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¡66 años de incesante martilleo...!

Nada hay más dificultoso en una tarea periodística como tener que hablar o escribir sobre uno mismo.

Y en un medio tan al acecho para meter unas cuantas puyas ('¿oíste al tipo? ¡Hablando de él, no de los demás!') y de una vez los muy canallas borran de un manotazo --¡eso creen ellos, en su tarea de pequeñeces! – mas de 50 mil crónicas deportivas refiriéndose a centenares de protagonistas deportivos, para hacerlo como hoy a un onomástico laboral, luego de haber dejado pasar en blanco decenas de fechas por lo cansón que es su registro.

Un día de Junio de 1.945 nos quitamos el ropaje anónimo de escribir para el diario ‘La Prensa’ con nombre ajeno (tareita que nos encantaría saber si hay otro por estos entornos que pueda dar una prueba similar de desprendimiento) para aceptarle a Armando Zabaraín cubrir las dos páginas deportivas de su semanario ‘La Unidad’. Por aquello que entre cielo y tierra no hay nada oculto, ya se sabía que quién escribía no era el que aparecía, sino un pobre majadero agazapado en el anonimato.

Luego Jaime Riveira Abello nos ofreció que entráramos a ‘La Prensa’ con sueldo – risible por lo humilde, pero sueldo al fin y al cabo – y desde aquel remoto Junio de 1.945 no hemos dejado de teclear en función deportiva. Tenemos amigos generosos y 'jodidos' que no nos perdonarían el que diéramos sus nombres, que son los que sostienen que tenemos cifras laboriosas que no pueden ofrecer colegas y menos coleguitas en el oficio. Y no en Barranquilla y la costa, sino en el país y allende las fronteras, que así lo afirman ellos.

Cumplir 66 años de labor diurna y nocturna la mayoría de las veces, jeme a jeme y cuarta a cuarta, como se nos ha leído tantas veces, no es 'tareita' que nos ha permitido tener un compañerito en estas lides. Tenemos estampado en la frente y en letras no legibles de primera vista el voquible 'd e c a n o' con esos 66 años de labor, pero en todo Colombia no hay un periodista, ni joven ni viejo, blanco o negro o medio prieto, que lo pregone. En la costa porque hay un egoísmo, una mezquindad incancelable, y entre los andinos de todos los calibres y pelambres porque la gran norma de todos ellos es el bello 'deporte' de 'ignorar'. ¿Chelo De Castro dijiste, ala? ¿Y ese pisco de dónde es, chato querido?

Por supuesto, esa decanatura periodística tan oscilante en el espacio abierto de los estadios barranquilleros, algún día en el futuro podrá encontrar un nombre con mejores cifras de servicios. Es natural. Los ‘récords’ son impuestos para luego ser derogados, que muy pocos son lo que ha recibido el embate del tiempo y se mantienen enhiestos imbatidos, como un penacho inmortal, si es que lo podrá haber.

Ofrecemos que otro articulito como este no aparecerá.

Por Chelo de Castro C.