Cultura

El mágico vuelo de un mariposario con identidad Mokaná

Entre Galapa y Tubará, este espacio ha registrado hasta la fecha 105 especies de mariposas. El proyecto es liderado por la comunidad indígena local.

Un par de alas les ha sido suficiente a niños, jóvenes y adultos pertenecientes a la comunidad indígena Mokaná para mantener en vuelo la difícil tarea de preservar a cientos de mariposas en un terreno inferior a una hectárea. 

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Hasta la fecha, en el lugar se han registrado 105 especies de mariposas de distintos tamaños y colores.

El proyecto ecoturístico liderado por la Fundación Butterfly Caribe, nació el 20 de febrero de 2020 aunque a las pocas semanas de su funcionamiento tuvo que cerrar sus puertas por la llegada de la pandemia; sin embargo, eso no fue impedimento para detener las alas de la esperanza.

 

Entrada al mariposario comunitario. Josefina Villareal

El mariposario se encuentra en los límites entre el corregimiento de Paluato, perteneciente al municipio de Galapa y el corregimiento de Guaimaral, jurisdicción de Tubará. A pesar de esto, para los habitantes no existe línea divisoria que los separe, pues afirman que hacen parte de una misma comunidad indígena.

El proyecto además de beneficiar a cientos de mariposas que tienen un lugar en el que pueden habitar y reproducirse con todo lo necesario, promueve el ecoturismo y dinamiza la economía de artesanos locales. La mariposa más común es la monarca, cuyos colores anaranjados resaltan a la vista de cualquier persona. 

Mariposa monarca. Josefina Villareal
Un vínculo de siempre
Marlene Chávez en el laboratorio de las mariposas. Josefina Villareal

Al entrar en el mariposario, el visitante se encontrará con una variedad de árboles florales y frutales que hacen el papel de generador de alimento para las docenas de mariposas que sobrevuelan diariamente y viven en el lugar.

Marlene Chávez, autoridad tradicional de la cultura indígena Mokaná y cofundadora de dicha fundación, recuerda el amor que le tiene a las mariposas desde que era una niña y narra lo dichosa que encuentra al hacer parte de este proyecto.

“Cuando estaba niña habían muchas más mariposas y yo crecí viéndolas en todas parte; sin embargo, mi madre me inculcó algo que nunca se le puede hacer a un niño y es el miedo. Ella me decía que las mariposas podían dejarme ciega; sin embargo, nunca dejé mi vínculo con ellas. Hoy en día me siento muy feliz de hacer parte de este gran proyecto”, afirmó la cofundadora.

La ambientalista local se refirió al nacimiento de este proyecto que actualmente impacta a familias de la comunidad.

“La Fundación Butterfly Caribe nace por Jhon Ortega, uno de mis ahijados que también tenía la idea de crear un mariposario que además de servir como un espacio de conversación, mejorara la calidad de vida de varias familias de los corregimientos de Paluato y Guimaral”, expresó.

Finalmente, Chávez dijo que la idea es mantener el lugar tal cual para una mejor experiencia del visitante.

“El mariposario se encuentra en territorio ancestral de la etnia Mokaná, es un lugar completamente natural. La idea es mantenerlo de esta manera para que el turista cuando venga y disfrute realmente de lo que es la madre tierra”.

Mariposa Morpho peleides alimentándose de frutas en estado de descomposición. Josefina Villareal
Un compromiso integral
Las mariposas vuelan constante en la área protegida del proyecto. Josefina Villareal

El mariposario cuenta con un laboratorio en el que las crisálidas cuelgan pacientes en una especie de incubadora artesanal esperando que llegue el final de tan larga transformación. El proceso completo desde el huevo hasta el momento en el que la mariposa sale de la crisálida, tarda aproximadamente un mes.

Los niños de la comunidad, visitan el mariposario y hacen parte de la zoocría de mariposas hasta liberarlas en el mismo lugar con el propósito que busquen pareja para continuar su reproducción.

De igual manera, hay cuarto de vuelo en el que ciertas especies de mariposas habitan aquí con el fin de poder tener una reproducción sin ningún tipo de peligros o depredadores.

Luego de su crecimiento, evalúan a cada especie y son liberadas. “Las mariposas van volando de planta en planta y con unos bioreceptores que tienen en sus patas van buscando una planta que haga química con ellas y es cuando se detienen y depositan sus huevos en alguna hoja”, expresó Jesús Puello, esposo de Marlene y miembro de la fundación.

Asimismo, el líder ambientalista continuó explicando acerca de la increíble transformación en la que el hombre no mete la mano en ningún momento.

“A los cinco días de un huevo haber estado en una hoja, eclosiona una oruga que comienza a comer hojas durante doce días. Al momento que deja de comer, comienza su proceso de crisálida y es cuando las traemos al laboratorio para que hagan un proceso seguro hasta el día que sale la mariposa”, indicó Puello.

Jesús Puello, cofundador de la fundación. Josefina Villareal
Líderes beneficiados
Niños de la comunidad junto a artesanías elaboradas en bejuco. Josefina Villareal

Luz Elena Castro es una de las artesanas locales que se beneficia con este proyecto. Pertenece a la comunidad indígena y desde muy pequeña aprendió a utilizar el bejuco para realización de distintos objetos locales.

Es así como los visitantes podrán conocer la artesanía local, además de las distintas especies de mariposas que esperan ver en sus distintas fases. De igual manera, otras mujeres de la comunidad realizan aretes o collares con las alas de las mariposas que mueren.

Toda mi vida he hecho artesanías a base de bejuco, una planta propia de este lugar, pero últimamente ya no se encuentra, así que toca buscarla más lejos. Este es un arte ancestral que se debe preservar porque nos define como cultura”, afirmó Castro.

Entre los cientos de visitantes que ha tenido el mágico lugar, Daniel Vélez es uno de esos que dice que no se olvidará de este lugar por el impacto positivo que le generó desde la primera vez que lo conoció.

Este lugar me impresionó mucho la primera vez que vine por la cantidad de flores y mariposas que habían, vine para una buena temporada y quedé marcado. Otro factor que me gustó desde un comienzo fue la amabilidad con la que reciben y tratan al visitante, de verdad que lo hacen sentir a uno como parte de la familia”, sostuvo Vélez.

El visitante agregó: “En este sitio se respira una paz increíble, he tenido la oportunidad de estar en otros mariposarios y puedo decir con total s e g u r i d a d que esos no tienen lo que este tienen que es naturaleza. Invito a que vayan y vivan la experiencia en primera persona”. La fundación se sostiene con donativos que realizan personas desde cualquier parte del mundo. El lugar ha recibido turistas de distintos países, además de visitas educativas de escuelas e instituciones superiores.

Luz Elena Castro, artesana local. Josefina Villareal
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