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Con 35 años y en el River Plate, club en el que se dio a conocer y en el que anunció su retirada para cerrar el círculo de una carrera mágica marcada por el éxito, las lesiones y una leve decadencia final, Pablo Aimar se despidió para siempre del fútbol en el club que siempre quiso y en el que no se sintió útil en los últimos meses.

Su adiós fue silencioso, como es él, un hombre que casi nunca hizo ruido sobre el césped. Una carta a todos sus compañeros y a su entrenador, Marcelo Gallardo, bastó a Aimar para despedirse del River y de un deporte que inició hace décadas.

Allí fue a terminar su carrera en enero de 2014, cuando se presentó en la pretemporada del River, que no tuvo que pagar ningún traspaso por uno de sus ídolos históricos, que volvía de capa caída tras un año en el Johor Darul Takzim de Malasia.

Igual que en el club asiático, en el que las lesiones no le permitieron mostrar ni la mitad de la calidad, tuvo que superar otra dolencia tras operarse del tobillo derecho poco después de llegar al River. Su reaparición se aplazó otros 108 días, los que necesitó para volver a pisar el césped del Monumental.

Su vuelta con el River solo tuvo continuidad con treinta minutos frente al Liniers. Ese fue todo el tiempo que volvió a jugar. Y es que Aimar no era el mismo que deslumbró en su primera etapa en el club y Gallardo decidió no incluirle en la lista de treinta jugadores que disputarán la Copa Libertadores. Eso pudo con él y dijo basta. Efe