Compartir:

'Con la situación actual no puedo tanquear el carro todas la semanas como lo hacía antes, me toca dejar que llegue a la 'E' (empty o vacío en inglés) de échele gasolina, porque no me alcanza la plata. A veces la pago con tarjeta de crédito', asegura Carlos Jiménez, trabajador independiente y padre de dos niños.

Carlos se queja porque sus ingresos no son suficientes para pagar el combustible que usa en su vehículo particular, pero no sabe que los precios de la gasolina corriente y el ACPM en Colombia están entre los tres más bajos de América Latina.

En Estados Unidos un galón de gasolina regular vale un poco menos de USD4 (unos $17 mil), en Uruguay cuesta el equivalente a $21.000 y en Barranquilla vale $9.208, y el de ACPM $9.104. Estos precios subieron en julio tras seis meses de permanecer estables en plena disparada de los precios internacionales del crudo.

Entonces podemos decir que en medio de tantos productos que suben, en el país tenemos combustibles baratos, pero ¿a qué costo? La respuesta está en la operación del Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles (FEPC), que para explicarlo en términos simples los subsidia para proteger a los consumidores de la volatilidad que se presenta en los precios internacionales.

El déficit que genera su funcionamiento alcanza cifras históricas que presionan las finanzas del país y que para el 2023 se proyecta en $28 billones, cifra que supera la proyección del recaudo de la reforma tributaria ($25 billones) que impulsa el Gobierno del presidente Gustavo Petro.

Las soluciones que hay sobre la mesa apuntan a subir el precio de los combustibles para que se acerquen a los estándares internacionales, se eliminen o bajen los subsidios y se reduzca el déficit. Esto plantea un dilema para el mandatario y su equipo, ya que no sería una decisión fácil en un contexto de inflación.