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Monaguillo desde los 7 años, Orlando ‘Ñato’ Ramírez debió enfrentar la recta más fuerte que le lanzó la vida: el día de su debut oficial en el béisbol con el equipo Caribesa en el mítico estadio 11 de Noviembre, su padre murió.

El dolor se acrecentó cuando no pudo derramar una sola lágrima el día del sepelio de don Miguel.

Don Miguel Ramírez tuvo renombre peloteril. Había integrado la Selección Colombia de los años cuarenta que salió campeona del Mundial de Béisbol Aficionado de 1947.

Su trabajo en la parroquia del barrio Pie de la Popa le impidió dejarse traspasar por el dolor de perder a su progenitor. Tenía que portarse a la altura de la encomienda de ser el asistente de uno de los párrocos más importantes de la ciudad. En cada paso hasta el cementerio del barrio Manga, Orlando se preguntaba qué sería de su vida, qué haría para sustentar a su mamá y qué sería de su amor más entrañable: el béisbol.

Ese momento le templó el alma. Lo ayudó a tomar el mayor riesgo que un niño podía tomar en la década de los 50 en La Heroica, irse de su barrio a otro para jugar a la pelota.

El ‘Ñato’ recordó que una de las tantas tardes en las que se iba a jugar al estadio Mono Judas Araújo, muy cerca de su casa, el entrenador del colegio La Esperanza, Luis García Salcedo, lo vio ‘fildeando’ las rolas con un improvisado guante de cartón de una manera magistral y lo invitó a entrenarse en el campo de La Salle, uno de los tradicionales campos naturales de la época, donde se formaron ‘a pata pelá’ muchas de las futuras leyendas de este deporte en Cartagena. Pero a Orlando le daba miedo. La Salle, que no está a más de tres kilómetros del Pie de la Popa, estaba muy lejos para un niño de 8 años.

Dos semanas después el dueño del equipo Caribesa, el doctor Alfonso Piñeres, llegó hasta su casa en el Callejón Positos del Pie de la Popa donde residía la familia Ramírez Leal, para preguntar por aquel pelado que le recomendó García Salcedo y de quien aseguraba era un talento natural.

Desde ese instante, ‘el Ñato’ tuvo el arrojo necesario para irse a jugar béisbol a otro barrio, el mismo que le serviría diez años después para montarse en un avión hacia los Estados Unidos y sin saber una sola palabra de inglés, convertirse en el segundo pelotero colombiano que llegó a las Ligas Mayores desde el arribo del paisa Luis Castro.

El ‘Ñato’y su gran amor Taliana, su única nieta.