiscales debido a que muchos desaprovecharon la bonanza y no ahorraron para las 'vacas flacas'.
También confluyen diversos tipos de malestar social que no solo rechazan determinadas medidas económicas, sino que impugnan el estado actual de las cosas, como la calidad y coberturas de servicios públicos, la desigualdad o la corrupción, consideradas deudas sociales históricas. En ese sentido, no deja de ser bastante sugerente uno de los eslóganes más populares de la protesta chilena: 'No es por 30 pesos, es por 30 años'.
Algunos analistas consideran que las situaciones, por más similares que sean, no se pueden extrapolar de un país a otro. De acuerdo con el profesor Perilla, el contexto de las protestas es diferente en cada país.
'Chile ha sido históricamente el país más estable de la región. Por lo menos así lo ha sido después de los años de la dictadura que logró reducir la pobreza, pero a cambio de una amplia clase media muy vulnerable, que son quienes hoy protestan. Argentina, por otra parte, no ha logrado recuperar ni el ritmo de crecimiento ni los niveles de riqueza que alguna vez tuvo y eso ha incrementado los niveles de desempleo y pobreza. Ecuador, por último, ha sido una economía relativamente estable, pero es un país que en general se mantiene estancado y así se mantiene la situación social también'.