Como un mundo perdido en el corazón de la Amazonía colombiana, se yergue la serranía de Chiribiquete, un parque nacional que guarda una joya arqueológica y antropológica: abrigos rocosos con pinturas rupestres sirven como santuario a indígenas, desde hace 19.500 años.
Para Arthur Conan Doyle, los grandes y pequeños exploradores pasaron de largo por este recóndito lugar, hasta que una fuerte tormenta desvió en 1986 al entonces director de Parques Nacionales de Colombia, Carlos Castaño Uribe, y tuvo que aterrizar de improviso en los alrededores de la serranía.
'Después de una hora de vuelo, empecé a ver con el piloto una formación geológica que jamás habíamos visto, era la serranía de Chiribiquete. Poca gente sabía de eso porque la cartografía no estaba tan desarrollada. Me pareció curioso y decidí explorar de qué era aquella cosa', narró.
El descubrimiento. El antropólogo comenzó a caminar hacia la formación rocosa, y cuando se adentró y observó las pinturas rupestres quedó 'absolutamente maravillado y subyugado' por el paisaje, pero no pudo avanzar en la zona porque no tenía más gasolina.
Ningún occidental se había adentrado en Chiribiquete, que mantiene las peculiares condiciones climáticas de un refugio en el Pleistoceno, con un microclima que le ha conferido características más cálidas en la flora y la fauna.
'Nunca había visto unas condiciones tan especiales. Los frentes de colonización estaban muy lejos y uno sobrevolaba encima de un tapete inexpugnable de selva', resumió Castaño Uribe.
Pero la gran sorpresa llegó en las primeras expediciones organizadas por el antropólogo entre 1990 y 1991, al frente de un grupo de científicos.
En esas rutas de exploración, se descubrió un yacimiento cultural sin precedentes en la arqueología americana, por su 'intrincado, pródigo y superlativo arte rupestre' y por su profundidad cronológica que data las pinturas más antiguas hace 19.500 años.
Entre las imágenes que observa Chiribiquete desde hace milenios, se encuentran representaciones de animales, dibujos esquemáticos, grecas y manos en abrigos rocosos, que aún no han sido completamente explorados.
Ante la expectativa de que esa región sea incluida entre las nuevas áreas de patrimonio mixto mundial de la Unesco, Chiribiquete continúa aislado y misterioso al ojo occidental, pero el secreto se desvela progresivamente y los riesgos que se ciernen sobre los abrigos. Efe