Las uñas están intactas. No hubo hernias. Nadie sacó estampitas ni cruzó dedos. Ninguno elevó plegarias. Nada de partos. La selección Colombia se impuso 3-0 a Venezuela, sin sufrimientos y con gran superioridad, mucho más de lo esperado, teniendo en cuenta los antecedentes de este duelo, y comenzó con pie derecho su participación en la Eliminatoria Sudamericana rumbo al Mundial de Catar-2022.
Con el sello del Atalanta de Bérgamo, por los goles de Duván Zapata y Luis Fernando Muriel (2), y con el silencio y el atípico decorado de un estadio vacío por la pandemia del coronavirus, el combinado patrio firmó un gran victoria en el génesis de la lucha por un nuevo sueño mundialista.
Después de unos primeros minutos de estudio y precaución, con el drama de la lesión de Santiago Arias en medio, Colombia se afincó en el terreno de juego, puso el pie en el acelerador y comenzó a arrollar a Venezuela con una aplanadora de presión, intensidad, velocidad y orden.
Era evidente que había un equipo con un norte, con una idea clara de juego, con un libreto bien aprendido, y otro confundido, extraviado, sin brújula, un poco al garete.
Solo transcurría un cuarto de hora de partido cuando Juan Guillermo Cuadrado la puso redondita y ejecutó un manual de cómo liberarse de una presión y emprender un contraataque. Salió tocando desde el campo colombiano, corrió como un atleta de 100 metros hasta el otro lado de la cancha, pero con la sutileza necesaria para conducir la pelota y mandar un centro con una curva ideal al que Duván Zapata, con el olfato goleador que muestra en el Atalanta, llegó puntual para inaugurar el marcador.
La conclusión se vio tan limpia y estética como la concepción, pero terminó siendo un golazo que elevó la confianza y entusiasmo de los locales.
Mientras Venezuela seguía tratando de amoldarse a lo poco que habían ensayado con su nuevo entrenador, el portugués José Peseiro, Johan Mojica encaró por izquierda, se coló y mandó un centro rasante que Muriel definió con frialdad, exactitud y a ras de grama al costado diestro de Wuilker Faríñez.
Colombia se soltó aún más y se percató de que Faríñez andaba con los guantes mantequillosos. Lerma le disparó fuera del área y la bola se le escurrió al exMillonarios y pegó en su palo izquierdo.
Luego Muriel, que caminaba la cancha y parecía ya sin aire en la agonía del primer tiempo, demostró que le quedaba una reserva de oxígeno al recibir la pelota de manos de Camilo Vargas e iniciar una larga cabalgata de área a área que convirtió en gol con un potente remate de zurda y la complicidad de Faríñez, cuyas manos se ‘doblaron’ tratando de amansar el remate.
En el segundo tiempo, con el 3-0 en contra, Venezuela amagó con reaccionar, pero más allá de una escaramuza de John Murillo por derecha y Darwin Machís por izquierda, no le hicieron cosquillas a la zaga anfitriona.
Colombia sacó un poco el pie del acelerador, tocó, le dio el trámite al juego y cuando encontraba oportunidad, atacaba.
Ya el juego estaba resuelto y así lo entendió Carlos Queiroz, que empezó a hacer sustituciones tal vez ya pensando en Chile.
Colombia concluyó el juego sin angustias, sin dramas, sin estrés, tranquila, relajada, prácticamente a media máquina, sin despeinarse.