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Ya sabe el público deportivo el último pimpollo de sólo 16 años que ha sido firmado por los orangutanes del béisbol organizado y concretamente esta vez por el club Yankees de Nueva York (Álvaro Noriega es su nombre), para ser entrenado con instructores beisboleros.

Este chico, suponiendo que las condiciones principiantes que tiene han de permanecer y crecer con el paso del tiempo, tendrán un big leaguer de 20 o 21 años, por consiguiente un servidor beisbolero de 15 años cuando menos.

Se quedan, nos quedamos casi que con la boca abierta quienes hemos sido seguidores del béisbol americano, la capacidad de agallas que tienen estos dueños del béisbol de las Grandes Ligas que, obviamente, no son o no fueron aquellos que mandaban en los años 30 y 40. Hombres que eran verdaderos deportivos y acometían su tarea de adquisición y renovación de peloteros bajo ciertos principios éticos, no al uso de esos tragaldabas de estos últimos tiempos.

En los años 40 y 50 se contrataban peloteros cubanos (Cuba era entonces la gran surtidora del béisbol de las Ligas Mayores) cuando muchos de ellos frisaban en los 30 calendarios. Roberto Ortiz, Sandalio Consuegra, Limonar Martínez y muchos más entraron a las mayores bastante adultos y experimentados. A ningún scout se le habría ocurrido lo que ahora es pan nuestro de cada día: contratar niños colombianos, venezolanos y de otros rincones latinoamericanos cuando apenas están despertando a la vida y andan por los 15 y 16 añitos ¡Ay, ternura que me rompes el corazón!, traficantes desvergonzados que se aprovechan de la pobreza de sus padres, que eso es lo que son todos estos sinvergüenzas de hoy por hoy.

Son los mismos que sin ponerse una máscara se reunieron y dispusieron alterar el número de juegos de los torneos en las Ligas Mayores, que fueron de 154 juegos por temporada desde la noche de los tiempos. Más de un siglo imperó ese número de juegos, 154, año tras año. Lo subieron a 162, dizque por exigencias del público, cuando era de sus estómagos. ¿Qué pasó con esto? Que sacudieron de mala manera los récords implantados por los grandes de ayer (Babe Ruth, Ty Cobb, Dick Sisler, y 200 o 300 más, sin que esas alteraciones les importara un gran carajo, porque son lo que hemos dicho aquí: ¡Verdaderos tragaldabas!

De eso se valieron los que han batido el récord de jonrones de Babe Ruth.

No nos gustan los pronósticos, pero hagamos uno de muchos años por cumplirse y, por ende, no lo verá este columnista; se ha comenzado un camino para ver un día un béisbol de viejos, como el que aguarda a todo el Caribe. Como se llevan la adolescencia valiosa, año tras año, dejando la escoria o al menos lo que ya no tiene porvenir. ¡Eso es lo que nos espera!, un béisbol de viejos. Gracias a estos buchones americanos y a los correveidiles que los secundan.

¡Que Dios les perdone el servilismo que les adorna...!

Por Chelo de Castro C.