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Pedro Lemebel, el escritor que tendió una mirada ‘coliza’ para develar oscuros secretos de la sociedad chilena, murió ayer viernes 23 de enero en Santiago de Chile, a los 62 años.

Definido por Roberto Bolaño como 'una de las pocas voces que valen la pena en la literatura chilena contemporánea', Lemebel murió sin renunciar al discurso rebelde y contestatario que esgrimió desde antes de que sus crónicas asombraran por su audacia y lenguaje sin claudicaciones en defensa de los humildes y discriminados.

Un cáncer de laringe que lo atacó en 2012 venció a un artista que combatió desde su condición de ‘coliza’ (chilenismo para homosexual) a la dictadura de Augusto Pinochet, cuando junto a Francisco Casas creó el colectivo de arte ‘Las Yeguas del Apocalipsis’, en los años 80.

El dúo protagonizó estremecedoras denuncias contra las violaciones a los derechos humanos. Fueron los precursores de las ‘velatones’ (homenajes a las víctimas con velas encendidas en lugares públicos) que, con audacia, llegaron a instalar frente a La Moneda (sede de Gobierno) o en otros céntricos puntos de Santiago.

Adornados con plumas y maquillajes carnavalescos, Lemebel y Casas bailaron cueca (baile nacional chileno) con los pies desnudos sobre vidrio molido y desollaron sus cuerpos, sepultándose en cal, para representar el fin de los detenidos desaparecidos.

En 1988, en la entrega del premio Pablo Neruda al poeta Raúl Zurita, las ‘Yeguas’ irrumpieron en el escenario para ofrecer al galardonado una corona de espinas que este rechazó.

Cuando se acercaba la transición a la democracia, en 1989, aparecieron en un acto de proclamación de la candidatura presidencial de Patricio Aylwin con una pancarta que decía ‘Homosexuales por el Cambio'.

En una crónica de su libro ‘Loco Afán’ Pedro Lemebel relata otro beso sorpresivo, que estampó en la boca de Joan Manuel Serrat.

OPINIÓN DEL ESCRITOR JOHN BETTER

Algunas luminarias de la literatura como Roberto Bolaño o Carlos Monsivais lo consideraban un genio. Lemebel, (Santiago de Chile, 1952) escribió y describió su tiempo y su momento. Uno, era donde las bombas lacrimógenas se mezclaban con la sopa del mediodía, cuando Santiago ensangrentado ponía de abono sobre sus manzanares miles de muertos. Un escritor volátil polémico, audaz. Pedro llegó a Barranquilla en 2008 por medio de una invitación que el director de La Cueva, Heriberto Fiorillo, le extendió para el segundo Carnaval Internacional de las Artes. Aterrizó en la Arenosa y se tomó en una noche el teatro Amira de la Rosa. Allí brilló con sus crónicas de desaparecidos, de homosexualidades marginales, de hambre, de pobreza, de esa Latinoamérica que otros escritores prefieren mirar de reojo. Aquí estuvo, montado sobre unos tacones de 20 centímetros, gritando a viva voz que eso de ser 'pobre y maricón es peor que cualquier cosa'. Ha muerto una parte de la memoria de nuestra América india, insurgente. Se ha ido, y nunca más habrá de volver. Nos dejó sus libros, su imagen, su rabia, que como el mismo un día declaró, era la tinta de su escritura. Espléndido viaje, Pedro Lemebel.